Rectas y curvas: dos mundos aparte

Rascacielos del área de negocios de Nueva York. / Mundiario
Rascacielos del área de negocios de Nueva York. / Mundiario
Los humanos construimos en líneas rectas: paralelas, perpendiculares y ángulos varios, pero raramente perspectivas curvas.
Rectas y curvas: dos mundos aparte

A diferencia de lo que nos ofrece el mundo, los humanos construimos en líneas rectas: paralelas, perpendiculares y ángulos varios, pero raramente perspectivas curvas. Dejemos aparte el gótico, claro está, ábsides y rosetones, molinos de viento, garitas de vigilancia en alguna que otra muralla o los arcos bajo un puente: excepciones que no hacen sino subrayar, siquiera en la arquitectura, la querencia por lo lineal en contraposición a los perfiles de la naturaleza. Y la notoria diferencia da que pensar.

En verano y con ropas más ligeras, las elipses femeninas certifican lo antedicho y sus ondulaciones suponen una más que atractiva estética frente a los perfiles de paredes y cornisas. Por lo demás, no son sino el ejemplo de un paisaje que huye de lo rectilíneo para mecernos (no sería posible sin el curvo vaivén del arqueo) hasta llevarnos a la ensoñación con sólo la mirada.

Desde los pechos de las palomas a las olas y los perfiles montañosos en el horizonte, desde las nubes y los astros a los meandros o los cantos rodados, las curvas se imponen y nos rodean cuando no media la mano del hombre, por lo que cabría preguntarse si, más allá de la menor dificultad que implica trabajar bajo el imperio de las rectas, no habríamos conseguido una distinta y más empática comunión con el entorno de haber optado por replicar las formas que nos vieron nacer, comulgando con ellas y más allá de ruedas o pozos.

La forma es una cárcel, sentenció María Zambrano y, sin duda, las cárceles combadas al modo de lejanos horizontes, senos o nalgas, lo serían menos porque se antoja obvio el hechizo que suponen. Sin embargo, sólo en los comportamientos nos manifestamos a veces contra lo lineal; solemos llegar cansados a la recta final y, por lo que hace a algunos, el recto juicio o la rectitud en el hacer brillan demasiadas veces por su ausencia sin que, desgraciadamente, surja en el curso del tiempo la curva de un arcoíris. Así pues, valga la sugerencia, líneas rectas como las de rascacielos para las interacciones y, para el entorno de ladrillo y cemento, algo más de imitación respecto a lo que existe desde antes que nosotros. Porque lo cierto es que, desde mi ventana, lo visto por encima de los tejados no tiene punto de comparación con ellos y, encima, da alas a la imaginación. De ahí el post de hoy. @mundiario

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