Un Tiempo Vivido (10)

Camino de Santiago en Melide (A Coruña). / Xurxo Lobato
Camino de Santiago en Melide (A Coruña). / Xurxo Lobato

Y  empiezo a trotar y caminar...  hasta que de pronto fue como si hubieran bajado un interruptor, y me quedo en la más completa tiniebla, en medio de la montaña, metido en la estepa negra, me detengo tomando conciencia que no puedo seguir avanzando, y sentándome en el suelo me resigno a quedarme... / Relato.

Una tarde me avisan por medio de un campesino que viene Rosario a la Comarca con mi madre y que además teníamos una reunión a las seis en la Escuela, es decir que aquel día mamá y Rosario se quedarían a dormir en la Flor, pero cuando la noticia me llega son casi las seis y el sol se está terminando de ocultar, yo de inmediato preparo mochila y salgo volando de la casa bajo la advertencia de mi papa Castillo "brigadista le va agarrar la noche en esos montes, no vaya mejor quédese es muy peligroso y se va mañana muy temprano", yo, sin escuchar consejo alguno salí como un vendaval montaña abajo hasta llegar a la casa del campesino Heriberto quien vivía solo con su esposa Alba y un niño recién nacido que se parecía al niño Dios, el mismo que solo sabía leer en la biblia, paso por ahí saludándolo, "y para dóde va tan tarde", me dice, voy para la escuelita, "santo Dios pero es demasiado tarde para que agarre usted solo esa montaña, le va a tomar la noche y ni lámpara lleva, es mejor que no siga, porque se va a quedar en medio de la oscuridad", pero yo todo sudoroso y con el ánimo y la sangre revuelta por saber de Rosario y mi madre no lo escucho, y antes que la luz de la tarde desapareciera cojo montaña adentro, escuchando en mis espaldas a Heriberto gritar, "llévese mi caballo", pero yo voy hecho una ráfaga de viento y ni logro responderle nada.

Y  empiezo a trotar y caminar...  hasta que de pronto fue como si hubieran bajado un interruptor, y me quedo en la más completa tiniebla, en medio de la montaña, metido en la estepa negra, me detengo tomando conciencia que no puedo seguir avanzando, y sentándome en el suelo me resigno a quedarme, a pasar la noche en el monte, abro la mochila y saco a tientas la frazada para ponerla de colchón y poniendo la mochila como almohada me acuesto en la yerba, y al ver hacia arriba, la luz de la luna me dejó ver la parte más alta de los árboles y  entonces pude ver el mapa aéreo de la zona.

Había pasado tantas veces por ese lugar mirando la cima de los árboles, mirando a los monos congos, a los pájaros sin pies de diferentes colores, mariposas, plantas y demás, había ocasiones que caminaba por las mañanas mirando la copa de los árboles, disfrutando de la flora y fauna que en los picos de los árboles se encontraban y con un sentido de orientación que yo mismo ignoraba lo tuviera, de esa forma caminaba kilómetros hasta llegar a donde quería llegar, y fue en ese preciso momento que al ver la punta de los arboles es que me asombré, tomé conciencia de mi camino y  me levanté suavemente, tomé la frazada y la metí en la mochila sin despegar la vista de arriba de los árboles que se mecían con el gélido viento de la entrada de la noche y comencé a caminar despacio mirando hacia arriba, mirando el camino hacia la escuelita en la cúspide de los árboles y así caminé y caminé más rápido con las manos extendidas hacia adelante sin despegar la vista de los picos de los inmensos árboles, me sentía seguro del camino por que iba siempre mirando hacia arriba, concentrado plenamente en la vértebra aérea o en el planisferio de los árboles y con la certeza de conocer la ruta aérea como la palma de mi mano.

No sabría decir cuánto caminé, pero caminé bastante, iba exhausto y a punto de detenerme por miedo a perderme, cuando de pronto, caigo al vacío, y en un despeñadero me fui deslizando estrepitosamente en medio de ramas, piedras y todo lo que se encontraba ahí, deslizándome largamente hasta llegar a caer  limpiamente  de espalda a las gélidas aguas de un  río, en donde la luz de la luna me mostró unos cafetales y más arriba una tenue luz en donde estaba la ventecita. Estaba salvado, me incorporé alegre con el agua helada al pecho y al ir cruzando el rio logré ver por el lado de las rocas en donde en ocasiones todos los brigadistas nos bañábamos , a una voluptuosa  mujer, alta, blanca, de cabellos largos, bañándose y peinándose en plena luna llena, realmente era una aparición, es verdad me dije lo que muchos lugareños ya habían repetido muchas veces y que el abuelo Castillo también me había contado, mientras cruzaba el río, mis ojos iban puestos en aquella hermosa mujer cuyo rostro no pude ver bien ,pero cuando llego a la otra orilla, ella al verme,  se comenzó a mover hasta perderse río arriba, yo con paso presuroso subí el cafetal hasta llegar a la casita en donde los muchachos se encontraban tomando a esa hora café , y ellos al verme llegar sorpresivamente gritándoles "buenas noches", todos al unísono dieron un grito como si hubieran visto a la mujer desnuda del río.

Aquella noche no paramos de reírnos por el tremendo susto que les había causado, Zepeda el jefe de nuestra brigada había botado todo el pocillo de su café en su cotona nueva al intentar sacar la pistola que manejaba en su espalda esta se encontraba ahora toda manchada, Manuel se había tirado al suelo metiéndose debajo de la mesita, Roberto se había tragado un cigarrillo de los nervios; porque Roberto desde el primer día demostró ser un chavalo muy nervioso que miraba ojos en las rendijas de la escuelita y Carballo se había echado de rodillas a como lo hizo esa noche cuando venía bajando la montaña pidiéndole perdón a Dios por el pecado de la borrachera, en fin, aquellos cuatro jóvenes eran mi escuadra de alfabetización  eso sin incluir a las cinco colegialas que vivían en la casa de la ventecita y que solamente las veíamos cuando nos tocaba reunión, las cuales se encontraban ahora en la escuelita acompañando a Rosario y a mi mamá. Subimos la loma entre risas y bromas,  la escuelita se encontraba totalmente iluminada  por dos poderosas lámparas Coleman, y al llegar arriba  mi vida se terminó de iluminar al ver a Rosario y a mi madre.

Aquel día luego de la reunión, las mujeres se fueron a dormir abajo en la ventecita y nosotros nos quedamos solos en la escuela. Era viernes y al poco rato apareció Tanayo el hijo del dueño de la venta quien nos invitó a ir a una destilería clandestina en el mero corazón de la negra montaña, de inmediato tomamos una lámpara y nos fuimos con él. Tuvimos que subir y subir y subir y luego bajar y bajar hasta llegar a la choza de una señora ubicada dentro de un enorme hoyo como comal, que le decían con ironía la chica bruja, porque además de tener la cara de bruja, producía chicha- bruja cuando nos miró su desgreñado pelo y su afilada nariz y huesudo rostro nos  asustó a todos, menos a Tanayo que la conocía muy bien, ella al vernos nos invitó a sentarnos en unas piedras, mientras nos llenaba con el etílico dos galones de vidrio que Tanayo había traído, nos tomamos un galón en aquel comal bajo la presencia de La Chica Bruja quien se reía con nosotros y se sobaba las manos a cada rato, le pregunté su edad y ella dijo que era la mujer más vieja de aquella región, yo le calcule noventa y algo, en ocasiones se movía nerviosamente de un lado a otro, mientras nosotros hablamos de las mujeres y de todas las cosas que nos habían pasado aquella noche y cuando les relaté a mis amigos que había visto a la mujer que se bañaba en el río a la luz de la luna por donde nos hacíamos clavados, ella se me acercó y me dijo, "eras tú entonces", yo me quedé quieto, sorprendido , "acaso que usted estaba en ese momento por ahí", -le dije-, "no no , pero eras tú verdad", Tanayo me tocó el hombro y me aconsejó quedarme callado y levantándonos nos despedimos de la horrible anciana que se quedó mirándonos de forma misteriosa.

Salimos de aquel Comala jinotegano entre tumbos, alumbrándonos con la lámpara y cuando ya habíamos bajado el último cerro miramos un bonito tigrillo y lo cogimos y Tanayo de inmediato nos aconsejó dejarlo ir porque su madre nos podía atacar, si se encuentra cerca nos jode, nos dijo, y Zepeda sacando su arma le respondió, "pues se jodió, porque yo me lo echo primero",  todos nos pusimos a reír y luego de terminar de acariciarlo y darle besos dejamos ir al hermoso cachorro.  Ya casi al llegar a la quebrada cerca de la escuelita,  la luz de la lámpara se apagó, se le había terminado el kerosene y a tientas nos tomamos de los hombros para no perdernos, comenzamos a caminar despacio riéndonos y cuando íbamos cruzando el río alguien se nos adelantó salpicándonos el rostro con el agua fría y al llegar a la otra orilla encendió un cerrillo que nos alumbró perfectamente el camino, de inmediato todos nos apresuramos a cruzar las aguas, lo asombroso  fue que nunca supimos quién fue el que nos alumbró aquella noche; porque cuando llegamos al otro lado ninguno de nosotros había sido.

Del otro lado el camino estaba iluminado por la radiante luz de la luna y de pronto miramos salir de un tronco una enorme luz que choca con un cerco y Tanayo tranquilizándonos nos dijo que no nos asustáramos; porque eran cosas de la naturaleza,  yo de inmediato lo supe porque lo había leído en un almanaque de papá y les digo a los muchachos que esos eran fuegos fatuos que se producían mucho en los cementerios y en maderas en estado de descomposición entre otras explicaciones que les di, y todos se pusieron irónicamente ha aplaudirme, íbamos abrazados, alegres, pasándonos el galón, hasta que de pronto Carballo el hermano del sacerdote de Jinotepe se echó de rodillas a rezar y a pedir perdón por el pecado de la borrachera, de inmediato todos nos arrodillamos al lado del penitente y este al ver nuestra burla se fue de lado y ya no se levantó más, Zepeda nos obligó a levantarlo y no tuvimos más remedio que cargarlo hasta la escuelita, ahí lo dejamos tirado en solo la entrada, y  encendiendo la otra lámpara Zepeda y yo cogimos directamente a la mochila de Carballo a sacar todo lo que este tenía almacenado egoístamente ahí, y a todos se les salieron los ojos al ver aquellas latas de carne, de pizza, de cerdo, pan, arroz, gaseosas y pollo, y sin pensarlo dos veces nos pusimos a comer con avidez, estábamos hambrientos y Tanayo nos dijo, "parece que su amigo no comparte con nadie lo que le mandan", y Roberto que había estado muy callado  le respondió diciendo "…es que ese es religioso y su familia tiene riales y con nadie comparte lo que le traen, pero ahora se jodió porque a verga limpia tuvo que compartir con los guerrilleros de la alfabetización", y al unísono todos nos pusimos reír.

Teníamos todavía medio galón de tarea y de pronto  Zepeda llamándonos aparte nos dijo con el rostro iluminado, muchachos que les parece si vamos abajo y armamos el escandalo como si fuéramos milicias anti sandinistas  y asustamos a las mujeres haciéndoles creer que las andamos buscando para joderlas y así ellas se van a venir a dormir con nosotros, a todos se nos iluminó también el rostro y tapándonos las caras con toallas y pañuelos bajamos a la venta, pero antes Zepeda me da el arma diciéndome, vos haces los disparos al aire, yo sin ánimo de discutir  le obedezco ciegamente; porque además de ser el jefe, era uno de mis mejores amigos en el instituto Alfonso Cortéz, en donde nos habíamos conocido por intermedio de Gustavo un amigo de la Colonia que estudiaba conmigo en el mismo año,  Gustavo andaba con la hermana de Zepeda. Fernando además era mayor que todos nosotros, él era de quinto año, mientras que nosotros apenas cursábamos el segundo año de la secundaria.

El día que nos conocimos fue un día muy divertido, porque su cuñado y él  habían fumado yerba misurasata y entonces Gustavo cuando llega al salón de clase tenía los ojos bien rojos y además estaba todo sudado y muy callado, permanecía erguido mirando la pizarra fijamente ,como hipnotizado, en donde la profesora de literatura escribía el fragmento de un poema y cuando terminó de escribir me hizo leer en voz alta el primer párrafo de Caupolicán y al terminar de hacerlo, señaló luego a nuestro ilustre y enrarecido amigo diciéndole, "Gustavo lea el otro párrafo por favor", Gustavo se quedó más lívido de lo que estaba, yo lo miré tan pálido como una hoja de papel, y la docente volviendo a repetirle que leyera, él le respondió con los labios resecos "No puedo", "No puede, acaso no sabe leer,  y qué le pasa y porque tiene usted los ojos rojos y está todo pálido y asustado Gustavo, acaso se le bajó la presión", el aula de clase se quedó callada, y él no respondió nada, "parece que estuviera medio loco, Gustavo lea el otro párrafo de la pizarra", todos en el salón nos reímos por lo de medio loco, y ella callándonos de inmediato le volvió a repetir enojada, "lea lo que está en la pizarra por favor", "no puedo ya le dije usted está medio loco verdad, si ya veo , medio loco…" e inevitablemente todos en el salón nos pusimos a reír a carcajadas limpia diciéndole, "medio loco, medio loco… medio loco…" y la profesora no tuvo más remedio que echarse a reír también; mientras medio loco era atendido ahora por su novia Violeta quien lo sacó del salón para darle agua y comprarle una gaseosa, y el timbre de receso sonaba y Zepeda que lo había visto todo desde fuera, entró riéndose, y nos explicó lo que había pasado con Gustavo.  

Desde ese divertido  incidente me convertí en un gran amigo de Zepeda, hermano de un guerrillero muy famoso de San Judas que había muerto días antes del triunfo de la revolución.  Y desde ese día Gustavo también dejó de llamarse Gustavo para nosotros; porque ahora todos le decíamos medio loco, con el tiempo el apodo de medio loco  se convirtió en algo muy natural, pero al comienzo  fue un hazmerreir único de todos los chavalos de la época, el medio loco de Gustavo Malespín a quien le gustaba mucho jugar futbol en el barrio Cuba junto con el chele Jorge y Richard calvo.  Así que aquella noche que Zepeda me da el arma no dudo ni un momento para hacer el show que hicimos, pegando gritos y golpes en las tablas y preguntando por las brigadistas, yo hice cuatro disparos al aire y Fernando Zepeda al verme entusiasmado me quitó el arma diciéndome, "jodido no tengo muchos tiros no jodás, sos un salvaje", y de inmediato salimos corriendo en dirección a la escuelita, y  a los veinte minutos llegamos como si nada, llamando a las mujeres y ellas salieron asustadas contándonos todo, nosotros les dijimos que habíamos escuchado los disparos pero que andábamos vagando con Tanayo y mostrándoles el galón de licor y al vernos ebrios nos dijeron que no se querían quedar solas que lo mejor era que ellas se fueran a la escuelita para que las cuidáramos, y de forma furtiva vengo yo y le digo a mi madre la verdad y ella muy enojada me dice que eso no se hace y me va  pegando una gran regañada de cuatro pisos y medio, ¿me entendes lo que te quiero decir?, y  entonces mamá decide que se va a quedar con la señora de la casa, y luego de un rato ya se encontraba contenta hablando con los dueños de la venta de don Filemón y doña Blanquita, Aquella noche  todos fuimos felices menos Carballo que se encontraba tirado como mochila vieja en solo la entrada de la escuelita.

El lunes Rosario se fue para el pueblo y mamá partió con una brigada de madres rumbo a San José de Bocay en donde se encontraba mi hermano Marco Antonio, a quien el día de la desmovilización fue fotografiado por papá luciendo una enorme barba y un sombrero lleno de plumas de aves que fue publicado en los titulares del Nuevo Diablo o Diario, periódico en donde laboraba ahora papá. @mundiario

 

 

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