Paul Auster y su particular viaje por un scriptorium

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Portada de la novela. / Anagrama
Novela inspirada en la propia complejidad que denota el acto de la escritura, Viajes por el scriptorium es un tributo al Kafka más difuso.
Paul Auster y su particular viaje por un scriptorium

Viajes por el scriptorium es un homenaje a las parábolas de Kafka y a la maldición de la escritura como trabajo inflexible. Compré la novela hace muchos años y anoche comencé a leerla hasta acabarla. Auster ha sido uno de esos autores que me ha ido defraudando con el paso del tiempo, no por la calidad de su escritura, sino por el desgaste de su imagen mediática y de una disciplina donde parece que escribir no le cuesta. Qué envidia da. Lo sobrecogedor de cualquier narrativa lo ha hecho oficio ya en su caso,como le ha pasado a Javier Marías, a Almudena Grandes o a Vargas Llosa. Y eso es malo para lectores como yo, que buscamos la provocación y la conmoción. Pero esta obra es una excepción en su trayectoria.

Publicada en Anagrama en 2007, definoViajes por el scriptorium como un homenaje al mundo de Kafka. No me importa ser tan determinante a estas alturas de la película. Y eso la hace grandilocuente, pero a su vez enormemente sagaz.

En casi doscientas páginas, mantiene la tensión, el suspense, pues administra perfectamente lo vivencial con lo introspectivo, así que estamos ante un relato consistente que recuerda la agudeza enigmática de Don DeLillo, sin abusar de su complejidad estructural.

Míster Blank está encerrado en una habitación. Escribe lo que puede, pues no recuerda nada de su vida, ni siquiera los motivos de su condena. Numerosas visitas lo interpelan a que se atreva a recordar, le advierten de los escenarios apocalípticos del exterior hasta que llega un punto en que el lector no sabe qué es real o qué es onírico.

Y, aunque es recurrente esta estrategia en la literatura y en el cine del siglo XX, en Auster parece novedosa a través de esa recreación distópica que se se nos ofrece de manera fragmentaria para que no reconozcamos nunca un discurso lineal y coherente, para que no logremos cerrar una historia que, en sí misma, es una rendición al propio acto de la escritura.

Diálogos amenazantes, subtramas sin asunto definido, abluciones y crueles retratos de un mundo exterior en declive van suministrando a Míster Blank razones suficientes para permanecer en ese delirio, sin otro fin, quizá, que, en algún momento, regresar a la escritura. @mundiario

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