Yo, el perro Frico

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Perro Frico. Ilustración de Palmeral

La fábula es una composición literaria narrativa en prosa o versos, cuyos personajes principales son animales, cuyo mensaje es presentar o hacer una crítica de condición humana. Frico es un perro lobo, que fue perro detector de drogas y ahora está jubilado y nos cuenta sus andanzas.

Yo, Frico

Soy un perro lobo de unos catorce años según la nomenclatura humana, pero de unos 50 años para los caninos ya más que pa cá.

Obedezco al sonoro nombre de Frico, que no sé lo que significa. Me conviene ser un perro obediente y no llevar la contraria a mi amo, pero no del todo sumiso, pues de lo contrario me convertiría en una gallina. Lo entiendo todo y sé leer desde cachorro, cuando el señorito Emilio empezó a leer e ir a la escuela, porque somos de la misma. Lo que sucede es que él tiene quince años y yo cincuenta.

Los perros lobos somos, físicamente lo más parecido a los lobos salvajes, mis lejanos ascendientes, que siguen buscando comida en manada como en los tiempos antiguos. Pero a mí me dan de comer por mis servicios de compañía, es decir, que trabajo por la comida y por el techo, pero de otro modo.

A mi primos los lobos, lo que les incomoda son las cadenas al cuello, y del bozal ya no hablemos, porque es como ponerse guantes en la boca. Pero como nunca jamás he mordido a un humano, y todos me conocen en mi pueblo Frigiliana, a mí nunca me pusieron bozal.

Mis ojos no son muy grandes, de color cáscara de almendras dulces, flotan a ambos lados de mi cráneo alargado y peludo como dos huevos negros cuales gallinas negra Ayan Cemani. Mi hocico es largo y acaba en una fresa de carne color ámbar. Mi olfato son mis ojos, de joven los tenía comparables a la delos jabatos salvajes.

Rondaré los treinta kilos de peso, según mis cálculos, no como mucho, a la edad es siempre… Me dan patas cocidas de pollos y pescuezos, yo a mi bol de comida le pongo flores silvestres del jardín, que le gustan mucho como los grandes gurmés. Y luego me hecho una siestecita porque como dice el refrán: «El perro que duerme no lo despiertes».

Yo, si se encuentro a gato no le hago ni caso, para qué si no se comen y además tendría que correr como un galgo. La gata de la vecina es una torpe siamesa, con la que ni fu ni fa. Ella a su rollo y yo al mío, a vivir que vía son cuatro días.

En mi juventud fui un perro policía, un cachorro adiestrado en la Escuela de Adiestramiento de Perros de la Guardia Civil, situado en la carretera de Colmenar en el Pardo de Madrid. Mi adiestrador fue Palmeral cuando era un cabo rojo, y nos destinaron al aeropuerto de Málaga, allí hicimos muy importante servicios, a mí me dieron varias medalla por encontrar más de 200 alijos de drogas de maletas.

Pasaron los años, me fui haciendo viejo, y empecé a perder facultades olfativas y, sobre todo, vista, más una enfermedad canina de la que no me acuerdo su nombre, y por eso me jubilaron y me adjudicaron, o mejor dicho me entregaron a mi adiestrador, que por cierto también se jubiló a los 58 años, por edad.

Y como mis amos heredaron una casa, preciosa, con balcones que mirar a los atardeceres, y algunas tierras, nos vivimos a vivir a Frigiliana, y aquí estamos, sin yo perder mi olfato policial.

–Azú que peaso perro, este tonto del Frico.

Así pasan mis días, en ofensas continuadas, sin poder morder a algunos de los que me increpan, porque como he dicho, la vida en sociedad consiste en respeto mutuo, incluso con la naturaleza porque también tiene vida autónoma.

Incluso cuando la sombra de un pino se levanta y se pone de pie, partiendo del suelo fértil, como un fantasma, es porque el pino quiere decirnos algo. Los pinos son seres vivos con sombras animadas a las que le late su corazón de paisajes. Así es la ida en estos parajes al sur, de los mares de zafiros y de verdes ensamblados con el azul. Me echo a dormir vigilante.  

La noche se convierte en un pozo de luna en el que el agua es cielo y los cubos planetas así es mi mundo. Los sueños caninos son complejos, porque nuestra mente está diseña hacia el mundo desconocido de los olfatos y las orquestas de los olores. Huela a resina de pinos que vuelan entre ramas de huesos o cuernos de cabras monteses o ciervos coronados. Todos las ocasiones son miméticos como lo pueden ser los rezos del viento en lo honde los barranco entre chopos. Las hojas amarilla vuelan como mariposas a las que les hubieran puesto un motor de ciclones llevados por una corriente de pasos frustrados.

Ramón Palmeral es autor de "Mi amo Palmeral y yo". @mundiario

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