El repensamiento de la identidad en No de Said El Kadaoui Moussaoui

Said El Kadaoui Moussaoui. Youtube
Said El Kadaoui Moussaoui. / Youtube

En No, el narrador se apropia completamente de la cultura occidental desnudando totalmente muchos ámbitos de la identidad magrebí. Este protagonista que tiene muy bien definidos los criterios de su identidad, hace de la identidad, la paternidad, la religión y el sexo unos recursos mediante los cuales se rebela contra su cultura de origen. 

El repensamiento de la identidad en No de Said El Kadaoui Moussaoui

Said El Kadaoui Moussaoui nace en Nador en 1975 y reside en Cataluña desde los siete años. Licenciado en Psicología y máster en Psicopatología y otro en Psicoterapia psicoanalítica, desempeña el cargo de psicólogo en el Hospital de Día de adolescentes de Gavá.

También trabajó como docente del máster en Relación y Comunicación Intercultural (Atlántida, professionals per la interculturalitat y UAB) y del posgrado sobre Salud Mental en Inmigrantes, Refugiados y Minorías (UB). Es importante señalar también que colabora con diversos medios de comunicación como el diario Público y El Periódico de Catalunya, además de tener un blog personal.

Asimismo, en 1997 fue galardonado con el premio Huarte de San Juan por su trabajo de investigación “El Laboratorio de Experimentación Psicológica del Grupo Benéfico”. En el año 2008, publica su primera novela Límites y fronteras. Posteriormente, en 2011, publica su segunda obra Cartas a mi hijo. Un catalán de pura cepa, casi escrita en catalán. Un año después, en 2012, publica un relato en español en la antología Letras marruecas. Antología de escritores marroquíes en castellano de Christian Ricci, cuyo título es El artista del silencio.

Si bien es cierto que la mayoría de los escritores de la literatura diaspórica marroquí en España escriben aferrándose, de un modo u otro, a sus orígenes y a su identidad marroquí, El Kadaoui defiende al que decide evadirse de los fundamentos de su nación debido a que, en su opinión, abandonar unos orígenes que duelen “al contrario de lo que se suele explicar, es un acto liberador. La libertad de la gallardía intelectual”. En efecto, el hecho de aferrarse a su identidad puede llegar a limitar a la persona en el sentido en que eso conlleva unas ciertas ataduras y por eso el autor habla de liberación.

> La identidad en No

La novela objeto de estudio en este artículo No es publicada en castellano el 16 de octubre de 2016 por la editorial Catedral. Es una obra compuesta por una agrupación de correos que el narrador escribe a su amigo, lo que hace que el lector sienta que el narrador se dirige a él, como si el amigo a quien escribe fuéramos nosotros, sus lectores. Asimismo, cualquier lector con una identidad híbrida y que no adhiere a los diversos aspectos que fundamentan su cultura se puede sentir identificado con su protagonista.

De todo este puzle y lectura psicológica resulta una obra en la que, con mucho discernimiento y sarcasmo, El Kadaoui escribe sobre la hibridación, la paradoja y los sentimientos de la generación llamada “de frontera”, hijos de inmigrantes que al estar inmersos en pleno mestizaje se buscan.

El uso de la figura del amigo al que va dirigido el discurso es, en nuestra opinión, una forma de integrar un personaje narratario metafórico por ser una forma de hablar con la vida o de la vida, o simplemente, para dirigirse a personas como él, personas que entiendan su situación, y lo hace mediante unas narraciones fragmentarias cuyo hilo conductor es el cuestionamiento del sentido de los temas cotidianos: amor, sexo, familia, religión, identidad, con todo lo que conlleva de carga ideológica y cultural, en su afán de encontrar el sentido de la vida.  

Por otra parte, cabe señalar que en el transcurso de la obra nos encontramos con un narrador protagonista que –exactamente como el autor- es profesor de literatura, escritor y, al haber nacido en Marruecos y crecido en Barcelona (donde vivió desde los 7 años), goza de una identidad múltiple, catalano-marroquí y africano-europea. Esto nos hace pensar que existe un aspecto autobiográfico importante en esta obra.

> El repensamiento de la identidad y la intertextualidad en la obra

El protagonista es un hombre educado, orgulloso, “un tanto altivo” (p.13) y con un deseo sexual desmesurado. Incapaz de comprometerse, inestable e insaciable sexualmente y crítico con el cambio que experimenta su cuerpo, pasa por una etapa de su vida en la que se siente insatisfecho y se percata de que ya no tiene la edad para soñar y que, contrariamente a ello, “es la edad del implacable despertar” (p.35).

A sus cuarenta años, se siente inestable e inseguro en todos los ámbitos, sean identitarios, como amorosos, familiares o relacionales como bien escribe él mismo al final de la obra “El sexo, mi identidad marroquí, mi identidad europea, los amigos, la familia, la escritura, la literatura, la docencia, Mayte y, ahora, mi hijo”. Como podemos observar, con esta cita el narrador sintetiza todo lo que construye su discurso a lo largo de la obra, resume los pilares de su escrito y de su búsqueda identitaria.

La obra es portadora de un importante análisis circunstanciado del ser magrebí migrado en Europa, de sus obstáculos, sus inquietudes, sus dificultades y todo lo que conlleva el hecho de inmigrar, así como una fuerte crítica a la religión y las costumbres, los valores y las tradiciones de su país de origen, Marruecos.

El protagonista se refiere al colectivo migrante con el término “clan”. Un clan que sigue unas ciertas normas sociales con las que él no se identifica, lo que hace que sienta vergüenza y miedo a ser expulsado. Esto es lo que conforma el día a día de los hijos de inmigrantes que, al crecer envueltos de una cultura mucho más abierta y más permisible, no se consiguen proyectar en su cultura de origen. 

Cabe señalar que en esta obra es tan importante la temática de las identidades múltiples –o como las denomina él mismo “identidades periféricas”- que realiza una reflexión y un análisis de los diferentes rasgos de su personalidad, vivencias, desarraigo, sexualidad, religión, familia y de sus conocidos con el fin de describir los diferentes lastres con los que pueden vivir los inmigrantes y de encontrar, entre las líneas que escribe, un sentido a su vida. Esto hace que esta lectura, además de ser muy original y de un estilo totalmente libre, tenga un corpus temático muy rico al tratar los muchos aspectos de la problemática migratoria.

El narrador se ha visto en la obligación de iniciar el viaje migratorio. En la obligación porque, en sus palabras, “yo no pedí cambiar de país”. Una condición a la que se ven sometidos todos los hijos de inmigrantes que se ven forzados a crecer en un país europeo-occidental-laico, con sus gentes, su sistema educativo, su sistema social, pero siguiendo las costumbres y teniendo los valores y la religión de un país africano-islámico. Esta situación es la que conlleva a esta generación de frontera a encontrarse en el vacío identitario del que habla el narrador. 

A pesar de repeler, de cierto modo, y de querer distanciarse y desvincularse de la mayoría de las realidades que rodean al ser marroquí, él busca tener un amigo marroquí, y no sólo eso, sino que se siente en la necesidad de tenerlo: “sin un buen amigo marroquí, me faltaba lo esencial. Digamos que todo estaba cubierto, pero me faltaba algo.” (p.20). En efecto, ese sentimiento de tener algo o alguien que le recuerde sus orígenes, gracias a quien pueda sentir que no se ha desligado totalmente de su oriundez, es lo que él necesita cuando busca un amigo marroquí. El narrador no quiere adherir a sus orígenes pero tampoco quiere perder del todo su marroquinidad y convertirse en un alma vagabunda sin identidad alguna. Por lo tanto, él prefiere decantarse hacia una identidad europea-occidental, pero guardando algunos aspectos de su identidad oriunda.

En esta obra, El Kadaoui hace una fuerte crítica, estudio, desintegración, reflexión, y un largo etc, sobre la identidad. Se discute este tema en palabras de varios estudiosos como: Edward Said, Mohamed Arkoun, Hanif Kureishi o Philip Roth, pero también mencionando a filósofos como Ortega y Gasset o Freud y a innumerables escritores y pensadores como son: Gabriel García Márquez, Percival Everett, Malika Mokeddem, Kateb Yacine, Fatima Mernissi, Abdellatif Laabi, Mohamed El Yarbi, y un largo etc. Esto hace de esta obra un escrito lleno de intelectualidad y de reflexiones sobre la mismidad y la otredad.

El narrador escribe que para poder aportar esta reflexión acude a autores que según él: “o bien son el otro según nuestro imaginario tipo o bien han reflexionado directamente sobre estos dos polos del ser.” (p.118).

Está claro que si el protagonista se centra en el discurso de estos autores es porque, además de admirarlos y de seguir la misma trayectoria escritural que ellos al centrarse ellos también en la identidad y la asimilación, en realidad, se identifica con ellos: se reconoce en su traición a las exigencias de fidelidad, coincide con ellos en la superación de los hijos a sus padres y también se asemeja con ellos al centrar su mirada en sí y en sus familiares.

Contemplando el hecho de que se mencionen a tantos estudiosos surgen dos interrogantes: ¿Por qué el narrador se vale de intelectuales para hablar de la identidad? ¿Por qué tantos?

Siendo intelectuales que tratan un tema de indudable actualidad, se vale de ellos debido a que, además de compartir la misma trayectoria escritural que ellos al centrarse ellos también en la identidad y la asimilación, como dijimos anteriormente, lo hace para reforzar sus argumentaciones. En efecto, el hecho de valerse de tantos conocedores de la identidad es una técnica argumentativa mediante la que saca muchas muestras para que su argumentación sea irrefutable.

> Tragedia de la separación padres-hijos

En otro orden de cosas, cabe destacar que un tema bastante recurrente a lo largo de la obra es el de la tragedia de la separación padres-hijos y es tratado no sólo en palabras del narrador, sino también a partir de citas de pensadores a los que el protagonista otorga una cierta importancia en el transcurso de la narración y que también comentan la tragedia de la separación padres-hijos como son: el anteriormente mencionado Philipp Roth, Malika Mokeddem y Kateb Yacine.

Es una realidad, la separación entre padres e hijos ocurre sean o no intelectuales dado que no es solo el aprendizaje el que separa, sino el hecho de evolucionar en una sociedad en la que se registran grandes diferencias con respecto a la de origen. De hecho, muchos intelectuales de la inmigración están muy ligados a sus madres a pesar de ser éstas analfabetas o muy tradicionales.

En efecto, en el transcurso de la narración nos encontramos con un protagonista que quiere a sus padres pero no ama a las personas que son ni las creencias a las que adhieren. Los quiere en tanto que “educadores”, que “progenitores”, en tanto que “procreadores”, lo que es ineludible. Los quiere por el “inevitable” amor filial que le une a ellos, pero no quiere identificarse con ellos.

Cuando el narrador escribe “Los libros me han separado de mis padres” (p.66), se refiere al indudable alejamiento que ocurre a los hijos “de frontera” (como él) de sus padres. Esta separación a causa del desnivel intelectual que suele impregnar los ámbitos familiares de los inmigrantes marroquíes, según el narrador, sólo pueden superarla el cariño y el amor.

Habitualmente la madre es la guardiana de las costumbres y no la que representa la severidad como el padre. El estatus de la madre es, por lo tanto, el que los liga a la cultura de origen, sin embargo y generalmente, el padre impone y no propone. El conflicto, para nosotros, nace del hecho de pertenecer a una cultura que no es la suya y no sentirse vinculados a la cultura que es suya.

En resumen los hijos de la inmigración, en nuestra opinión, no llegan todos a los estudios superiores. De hecho son pocos los que llegan y la ruptura con los padres existe sean, sus hijos, intelectuales o no. Es una cuestión de culturas, de valores y de principios y no de estudios. La educación que reciben los hace tener los pies en dos sitios, dos mundos y dos coordenadas geográficas distintas, y eso conlleva, en algunos casos, a que no sean felices ni aquí ni allá.

> Rechazo de los orígenes

Si bien es cierto que el protagonista, a lo largo de la novela, trata a su país de origen, Marruecos, con desprecio, también insiste en la existencia de un “marruecos culto, refinado y laico (o al menos de una religiosidad moderada), un país donde hay universidades, polos culturales, personas que viajan por el mundo”, pues no sólo se limita a mostrar el Marruecos atrasado y bárbaro, lo que es una fatalidad real y palpable, sino también retrata el Marruecos de la cultura y la erudición, que también es totalmente patente y concreto.

Cabe destacar que el narrador en un momento en el que está hablando sobre un funcionario en Marruecos menciona la terminología “Makhzen”. Este término deriva del verbo “khazana” (esconder o preservar). El cónsul de Francia, Consejero de Asuntos Indígenas y explorador en Marruecos, Édouard Michaux-Bellaire, construye una teoría en torno al Makhzen definido como “una autoridad despótica que se ocupa del desorden social para mantener su propio poder de arbitraje”. Según Germain Ayache, otro estudioso del tema, el Makhzen “no hubiera podido sobrevivir tanto tiempo fundándose en la violencia, era, en realidad, aceptado y apoyado por la población porque realizaba una serie de tareas sociales y políticas necesarias para la supervivencia de la sociedad”.

Existen varios estudios y teorías sobre este fenómeno que se puede encontrar en varios países del Magreb (Algeria, Túnez y Marruecos) y que remiten a que éste recurre a la religión para justificar su superioridad. Asimismo, se le considera una herramienta que funciona para el servicio de la legitimidad y “no a la legitimidad en sí” y que “expresa la ley sin definirla, castiga y recompensa sin fundamentar ningún orden del bien o del mal”. De igual manera, estos especialistas consideran que “el Makhzen puede ser contestado públicamente con diferencia a la Monarquía” y que si, en algún momento, la población “se estima víctima de abusos o injusticias por parte de agentes del Makhzen, pueden remitir al monarca para hacer de árbitro”.

A la postre, el tamakhzanit es el hecho de ejercer -por parte de las autoridades- una política violenta con el fin de controlar al pueblo. Si bien es cierto que el narrador habla del Makhzen en Marruecos, también lo hace refiriéndose a los funcionarios del Estado español: “Los funcionarios del Estado siempre me han infundido temor y no quise, no pude, enfrentarme de nuevo al Makhzen español” (p.183).

Es preciso destacar que el protagonista también nos habla de la dualidad entre el Marruecos pobre y el Marruecos rico, de los dos mundos que se esconden en un sólo país, un hecho que el narrador critica duramente.

Asimismo es importante un fragmento en el que hablando de sus semejanzas con Al Yarbi, Laroui y Chraibi, el narrador discute la ruptura del pensamiento árabe con el pensamiento racional:

La necesidad de un pensamiento moderno que venza la lógica regresiva y circular en la que está empantanado el pensamiento árabe y la actitud de repliegue y ensimismamiento de la cultura árabe como reacción a su interacción con la modernidad europea. Resumiendo, hemos discutido sobre el peor de los males del pensamiento árabe actual: su ruptura con el pensamiento racional. (p.138)  

El pensamiento en los países árabes y arabófonos es irracional, es una realidad. Esto nos lleva a plantearnos la siguiente interrogante: ¿Es un pensamiento imitativo, minusválido o supersticioso? Es regido por el componente espiritual. Los niños son formateados desde su nacimiento, no son seresautónomos, individuales y personales, sino seres totalmente colectivos. Se rigen por ser musulmanes y seres tradicionales más que por ser individuos. El espíritu racional no existe, es una realidad palpable, lo que existe es el espíritu supersticioso, el miedo del futuro, un futuro que sólo conocen por lo que les han enseñado.

Hoy en día, cuando hablamos de mundo arabo-musulmán, nos referimos a una construcción que, según Mohammed Arkoun, es abstracta y niega las realidades culturales o la memoria colectiva e histórica. Para este intelectual, el mundo árabe se encuentra en un camino totalmente inverso al que sigue el mundo occidental. Si bien el mundo occidental se rige, cada vez más, por la laicidad, el mundo árabe, contrariamente, se orienta por su percepción religiosa de las sociedades, insertando, de este modo, el componente islámico en todos los contextos de las civilizaciones.

En otro orden de cosas, son varios los pasajes de la obra en los que el narrador, mediante una crítica mordaz, denigra e infama, incluso demoniza las costumbres y los valores de su sociedad de origen mediante el rechazo total de la identidad de ésta o de su componente religioso y cultural ya que, según él, “no se puede ser marroquí y vivir sin sentirse culpable” (p.71).

A lo largo de la narración nos encontramos con un protagonista que reniega totalmente de su identidad sea culturalmente como religiosamente. Siente antipatía hacia los musulmanes y hostilidad hacia los dogmas del Islam.

Podríamos decir que esta aversión hacia la religión es originaria de un rencor hacia el patriarcado que impone y que no deja que sus hijos tengan su propio pensamiento. Cuando el protagonista reniega totalmente su religión y la califica de “tosca” y “restrictiva” lo que hace es definir su relación con su padre y su desvinculación con ese patriarcado que tanto daño hace a los hijos de inmigrantes como él. 

Si bien es cierto que el protagonista nos muestra, en varias ocasiones, su apego a los marroquíes que son cultos o los que, al igual que él, han crecido entre dos culturas y se han decantado por la identidad occidental, definiéndose como una “persona irreligiosa” (p.100), no se priva de denigrar la religión musulmana fanatizada.

Existe una dualidad entre los hijos de inmigrantes: los que se centran en modelos de intelectuales occidentalizados como sería Mohammed Arkoun y otros que prefieren ver el mundo desde la perspectiva de pensadores religiosos como el famoso ulema Tariq Ramadan. De hecho, son varias las ocasiones en las que el protagonista se desvincula de las creencias de muchos de los hijos de inmigrantes que son, en su opinión, muy conservadores y que ven en el Islam una salvación, lo que, para él, hace que carezcan totalmente de sentido común y se conviertan en personas muy poco interesantes.

En conclusión, cabe destacar que en No, el narrador se apropia completamente de la cultura occidental desnudando totalmente muchos ámbitos de la identidad magrebí. Este protagonista que tiene muy bien definidos los criterios de su identidad, hace de la identidad, la paternidad, la religión y el sexo unos recursos mediante los cuales se rebela contra su cultura de origen. Asimismo, cabe señalar que este personaje no se priva de construir, deconstruir y reconstruir, así como pensar y repensar su identidad y la de todos los inmigrantes marroquíes. @mundiario

 

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