Una visita a Confrides (Alicante)

Confride Mundiario
Confrides. / Fotografía de Palmeral 2011.

Confrides es un pueblo nido de águilas a 785 metros de altitud en la sierra de Aitana de Alicante, citado dos veces por Gabriel Miró en su obra maestra Años y leguas, de 1928, que ahora cumple 90 años desde su primera publicación. Para comprobar la belleza de este pueblo en el valle del Guadalest, hace años hice un viaje literario para pisar la misma tierra que pisara el ilustre escritor alicantino.

Una visita a Confrides (Alicante)

El domingo 7 de agosto de 2011 me levanté temprano con una temperatura exterior de 28.7 grados, en el reloj digital  aparecían los dígitos 7.07 AM, fui a la terraza, encendí el ordenador leí los “emilios” casi todos eran spam, ninguna amistad se había dignado a escribirme. Así que apagué el ordenador enfurecido y me puse a leer uno de mis libros favoritos que tengo entre manos Años y leguas, un libro que el prosista alicantinos Gabriel Miró Ferrer, había publicado en 1928, donde cuenta las andanzas de Sigüenza, su alter ego su otro yo literario, personaje que usa el alicantino para escribir en tercera persona y no en primera, quizás por pudor para no parecer narcisista y hablar sobre sí mismo. 

Años y Leguas es la más alta cumbre de la prosa mironiana, donde combina la descripción de paisajes, estampas, prosa poética, el artículo, el cuento, los recuerdos, la anécdota y la historia de una zona concreta: “La Marina de Alicante”. Es una obra narrativa más que novela en la línea de La voluntad de Azorín, donde pasan las páginas y no pasa nada, porque no hay argumentos. Años y leguas es una colección de artículos publicados ya en prensa. Nos dice que está en la Marina, sin concretar pueblo, lo que hizo Cervantes con su Quijote, implicar a toda La Mancha, haciendo que el caballero de la Triste Figura cabalgara junto a Sancho por multitud de  pueblos, aldeas y ventas, cuantas más mejor.

Hecha esta necesaria introducción, Años y Leguas se me abrió al azar por el final, por la página 186, de la edición Biblioteca Básica Salvat, 1979 [p.387 de este libro] y leo: “Confrides, tallado en limpidez de invierno de los últimos recintos de la sierra. Su torre, como un ademán de persuasión para contener el ímpetu de la ruta de la mar. Desde Confrides ya no se ve el mar”.

Empecé a pensar que era muy genérica la descripción sobre el pueblo de Confrides (Alicante). Desde luego que no se ve el mar, el mar queda  a más de 50 kilómetros. Nombra también otra aldea L´Abdet,  a dos kilómetros de Confrides, de la que solo dice que es una “panal en el corte de la quebrada”.  Busqué más referencias sobre Confrides, me parece otra en la página 189 [p. 380 de este libro]: “Más cuesta arriba, quietud y silencio de Aitana en Sigüenza. Años y leguas  en una contemplación estructurada, denominada y comprendida desde la última piedra del cabo Toix, que se comba en el mar, hasta la hoz de Confrides.

Solamente cita dos veces a Confrides. Me viene a la memoria que en la segunda quince del mes de junio de 2008, hice un viaje por tierras de la Marina Alta, en coche con mi mujer,  que titulé «Por tierras de Gabriel Miró» donde agregué textos de otros autores. En aquel viaje  no subimos a Confrides.

Ante estas dudas cambió mi espíritu lector por mi espíritu de viajero aventurero, y decidí subir a Confrides en mi coche para verlo, solo esta vez, sin mi mujer y escudera. Así que a eso de las 8.00 desayuné una tostada de aceite con ajos un vaso de soja, después mastique una corteza de limón para disuadir  el clamoroso olor del ajo y no ahuyentar a mis interlocutores mecánicos: mi coche. Fuerte por dentro, le dije a mi mujer que me iba a recorrer los pueblos de Alicante y a hacer videos como documentos. Y por lo tanto, armado con mi cámara de fotos, tomé la autovía A-7 dirección Alcoy, llego un momento en que la autovía se cortó y empezaban obras, a la altura de la bifurcación con la antigua N-340 carretera que viene del puerto de La Carrasqueta y Jixona.  Se inician una serie de cerradas curvas como látigos enfadados hasta tomar la CV-70, que anuncia Benilloba y Benasau. Esta es la carretera comarcal dirección levante que hay que tomar para Confrides. No tiene arcén, pero tiene buen asfalto y está marcada en el centro con señales horizontales y en los extremos con quitamiedos que son dientes que cierran los precipicios del valle.

Mi intención era no parar hasta Confrides, luego a la vuelta me pararía en Benasau y en Benilloba. Lo importante era llegar primero al destino, pues de lo contrario te entretienes en un lugar u otro, embrujado por el paisaje montañoso, y no llegas al final con tiempo suficiente. Sin embargo, al  subir las cuestas de los primeros kilómetros veía a lo lejos el valle montañoso del Alcoy, Muros de Alcoy y Cocentaina, amplio extenso,  unas medievales torres de vigilancia y ruinas de castillos árabes. Por la ventanilla entraba un olor potente de pinos, no era el ambientador de mi coche, era un olor a pino natural como sacado del bote de la madre Naturaleza. Y de repente vi la silueta altiva de una torre enjuta y orgullosa. Paré en un arcén, para sacar unas fotos.  El visor de mi cámara digital Sony se enturbiada por el paso veloz de unas motos, eran los moteros disanteros que subían por estas carreteras a toda pastilla. A bandera tendida, se decía antiguamente.

Cuando avancé veía el cartel de situación que me anunciaba  de Penella, tiene un castillo con una torre delicada y altísima, había andamios de restauración. Gran idea recuperar los castillos en ruina de nuestro Patrimonio. Seguí la carretera y me encontré con un grupo de ciclistas, eran de un equipo que se entrenaba. Porque si fuera una carrera ciclista, lo primero que te encuentras es un coche escoba con una bandera roja, que nos indica no adelantarles. Luego apareció el cartel de Benilloba que crece entre galvanizados a mi izquierda. Luego unos kilómetros más adelante el cartel de Benasau, que también se sitúan  en la misma posición que el anterior. Seguí, y me encontré la señal de Ares del Bosque, y las curvas empezaron a cerrarse, a ponerse cada vez más crudas, ya no sabía si estaba subiendo o bajando hasta llegar a un collado, desde donde se veía a mi izquierda paredes de rocas calcáreas desnudas, a la vista del mundo, altas como arbotantes de catedrales. Entre la pinada aparece alguna calvas y sembrados de plantas amarillas posiblemente girasoles o colza.

Cuando la carretera empezó a llanear te encuentras, al fin el cartel de Confrides (dos carteles), he hecho uno 80 kilómetros desde que salí de Alicante. Después de culminar las primeras casas descendí hasta llegar a una zona con arcén. A las 11 de mañana ya estaba en Confrides (CP 03517), que se sitúa a 785 metros de altitud. El paisaje me gustaba, ahora me hacía falta conquistarlo. La primera impresión me gustaba. A la izquierda tenemos la Fonda-Restaurante “El Pirineo”, famosa es este lugar. Aparqué saqué a la infantería, pues como dice la doctrina de la estrategia militar, ningún terreno se puede considerar conquistado hasta que no llega al Infantería.  Entré en “El Pirineo” para tomar una cerveza, tiene comedor y terraza con vistas al valle, no me extrañaba que le pusieran “El Pirineo”, porque  esto es el Pirineo más al sur que tenemos. La barra es pequeña, estaba llena de clientes, entre ellos dos deportistas vestidos de ciclistas.

Era domingo y en la subida de la calle San Antonio, los vendedores ambulantes habían instalado un pequeño mercadillo de ropas, frutas, verduras y plantas ornamentales. En el censo de 2010, le figuran a Confrides 276 habitantes. Hablan valenciano, pero no es problema porque también hablan castellano.  Subí armado con mi cámara compacta de fotos y de vídeo y mi trípode, por calle San Antoni empecé a grabar con el truco de auto-filmarse con el trípode extendido y también en posición de reposo sobre el hombro. El video se puede ver en You Tube Confrides Videospalmeral. Avancé hasta el final, y al escuchar unos toques de campana le pregunté a un lugareño por dónde estaba la iglesia, me dijo que subiendo por la calle Baix o Baja, y la encontraría a mi derecha.

Aparecían  abundantes plantas en las puertas de las casas. Tras pasar la pileta de una fuente pública que oculta la puerta de la Parroquia de San José, había misa a las once y media. Volveré para sacar unas fotos del interior del templo. Sobrepasada la iglesia se abría una plaza, y otra, en esta segunda se ubica el ayuntamiento, y en el centro se yergue un nogal centenario que como era agosto se encontraba verde, porque como sabéis es un  árbol es de hoja caduca.

PameralConfrides

 Desde una esquina, sin barandilla, me asomé al campo,  a los lejos observé la fortaleza de un castillo sobre una peña, pegunté y me dijo un entendido vecino, que era  el castillo de Aljofra o Alfofra  fue una alquería musulmana conquistada por Jaime I de Aragón en 1264.

 –Donó el castillo y población a Vidal de Sarrià. Sus posteriores propietarios serían la familia Sarrià, el infante Pedro y las familias Cardona y Ariza.   Durante la guerra con Castilla en el s. XIV fue conquistada por las tropas castellanas que la mantuvieron en su poder varios años hasta que Pedro IV la recuperó en 1364. Los habitantes de Aljofra en su mayoría musulmanes se opusieron a la orden de expulsión de los moriscos en 1609 y ofrecieron fuerte resistencia refugiándose en sus montañas.

El vecino cicerone  me invita a pasar a su casa, metida en la roca, entre rocas en un talud de la montaña.

Le pregunté cuál es el gentilicio de Confrides. Me respondió: confridencos.  O sea, como «podencos», le dije en broma.

–Esta piedra está aquí en el comedor -me cuenta Abundio- porque costaba más quitarla que dejarla ahí. Y ahí está. ¿qué le parece?

–Tan decorativa que nunca había visto piedra tan grande dentro de una casa.

Al comentarle que yo era pintor, me comentó que en el pueblo vivían dos pintores Carrasco y Santiago. Le dije que a Carrasco sí le conocía pues hizo una exposición en la CAM en junio  2006.

Le respondí que era muy original de alto diseño, que me recordaba una discoteca en Enix (Almería) que también  tenía una piedra parecida, muy decorativa. Me presentó a su mujer, que era de La Encina. Me enseñaron la casa, antigua pero nueva. La escalera era de hierro forjado barroco, en la mancera tenía una cabeza de dragón de madera. Me invitaron a una cerveza y charlamos sobre el disfrute de las cosas y el dinero. Abundio dijo:

 –Y es que el dinero son números nada más en la libreta de ahorro, lo importante son las cosas que podamos obtener del dinero, como esta casa impresionante, que rehabilitada conserva solería antigua, vigas de madera, muebles antiguos etc. 

Yo pienso, ¿cómo es posible que aquí en Confrides exista una  maravilla con esta casa? Hablamos y hablamos hasta que llegó la hora de la misa, nos acercamos a la iglesia, he hice unas fotos de su interior. Es grande y se conserva muy limpia y luminosa.

Salí de la casa de Abundio y su encantadora mujer. 

Desde la plaza que llaman del Nogal o L´Noguer, tomé unas fotos. Había coches aparcados, era verano y  había turistas, que por lo que oigo son franceses. Ya nada queda virgen a la mirada de los turistas, ni este Confrides en el confín del mundo.

Continué por la calle Mayor que está encajonada entre rocas de piedra vista como si fuera una fortaleza de natural. Descendí. En todas los umbrales de las puertas había macetas de plantas, están exultantes, si en este mes de agosto están tan bien, cómo estarían en la primavera. Una mujer rubia, ya metida en los setenta, al verme sacar fotos, me pregunta si me gustan las plantas, le respondo afirmativamente.

–Si quiera ver una planta rara vega a mi casa, que se la voy a enseñar una, vivo al lado en el número diez.

–Desde luego que sí, eso hay que verlo.

La puerta de la casa estaba abierta, aquí nadie cierra la puerta, para qué, si nadie roba nada. La puerta tiene una cortinilla corrida de cadenitas plateadas. Y en la entrada misma sobre una consola se mostraban retratos de su familia, un espejo, y en el suelo tres macetas, una de ellas muestras una flores de tipo campanillas, al preguntarle cómo le llaman me dice que “coral”.  Era una maceta de cerámica heredada de su madre. Sin duda estaba mimada. Le dije que las plantas tienen cerebros múltiples en las puntas de las raíces, según las últimas investigaciones. Por eso a las plantas hay que hablarles, porque ellas sientes la voz de su amo y el cariño que estos le dan en los pistilos.

Era la hora de regresar a Alicante por la misma ruta de ida.

Camino de vuelta pasé pero Benasau, hice un corto video desde la torre hasta la iglesia que tiene el mismo tamaño que la de Confrides, pero Benasau ya no es lo  mismo que Confrides. Confrides me dejó emocionado,  para mí  es el pueblo más bello de los que  hasta ahora he visto de todos los de Alicante. Algún día Confrides tendrá un vecino empadronado más.

Tras esta estampa o impresión que yo he percibido y escrito, me consta que Gabriel Miró nunca estuvo en Confrides. El padre don Juan Miró que era del Alcoy fue ingeniero de caminos, y jefe de Obras Públicas y que precisamente a primeros años de siglo XX diseñó la que es hoy la CV-70 de Callosa de Ensarriá a Alcoy.

Perdone que le diga, señor Miró, creo que usted no estuvo en Confrides. Lo cita por dos veces en Años y leguas, como cita a Agres y otras pueblos, pero no estuvo en todos ellos. Si hubiera estado en Confrides hubiera hecho reseña de gran nogal de la plaza de Ayuntamiento y del castillo de Aljofra o Alfofra, que se ve desde la misma  plaza, colgado sobre una  peña viva que domina la sierra de Aitana y todo el valle de Guadalest hasta el mar de Altea, a cuya comarca pertenecieron las alquerías de Beniardá, Benimantell, Benifato, Benasau, Abdet y Confrides… @mundiario

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