El poemario del pontevedrés Marcus Daniel Cabada ni es llano ni es circular

Marcus Daniel Cabada, autor de El llano circular. / noticiasgalicia.com
Marcus Daniel Cabada, autor de El llano circular. / noticiasgalicia.com

La tarea a la que nos traslada este magnífico poemario es a conocer si nosotros tenemos un significado predefinido asociado a palabras y lo aplicamos a un significante ya sabido,  o viceversa

El poemario del pontevedrés Marcus Daniel Cabada ni es llano ni es circular

El poemario que nos presenta el pontevedrés Marcus Daniel Cabada –colaborador de MUNDIARIO– ni es llano ni es circular, como la ilustración que sirve de portada. Sin embargo, sí es un ejercicio intelectual sobre las palabras, sus significados y sus significantes. La tarea a la que nos traslada este magnífico poemario es a conocer si nosotros tenemos un significado predefinido asociado a palabras y lo aplicamos a un significante ya sabido,  o viceversa, es decir, a si los significantes buscan espacios vacíos asociados a significados nuevos. En el poemario ocurren las dos cosas, aunque esto último nos lleva a que los significantes responden a significados inconscientes, con lo que estamos ante una tarea muy delicada epistémicamente.

Volveremos al inconsciente más adelante. Comencemos por otra arista. El libro de Cabada, que es el primero en poesía pero que ha publicado dos más en prosa,  es una excelente representación de memoria escrita, donde se mezclan el recuerdo, el olvido y la escritura, y en el que el cemento que une a todos estos elementos es el lenguaje. El escrito no tiene apegos territoriales, no está vinculado a un espacio cartográfico próximo sino que tiene un carácter universal derivado de los imaginarios que el escritor es capaz de crear y de domesticar. Ese domeñamiento se anuncia en el “llano” del poemario, el cual nos muestra historias plurales, y en el afloramiento de un presente que es real y a la vez alegórico, y que nos traslada a un futuro repetido e incierto en ese presente “en espera” de manera constante y repetitiva. Por eso es “circular”. El texto, en un inicio, en cuanto al tiempo, pretende ser “llano” en el sentido de presente y “circular” en la perspectiva de futuro. En relación al espacio, el autor conjuga una creación cartográfica imaginaria que difumina los estratos temporales y que se sostiene más en pilares inconscientes y de perfección ideal que real.

Nunca falta alusión a “la tierra en llano” o a áreas más reales como la “luna”. Estos lugares se conjugan con unos tiempos que los acompasan

El libro, pues, ofrece una reflexión sobre el espacio, como podemos leer en los diferentes poemas. Así nos encontramos con alusiones a “lo perdido”  que se remacha en un cioranesco “ya no tienes nada”. También está presente lo que el autor denomina como el “mar ausente” que vincula en un poema posterior a “lo que podría ser”. Nunca falta alusión a “la tierra en llano” o a áreas más reales como la “luna”. Estos lugares se conjugan con unos tiempos que los acompasan, puesto que en todo el texto nos encontramos con un tiempo de escape.  El “escapismo”, por tanto, es el protagonista cuando Cabada habla de “el viaje” en el que “el pasado ya fue, vendrá un mañana”, o en los versos en los que la huida en relación a la patria dan el paso a temporalidades como la noche, el olvido o la espera, tan del gusto de Fray Luis de León, Quevedo, etc. (referencias del autor). Por tanto, el tiempo y el espacio se asocian por momentos para formalizar el relato de los poemas que constituyen la historia “La historia te revoca en la evidencia de un comienzo, de otra mano en la arena”, subraya el autor.

Además de espacio y tiempo, el libro nos lleva a las emociones, como pueden ser la duda, el remordimiento, la angustia, el letargo, el paro, o la soledad. Todas estas impresiones que amueblan ese “llano circular”, que ni es llano ni circular como hemos dicho, crean una zona emocional de parálisis, de espera y de quietud. Estas características ayudan a la edificación de lo onírico. Así, nos encontramos con frases como “balada del sueño”, el recurso a la paz, al mismo sueño o a la muerte abstracta. Además, tenemos constantes apelaciones a la entrega, al olvido (muchas veces en relación a la patria) o la nostalgia. Todos enlazan con el pasado, con los gestos, con los días y con el “llano”. Aquí el “llano” es un espacio y se erige en una frontera que sueña con su Edén, atrapado en un círculo de espera.

En el poema  el “llano circular” (p. 38) se concentra todo, es el retorno, lo circular sobre un espacio inexistente.  El “llano circular” es ahí un “espacio de experiencia” vivido que abre un “horizonte de expectativas” en continuo retorno. El primero nos lleva a la memoria, al presente que hace  presente lo ausente y al “yo”, que nos traslada a la emoción y la universalidad. En cuanto al “horizonte de expectativas”, el futuro, se nos destapa circular, retorcido, donde habita el olvido con un principio y un fin y donde se confunden ambos. En el principio y en el fin lo circular y lo lineal es lo mismo. Lo circular es el tiempo y las metas a un mismo espacio (noche, día, patria y la muerte). “Apagado el manto partirá el llano al olvido, a la angustia de la espera, la busca y el encuentro. Así comprenda el sueño que no haya quien lo porte”, escribe el autor.

El texto tiene una relación muy estrecha con la memoria, tanto de su memoria individual como de la colectiva, conectada con la generación que representa

Tenemos también otros elementos destacados en este primer poemario de Marcus Cabada. El texto tiene una relación muy estrecha con la memoria, tanto de su memoria individual como de la colectiva, conectada con la generación que representa y al espacio de pertenencia intelectual “imaginario” que establece el autor con sus referencias literarias. Además, la memoria está vinculada al recuerdo y al olvido (Ricoeur) que se descubren en este poemario y que reflejan los posos y los pecios (Ferlosio) de un mundo vivido y pensado. La patria en Marcus es un espacio donde se mezclan la noche, el día, el llano, que todos juntos constatan una espacio de profecía, de “muerte del pecado” y de “naturaleza y espiritualidad” en búsqueda, siempre, de un punto de fuga y de salida de la realidad para buscar una perfección utópica.

El poemario también tiene una serie de características más formales, como su relación con el simbolismo. Conectado con autores como Rimbaud o Bodelaire, muestra toda una serie de correspondencias ocultas en el leguaje creando espacios y tiempos imaginarios que lo llevan a congelar el instante. Los versos son ”momentos” donde se condensan emociones y lecturas narrativas. En buena medida son poemas contra el realismo y en base a lo “líquido”, a lo viscoso, que nos muestra siempre una vía de escape a un mundo cincelado por el autor.

La escritura inconsciente, tanto desde el propio texto como desde la perspectiva que crea el propio Marcus Cabada es un aspecto a destacar. La cantidad de códigos y claves ocultas que suelen contener los poemarios se entremezclan aquí con un cierto pensamiento de la mirada (Rosalind E. Krauss), es decir, el ojo y la “escritura oculta” crean un imaginario que conforma un territorio invisible (real e imaginario) de deseos latentes y de espacios ilusorios y luminosos, pero necesarios. La realidad, por tanto es consecuencia del imaginario (es el “llano circular”). Y lo imaginario da lugar a una fuga, un escapismo que preside todos los poemas. En algún aspecto es un materialismo bajo (Bataille) porque los argumentos se presentan a partir de la fuerza de los significantes creados desde una lectura oculta.

Por tanto, es una poesía “antirretiniana imaginada”, de esperanzadora derrota, de desdicha agradable y abiertamente cerrada. Y en la que se contienen varias historias que se funden en memorias, en imaginarios no reales que muestran fotos imposibles que aúnan la tradición y la modernidad. Con el fin único de buscar un ángulo de fuga que rompe ese llano que no es circular y ese círculo que no es llano, porque ni el espacio se puede atrapar ni el tiempo se puede habitar en un círculo inconcluso donde siempre hay una idea escapista que nos traslada a un mundo ideado por el propio Marcus Cabada a partir de sus pecios de realidad imaginada. “Todo el llano que tan vasto desdeñó la luna traza ahora un círculo en memoria de esa ausencia, tan equívoca, tan cambiante, tan combatiente”, señala Cabada.

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