¿A quién pertenece el arte de la Iglesia?

Santiago el Mayor de Juan de Flandes (c. 1507), obra perteneciente al Museo del Prado, depositada en el
Museo das Peregrinaci ns e de Santiago v a Wikimedia.
Santiago el Mayor de Juan de Flandes (c. 1507), obra perteneciente al Museo del Prado, depositada en el Museo das Peregrinacións e de Santiago vía Wikimedia.
Entrevista con el académico e historiador del arte Jose Manuel García Iglesias, coautor de 'Crónica de un peregrino singular', editado por Mundiediciones y autor de 'Santiagos de Santiago' y 'Secretos de Catedra'.
¿A quién pertenece el arte de la Iglesia?

Hablamos con un experto en catedrales. Alguien que pondría voz a las paredes, a las sillerías. Jose Manuel García Iglesias habla por un arte que hoy parecería mudo. El arte religioso que vive hoy en España sin defensores más allá de las luchas por el patrimonio.

Caminante de todos los caminos, y en especial del que lleva a Santiago de Compostela, hace notar que el arte de la Iglesia plantea tantos problemas que merece ser contemplado de otra manera.

Catedrático y académico de número de la poco conocida Academia Xacobea y de la notabilísima Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, lleva la cabeza clara, nívea, matizada y celta, limpia de desasosiegos del andarín contemporáneo.

Del arte del Camino ha escrito para Crónica de un peregrino singular (Mundiediciones), un libro que es una suerte de vuelta al ruedo de lo que hoy pueden ser todas las perspectivas posibles sobre cultura jacobea. Guía ideológica fundamental para quien esté dispuesto a caminar. Con esta entrevista iniciamos una serie de encuentros con los autores de este libro y otros protagonistas del Camino de Santiago en este segundo año santo del, duplicado, Xacobeo 2021-22.

Portada Crónica de un peregrino singular.
Portada Crónica de un peregrino singular.

José Manuel prepara ahora estudios sobre nuestras catedrales todas. Antes se dedicó al Barroco y a la pintura del Renacimiento; en otros momentos, apasionadamente, al franciscanismo y mucho a lo jacobeo: Santiagos de Santiago y Secretos de Catedral son algunos de sus libros.

Ante las polémicas inmatriculaciones de la Iglesia o el traslado de obras de arte medievales fuera o lejos de sus lugares de origen, reivindica la vigencia de miradas alternativas sobre el arte religioso en España. Una pluralidad de miradas a ser posible. ¿A quién pertenece el arte de la Iglesia?

Nos recibe entre libros y pantallas un hombre cuya elegancia forcejea entre el humilde peregrino y el alto y santo caballero. Sigue buscando a Santiago en la Puerta del Perdón.

— Háblame de las cuatro estaciones en el Camino de Santiago ¿Cuál es la mejor época para llegar?

— Sin duda en invierno, para así gozar de la soledad del Obradoiro. No con el camino desbordante de gente como en el verano. Hay otros lugares del Camino como Santo Domingo de la Calzada que son para el verano. Y en la primavera tenemos Plasencia para cuando florecen los cerezos. Y dejaría Oviedo para la otra estación. Oviedo es muy importante, porque de ahí nació el Camino Primitivo.

— ¿Es lo mismo ver arte religioso con fe o sin fe? ¿Influye la pérdida de aura en la contemplación de las imágenes?

— Esa es una magnífica pregunta. Hay un momento en el que, en la contemplación de la imagen, hay como una especie de salto cualitativo si en definitiva sabes ver, aparte de lo que ves, algo en lo que los demás puedan o no puedan creer y en lo que puedan o no llegar al corazón de los demás. Ese punto es bueno intentar “catarlo”, e incluso participar de él, sin que eso te arrebate. Esto no es cuestión de mística. En el fondo lo que hay detrás de muchas imágenes nos es otra cosa que un explayamiento de lo que es una oración, un sermón, un catecismo. Pasado a la piedra, a la pintura, a la orfebrería.

— ¿Cómo mira el arte del Camino de Santiago una persona con fe o el peregrino que cree?

— Tristemente el arte no es de tanto interés ni inteligible para los demás como debiera de ser. Hasta en el propio mundo de los sacerdotes. Los clérigos son muy ajenos al mundo del arte. Es curioso porque, en la formación antigua del sacerdocio, se estudiaba Arqueología Sagrada. Pero hoy es muy raro el sacerdote que sepa de esto y muy pocos los que sepan historia del arte y les interese. El arte ha dejado de ser ese catecismo, el lugar donde las imágenes le decían algo al espectador o al creyente. Y se ha convertido en algo que adorna o en algo bello.

— ¿Me estás diciendo entonces que la Iglesia o las personas de fe no necesariamente tienen una mirada privilegiada sobre el arte religioso?

— No, no la tienen, porque la orientación que ha tenido la formación religiosa a partir del Concilio Vaticano II ha ido por otro lado. Ha convertido muchas cosas que eran importantes en accesorias queriendo quedarse con lo fundamental, que no está mal. Pero de esta manera, en cuanto al arte, de un 100% te quedas con un 5% de la experiencia.

— ¿Entonces qué vamos a hacer con el arte religioso en España? ¿de quién va a ser y quién lo va a cuidar?

— El mundo de la propia Historia de la Iglesia, queriendo dar pasos hacia delante, en este ámbito concreto de la Imagen, ha dado pasos hacia atrás. Todo lo que fue el Concilio Vaticano II concentró los oficios litúrgicos básicamente en un altar y un Cristo –parece que todo lo demás sobraba o pasaba a un segundo lugar– y todo esto hizo mucho daño a lo que es la puesta en valor de la imaginería, las pinturas, los retablos. Parece que todo eso es accesorio, de otro tiempo y que no tiene sentido. Y esto nos lo pone muy difícil a los historiadores del arte para decir: oiga, que esto aparte de valer mucho…

Estos días en que se habla mucho del patrimonio de la Iglesia, qué es lo que ha matriculado y dejado de matricular y todo ese tipo de historias, al final lo que observamos es que el patrimonio religioso se ha traducido y reducido, únicamente, a un valor material. Y yo siempre digo lo mismo. Siempre digo lo mismo. ¿De quién es más el Pórtico de la Gloria? ¿de la Iglesia o de quién lo entiende?

— Y fuera de la Iglesia, hay analfabetismo religioso en las nuevas generaciones.

— Suena muy fuerte, pero no te puedo decir lo contrario. Hoy gentes que visitan las catedrales juegan al acertijo de ubicar las cosas en el tiempo: románico, gótico,… pero eso es solo el primer encuadre. No basta con identificar lo temporal, un periodo. Luego viene la lectura de lo temporal y ahí casi todo es ignorancia. Antes la gente estudiaba un catecismo o historia sagrada. Sabías que había un Antiguo Testamento y uno Nuevo, lo que era un apóstol, una epifanía o una crucifixión. Sabías mil cosas, que te daban criterio para reconocer lo que tenías delante. Ese punto de partida de conocer más o menos los Evangelios o las Vidas de los Santos ahora suena ñoño y fuera de lugar.

— Si vamos a lo concreto, el hecho de que la misa sea con el rito moderno, con el cura mirando a la congregación, necesariamente ha de influir en la relación de quien está en el templo con las imágenes que le rodean. ¿Ese rito que tenemos actualmente no ayuda a verlas?

— Hoy en día el Concilio Vaticano II ha acercado mucho posiciones a las que tenía Lutero en el siglo dieciséis. La mirada luterana, participativa, el interés por el canto,… todo ese “sistema” tiene partes muy buenas. Es bueno que el creyente se sienta activo en la iglesia, faltaría más. Pero hemos pasado de una Iglesia donde antes ibas “a oír misa” y solo escuchabas y no te enterabas de nada de lo que se decía en latín… a una participación que llega a que se conteste al sacerdote. Muchos de los posicionamientos de Lutero iban por buen camino. No hay nada más renacentista que los luteranos. Que se hablase mal de las bulas, por ejemplo, tenía mucho sentido. Pero la aplicación de todo eso para el Arte fue por el peor camino.

— ¿La mirada está saturada por la acción en el altar?

— Es tanto lo que tu dices que la mirada ya solo está en el altar y no en los retablos que están detrás. Y es tanto lo que tu dices que se va a misa a tener un “ejercicio interactivo” con el sacerdote. Pero no le preguntes a nadie qué es lo que ha visto. Si tu le haces una encuesta a los parroquianos de qué es lo que hay en las iglesias, no te lo saben decir.

Capilla Mayor de la Catedral de Santiago, Juan Almecija vía Pinterest
Capilla Mayor de la Catedral de Santiago, Juan Almecija vía Pinterest

— Si las condiciones de la mirada para el arte religioso han cambiado ¿cuál sería la mirada buena?

— Hay experiencias muy interesantes y de mucho éxito para educar a la gente a ver. Me refiero en concreto al proyecto de Las Edades del Hombre, en donde se hicieron las cosas muy bien. Solo que estamos hablando de minorías. Las comunidades autónomas que puntualmente han seguido el modelo de Las Edades del Hombre  como La Rioja o Murcia o Castilla y León han visto sus frutos, pero no es lo común a través de nuestra geografía. Aquello es todo un modelo de buen hacer: prácticas, itinerancia, ejercicios de restauración,… Y el otro tema es el del trasvase, el de las fronteras de lo que podemos hacer. No fronteras en realidad, porque fronteras sería pasar de un terreno a otro. Lo que además lo complica todo es ¡cuánto arte que antes estaba en las iglesias ha pasado a los museos eclesiásticos! Muchas obras que, desde la nueva percepción, han dejado de tener sentido en el templo han pasado a los museos.

— ¿Hubo demasiada descontextualización?

— Totalmente. En los museos eclesiásticos una información que es clave, como son el tiempo y la procedencia, por razones de seguridad, se desdibuja. Muchas veces no se dan siquiera (otras sí) los datos de procedencia. Para mi el “criterio bueno” es decir de dónde vienen las cosas. Con lo que se da la anomalía –de especial incordio para el estudio de las catedrales– que es que, al juntar el Museo Catedralicio con el Museo Diocesano, se mezcla todo. Y, en lugar de deshacer el entuerto, lo complicamos. No es lo mismo el arte de una catedral, que el arte de un monasterio, que el arte de un convento, que el arte de una parroquia. Todos obedecen a la misma Iglesia, pero las sensibilidades son distintas. Nada tiene que ver la sensibilidad de un franciscano con la de un benedictino, ni con la sensibilidad de los canónigos de una catedral de España. Son tribus totalmente diferentes, y ahí está la mirada del historiador del arte para explicarlo.

— A la hora de decidir dónde se colocan las obras de arte religioso, hay una pugna museográfica: se priman los criterios técnicos o especialistas, antes que la vigencia de las comunidades de uso o contextos de uso para decidir dónde se quedan las obras. ¿Es mejor que las obras se queden donde estaban en origen? ¿Hay que dejar el patrimonio en su lugar?

— Hasta donde se pueda evidentemente sí. Pero la realidad de la España vaciada afecta mucho al patrimonio eclesiástico. Es algo a lo que debemos enfrentarnos. No puedes dejar una ermita en Castilla sin ningún tipo de defensa porque te dura dos días. Conservación y seguridad no se pueden obviar ahora mismo. Las tres patas ideales serían conservación, seguridad y estudio. En el patrimonio mueble, que lo abarca casi todo (las pinturas, las rejerías, la orfebrería, las esculturas, los retablos…), en el momento que lo cambias de sitio lo descontextualizas.

El historiador siempre tiene dos primeras preguntas. Primero, de dónde viene. No te digo ya de esta iglesia, sino de esta capilla de esta iglesia y estaba en esta pared y no en otra. Todo tiene su significado, o lo puede tener. Y, segundo, afinar en los tiempos. Cuando llegas a afinar en los tiempos, te acercas a un determinado obispo, cabildo o a un abad de un determinado sitio y puedes explicar mucho. Los que encargaban las obras hacían que fuera de una manera u otra. Tienden a ser más conservadoras las miradas que salen de las catedrales, y más progresistas las que salen de los conventos. Y son más atrevidas las miradas femeninas que las masculinas, más desinhibidas.

— ¿Te refieres a las congregaciones y las prácticas devocionales?

— Claro, claro. En el mundo de la imagen de María, la rama hispanista reza a la Virgen del Pilar y la indigenista a la Virgen de Guadalupe. Una se le aparece a un apóstol y la otra a un indio. Son devociones que parten de sensibilidades, no antagónicas, porque en algunos lugares se les rinde culto a las dos, pero sí alternativas. Incluso la otra puede generar antipatía. Pasa esto con el culto a Santiago y el culto a Santa Teresa de Jesús. Santa Teresa llegó a competir con Santiago. Santiago era el patrón de España, reconocido por la realeza y defendido por casi todo el ámbito catedralicio español, por la iglesia más conservadora. Y en cambio había otra sensibilidad eclesiástica, que se fija en las bondades y virtudes de los arrebatos místicos de Santa Teresa, y pretenden hacerla patrona de España. Ahí se crea una pugna entre dos maneras de ver la religión: los de Santiago y los de Santa Teresa. Pero siempre se acaba estableciendo una prioridad. En el mundo del arte religioso siempre se llega a crear una jerarquía. Por eso conocer la procedencia y el lugar son cosas fundamentales. Pero, cuando tu colocas una obra en un Museo, los museos tienden a neutralizar casi todo lo que no seam los perfiles estéticos de las obras.

— ¿Olvidando lo social?

— Totalmente.

Este año el Museo del Prado ha intercambiado el Santiago de Juan de Flandes por la cesión del
Embarque en Jafa del cuerpo de Santiago el Maior (c. 1480), del extraordinario pintor de retablos
hispano-flamenco Martín Bernat. Este Santiago decapitado se exhibirá en el Museo de las
Peregrinaciones hasta el 2023. Posiblemente procediera de la antigua iglesia, hoy perdida, de Santiago
en Zaragoza, junto a la Seo. La traslatio del cuerpo decapitado del apóstol y la ruta marítima del Camino
son aspectos menos conocidos de la cultura jacobea, que entidades como Fundación Traslatio empiezan a
divulgar con oportunidades de navegación para los jóvenes europeos.
Este año el Museo del Prado ha intercambiado el Santiago de Juan de Flandes por la cesión del Embarque en Jafa del cuerpo de Santiago el Maior (c. 1480), del extraordinario pintor de retablos hispano-flamenco Martín Bernat. Este Santiago decapitado se exhibirá en el Museo de las Peregrinaciones hasta el 2023. Posiblemente procediera de la antigua iglesia, hoy perdida, de Santiago en Zaragoza, junto a la Seo. La traslatio del cuerpo decapitado del apóstol y la ruta marítima del Camino son aspectos menos conocidos de la cultura jacobea, que entidades como Fundación Traslatio empiezan a divulgar con oportunidades de navegación para los jóvenes europeos.

— ¿Qué curvas de la sensibilidad, en lo social, detectas en la devoción a la figura de Santiago?

— Hay básicamente dos maneras de ver a Santiago. Uno como patrón de las Españas, como protector. Es como cuando te ponen un nombre, no es algo baladí. Es la imagen del poder, un poder focalizado en el mundo bélico, pero que va más allá de lo bélico y en realidad es total. Y luego tenemos la imagen de Santiago como el peregrino, alguien con el que te fundes en un abrazo. Un peregrino es otro Santiago: solo alguien que trata de llegar a determinado lugar.

El mundo de la peregrinación es experimental. Tiene mucho de experimentación y búsqueda personal, de esfuerzo e identificación con el apóstol aunque no sepas mucho de él. La imagen que se repite desde la Baja Edad Media es la de abrazar al apóstol. Es la imagen de fundirse con él. Antes había una imagen muy distinta. Acabó a principios del XX. Había una columna-relicario –que ahora está en el Museo pero antes que estaba en la zona del crucero de la Catedral de Santiago– y es descrita en multitud de crónicas. La cosa consistía en que le metieras el dedo por la parte de abajo (había un hueco en la columna) y tocaras el bordón del apóstol. Era otro juego de sensaciones. Hasta la segunda mitad del siglo XIX, y eso tiene que ver con el positivismo, la tumba del apóstol no estaba como está ahora en un cripta. Ahora ves una urna donde se supone están los restos apostólicos. Pero te puedo asegurar que a la gente le interesa muchísimo más el abrazo que la urna.

— ¿Me estás diciendo que la experiencia del encuentro con el apóstol antes era totalmente distinta, táctil y no visual?

— Era una experiencia emocional, no visual. Emotiva, como son los abrazos. Tenía que ser una experiencia de identificación. Está hecha de algo que el camino exacerba, que es la idea de la solidaridad. Difícilmente un peregrino en el camino no ayuda a otro peregrino que cojea. ¿Me entiendes? Nadie deja en el camino tirado a un peregrino. Eso se practica en el camino y se convierte en una magnífica lección de vida. Ese es el camino, ¿me entiendes? Se trata solamente de hacerlo más y mejor.  El camino no es una carrera, ni es hacer rallies. El camino es para, en determinados momentos, hacerlo en soledad y en otros momentos compartir pensamientos con alguien, a la vera del camino, tomándote un vino o sencillamente descansando.

— ¿Existe el peligro de que el Camino se convierta en una forma de turismo?

— A mí me ha preocupado mucho siempre –y lo doy por una de mis batallas perdidas– identificar turismo con peregrinación. Me parece una torpeza y una simplificación: me parece no entender lo que es un turista ni lo que es un peregrino. . . Tu puedes hacer turismo en el Camino, pero en esos momentos no eres ya un peregrino. Tu puedes, en el mismo mesón, estar comiendo: un turista y el peregrino, pero el talante de uno y otro es totalmente distinto. Tu no puedes igualar dos cosas que no son iguales en la cuenta de resultados. No puedes decir “han venido a Galicia, han pasado por Burgos tantos turistas”.

—¿Se está midiendo bien?

— No. No se mide nada. En absoluto. Es más, en general, el mundo de la peregrinación lo llama a todo turismo. En esto empezó muy bien Galicia en la época Fraga cuando creó la sociedad del Xacobeo, marcando un espacio. Este es un mundo, el del Camino, que existe ajeno al turismo. Porque en el camino se plantean muchas cuestiones que tienen que ver con los cuidados: sanidad, seguridad, patrimonio, aspectos sociológicos. Todo eso no es turismo.

— En una ciudad como Zaragoza quizás esté pasando lo mismo con el Pilar. Ha dejado de ser una ciudad de visita espiritual para convertirse en una ciudad de arte o de fin de semana porque pasa el AVE y hay un río y está Goya.

— Sí, pero eso no necesariamente beneficia al arte o al patrimonio religioso. En el desarrollo del Camino la relación del caminante y hasta del turista –en este caso son iguales– con lo que es el mundo del patrimonio son muy reducidas. Por ejemplo, aquí en Santiago de Compostela, prácticamente ningún turista y muy pocos peregrinos van a ver el Museo de las Peregrinaciones que está en la Plaza de Platerías y es gratuito. Si vas te deja encuadrado todo lo que has hecho y visto. Y podría hablarte de Burgos o León. Si dentro de cada ciudad no hay un itinerario religioso que complemente el Camino… algo falla. Esto lo entendieron muy bien los Papas, y lo vio muy bien Roma, en cuanto a su propia peregrinación. Pero el ejemplo romano no ha sido seguido. Tu cuando vas a Roma visitas las basílicas y no los cientos de iglesias. Tu vas a Santiago de Compostela y luego no vas a San Martín Pinario. Ni el 100 % ni el 5% de los turistas y los peregrinos.  Algo falla.

Piedra, mármolados y oro hacen el esplendor del conjunto formado por el monasterio y la plateresca iglesia de San Martín Piñeiro, en Santiago. Triunfo del Renacimiento y verdadero tesoro de cultura jacobea en todos sus matices históricos y estéticos, en su interior se guardan imponentes ejemplares de las sillerías y altares del barroco español y un sobrio escurialense claustro procesional. Fotos vía Turismo de Santiago y Diego Delso en Wikimedia.
Piedra, mármolados y oro hacen el esplendor del conjunto formado por el monasterio y la plateresca iglesia de San Martín Piñeiro, en Santiago. Triunfo del Renacimiento y verdadero tesoro de cultura jacobea en todos sus matices históricos y estéticos, en su interior se guardan imponentes ejemplares de las sillerías y altares del barroco español y un sobrio escurialense claustro procesional. Fotos vía Turismo de Santiago y Diego Delso en Wikimedia.

— ¿No hay una señalética clara?

— Lo que no hay es un interés. Las cosas se reducen a llegar: a entrar en la catedral de aquella manera, como buenamente puedas, a comer en Santiago, a darte una vuelta por las Rías Baixas… Este es el turista. En el caso de los peregrinos se suma la costumbre, que es solo contemporánea, de llegar a Finisterre. Esto es una cosa de antes de ayer, lo del fin del mundo, y que no tiene nada que ver con la peregrinación en realidad. Hay mucho por hacer: en educar, en crear buenos materiales, en dejar información en red, en generar productos atractivos. Tampoco la historia del arte es algo para quedarse en los manuales.

— ¿Y esto le toca a la Academia Xacobea hacerlo?

— La Academia hace lo que buenamente puede, pues sus ingresos son mínimos, con lo cual difícilmente pueden hacerse cosas que vayan más allá de lo individual. Todos sus miembros son personas muy entregadas. Esto debería estar encajado en organismos y en la confluencia de organismos eclesiásticos y la administración. Y te diría más. Al ser un tema europeo y con tanta trascendencia a nivel de España, sería bueno que pudiera tratarse de manera conjunta. No digo crear más organismos, sino planes de trabajo y planteamientos en los que se impliquen las distintas autonomías. Quienes están haciendo mucho por el camino son las asociaciones del Camino, los amigos del camino, llenos de ilusión. Gente que merece todos los aplausos. Son ejemplares.

— Si tuvieras que seleccionar 10 lugares u objetos del Xacobeo, tu itinere. Para conectar a las personas con la posibilidad de caminar.

— Yo haría una lectura amplia del retablo mayor de la Catedral de Oviedo. Leería la parte románica de Santo Domingo de la Calzada. De lo jacobeo, me fijaría en el coro de la Catedral de Plasencia. Intentaría explicar la relación entre Santiago y el Pórtico del Paraíso en la Catedral de Ourense. Lo más importante y lo más imponente del culto jacobeo, que duda cabe, es la sede: lo que hay desde la cripta hasta lo más alto de la Capilla Mayor de la Catedral de Santiago. Ese es otro punto muy fuerte del mundo jacobeo. Me quedaría quizás en lo que es la Catedral de Lugo, con la interpretación que cabe hacer de esa portada al Norte, con un capitel único sobre la Santa Cena en el que aparece la figura de Santiago. Me acercaría hasta Ciudad Rodrigo en la provincia de Salamanca, sumamente aleccionadora a este respecto, e intentaría buscar a Santiago en la Puerta del Perdón. E intentaría encontrar a Santiago en el retablo de la Catedral vieja de Salamanca…

— ¡Esto es como buscar a Wally!

— Se trata de buscar cuántas veces aparece y por qué; dónde está en este coro, dónde en este retablo…

— ¿Y en los museos de España?

— El mejor repertorio de Santiagos en toda España, sin duda alguna, está en el Museo de las Peregrinaciones de Santiago. Los dos museos imprescindibles son ese y el de la Catedral de Santiago. Si yo tuviera el don de dar, la Compostela no se la daría a nadie que no hubiera hecho esas dos visitas, aparte de la visita a la Catedral.

— ¿Con qué lectura o momento de nuestra historia debemos identificar el arte del Camino de Santiago?

— Contrariamente a lo que se piensa, el ámbito de lo jacobeo es muy del Renacimiento y muy del Barroco. Hay cultos dentro de lo jacobeo, como el culto a la Virgen del Pilar, que es un culto barroco, por ejemplo. No quiere decir que no tenga antecedentes renacentistas o bajomedievales, pero como devoción fuerte es dieciochesco. Yo intento llevar lo jacobeo a lo largo de los siglos hasta el día de hoy.

Claustro de la Catedral de Ciudad Rodrigo vía Pedro Prieto en Pinterest.
Claustro de la Catedral de Ciudad Rodrigo vía Pedro Prieto en Pinterest.
— Una cosa que haces muy bien en el libro es visibilizar que lo jacobeo pertenece a otros territorios y no solo a Galicia. Que hay Camino por y para toda la península. Señálame la presencia de Santiago en lugares distintos de Galicia.

— De Aragón, el Pilar. En el mundo murciano, la creencia de que fue el primer lugar donde predicó el Apóstol Santiago, y donde fue evangelizador. Luego en el mundo castellano, se ha creado el vasto mundo de los santiagos peregrinos. Yo pensé que encontraría el Santiago Matamoros en toda la frontera con Portugal, por la cantidad de guerras que hemos tenido con ellos, pero no es un culto tan abundante en esa frontera sino más bien en el mundo del sur, a partir del siglo XVII. Porque esa es otra: no siempre se ve a Santiago de la misma manera. Fundamentalmente se le ve como peregrino en el mundo medieval, pero tiende a ser más caballero en el mundo barroco.

— La conexión del Camino de Santiago con Zaragoza y el Pilar no se conoce tanto.

— La Virgen del Pilar es un elemento fundamental del culto jacobeo. Dentro de la tradición de Santiago hay un capítulo muy particular que es el de las apariciones de la Virgen a Santiago en su andar por las tierras de la península. Y en las oraciones se habla de la “visita en carne mortal” de la Virgen a Santiago en Zaragoza. Desde este relato se deduce que la Virgen vivía cuando vino a Zaragoza, y vio a Santiago. Y eso nos lleva a decir que “la primera” iglesia dedicada a la Virgen que hubo en España sería la capilla que el apóstol mandó levantar a la Virgen en Zaragoza. A partir de ahí tiene sentido la idea de una Virgen del Pilar. Nace un sentido que se desarrolla a partir de la Baja Edad Media. No existiría la Virgen del Pilar si no existiera la visión de Santiago y sus discípulos de la Virgen, y una historia lleva a la otra. En muchas catedrales aparecen ambos. No en todas, porque la Virgen no necesita a Santiago para ser venerada, pero el culto de ambos se asocia mediante la imagen de “un Santiago orante ante la virgen”. La imagen más habitual, la devoción es la de un hombre arrodillado ante una virgen que está sobre un pilar y que se desarrolla bastante durante el Barroco. En todos mi estudios sobre el culto jacobeo he destacado ese culto a la Virgen del Pilar.

El puente medieval a la entrada de Allariz, en Ourense, sobre el Camino de Santiago y el río Arnoia, construído en el siglo XII, estaba bajo la custodia de la Orden de Malta, como la iglesia barroca de Santa María de Vilanova, levantada al paso del camino mozárabe o Vía de la Plata. Encontramos en este pueblo las iglesias románicas de Santiago o Santo Estevo o el secreto convento de Santa Clara. Es uno de los cascos históricos mejor conservados de Galicia. En Allariz se crió Alfonso X y se cree que aquí es donde pudo aprender gallego. Murcia y Toledo están dedicando este año al rey sabio varias exposiciones para celebrar el 800 centenario de su legado. Fotos vía JLCernadas de Fotocommunity y Vive Camino.
El puente medieval a la entrada de Allariz, en Ourense, sobre el Camino de Santiago y el río Arnoia, construído en el siglo XII, estaba bajo la custodia de la Orden de Malta, como la iglesia barroca de Santa María de Vilanova, levantada al paso del camino mozárabe o Vía de la Plata. Encontramos en este pueblo las iglesias románicas de Santiago o Santo Estevo o el secreto convento de Santa Clara. Es uno de los cascos históricos mejor conservados de Galicia. En Allariz se crió Alfonso X y se cree que aquí es donde pudo aprender gallego. Murcia y Toledo están dedicando este año al rey sabio varias exposiciones para celebrar el 800 centenario de su legado. Fotos vía JLCernadas de Fotocommunity y Vive Camino.

De las 60 catedrales que me interesa estudiar en España, ya he visto 40. No sé si la vida me llegará para tanto, porque tengo ya mis años y un plan de trabajo y no sabes nunca si lo vas a poder cumplir, pero ojalá pueda escribir un libro sobre el mundo aragonés, catalán y valenciano del Camino, donde el tema de Sant Jaume es muy importante. Porque en la cultura española necesitamos subrayar –no crear, porque ya están creados– sino subrayar muchos puntos de encuentro. Yo me marqué un camino y no sé si lo acabaré. @mundiario

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