Tres paisajes urbanos y una mujer

María Pacheco.
María Pacheco.
María Pacheco se exilió en Oporto, donde vivió nueve años en una casa cedida por el obispo y donde falleció en 1531.
Tres paisajes urbanos y una mujer

De todos los paisajes urbanos  que disfruté en mis viajes por la península ibérica siempre destaque y visité asiduamente tres.  Granada desde el Albaicín, con el río Darro por el medio.  Toledo desde los cigarrales, y entre ellos el Tajo y Oporto, ya sea desde el mirador de su catedral o desde en frente, en Cáis de Gaia, con el Duero como referencia.  Los tres con una destacada topografía que los muestra perfectamente, un gran  patrimonio construido, muy bien conservado y un río, que siempre se lo pido a las ciudades, en especial al observar su paisaje.

Estas tres ciudades fueron escenario sucesivo de la corta vida, 35 años, de un personaje único y bastante desconocido en la historia de España, María Pacheco.  Vida especial por sus orígenes familiares y su infancia, por su matrimonio y por su final. Tres etapas de su vida que transcurren en las tres ciudades señaladas.

María, la Brava Hembra, así se le llamó por su coraje, por su vida, fue hija de Iñigo López de Mendoza, primer marques de Mondejar y conde de Tendilla, descendiente del Marques de Santillana, al que los Reyes Católicos nombraran alcaide perpetuo de la Alhambra, habiendo entrado en ella un día antes de la entrega de las llaves a los reyes, desde allí la noche del 1 de enero de 1492 desplegó en la torre de la Vela el estandarte de Castilla y disparó las tres salvas que avisaron a los reyes que el día 2 podrían entrar. Es allí, en el palacio de Yusuf, donde ella nace en 1496 y vive quince años educándose en un ambiente renacentista con formación a cargo del erudito Pedro Mártir de Anglería, su preceptor, todos los hermanos alcanzaron grandes cargos en el gobierno del emperador, varios embajadores y el primer virrey de México, pero el más cercano a ella fue el gran poeta Diego Hurtado de Mendoza, el cual le dedicó un poema a su muerte. 

Por su marido dejó la Alhambra y se fue a vivir a Toledo, pues Juan Padilla había heredado de su padre el cargo de regidor de la ciudad, lo que le llevaría a capitanear las fuerzas de Toledo en el levantamiento comunero, junto con Juan Bravo y Francisco Maldonado en sus respectivas ciudades, los tres decapitados en Villalar, levantamiento iniciado al oponerse a enviar procuradores a la Cortes, que primero se iniciaron en Santiago de Compostela y después en A Coruña, por desacuerdos con el gobierno de Carlos I. 

Una vez enterada de la muerte de Juan Padilla, María dirigió la oposición de Toledo a Carlos I durante los nueve meses que duró el cerco a la ciudad. Todo ello coincide con la marcha de Carlos para ser nombrado Emperador y la invasión de tropas francesas para recuperar Navarra, hechos que facilitaron la larga duración de esta extraña guerra dirigida con gran tenacidad por María en Toledo que con veinticinco años echa un pulso al mayor imperio conocido.

Cuando en 1521 entran definitivamente en Toledo las tropas imperiales, María, con muchos enlaces familiares en los entornos del emperador, logra escapar de la ciudad y se exilia en Oporto, donde vivió nueve años en una casa cedida por el obispo y donde fallece en 1531 sin haber permitido que en su nombre se pidiese perdón a Carlos I,  recibiendo sepultura en la capilla de San Jerónimo de la Catedral, aunque sus restos desaparecieron en obras posteriores. Desde entonces alguien dejó pagadas muchas misas en recuerdo de ella y su marido en la Catedral de Oporto, por Juan Padilla se celebraron cada 24 de abril, aniversario de su decapitación y por María Pacheco cada 24 de mayo, y así fue hasta entrado el siglo XX. En España no se permitió por parte del Emperador ni por su hijo Felipe II el traslado de sus restos a donde está enterrado su marido. Hasta el siglo XIX con la llegada de los liberales no se hace el monolito que en Villalar recuerda la decapitación de los tres lideres. @mundiario

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