Olivier Guez, viaje a las entrañas del mal

La desaparición de Josef Mengele. Olivier Guez. Tusquets editores, 2018. Colección andanzas.
La desaparición de Josef Mengele. Olivier Guez. Tusquets editores, 2018. Colección andanzas.

La desaparición de Josef Mengele es un magnífico trabajo del escritor y periodista francés. Los lectores asistirán a una narración tan esclarecedora como vibrante y documentada del Ángel de la Muerte

Olivier Guez, viaje a las entrañas del mal

LA ASCENDENCIA DEL MAL Y EL HORROR. Las ideas tienen como inexorable destino el enfrentamiento con otras contrapuestas que se presentan, explicitan y fundamentan como verdaderas e íntegras en la construcción de un posicionamiento de estado y su proyección de futuro con revestimiento democrático. Hasta aquí nada que no pudiéramos entender como aceptable o, quizá, no. En la proporción en que el valor de lo humano, y por tanto de lo diverso y heterogéneo, queda supeditado a la maquinación y subversión del posibilismo ortodoxo, la interpretación y ajuste de cuentas con la realidad, es una versión reducida de la severa transformación que los totalitarismos aplican hasta más allá de sus últimas consecuencias en el intransigente y férreo control de las conciencias.

Su irrenunciable existencialismo abordó la cuestión desprendida de prejuicios raciales que le desviaran de su propio juicio crítico. Ello no resta ni justifica los horrendos crímenes cometidos por la maquinaria asesina del totalitarismo nacionalsocialista alemán

En tal grado se genera y evoluciona esta afección, que el paroxismo traspasa los umbrales de la intimidad. La moral pública es un catecismo reaccionario que tras tocar la puerta del hogar, es invitada a la mesa como un miembro más de la familia. El matiz estriba en la asunción de la sistematización de aquellas –las ideas- y la creación de un engranaje tan despiadado que no exista reversión en el pensamiento y este quede supeditado a una repetición omnímoda, uniformizada y destructora de todo atisbo de crítica como expresión de libertad. Desde ese momento el cinismo flirtea con la mentira ad nauseam. Es el triunfo de la siniestra abducción que se profesa como poderoso precepto religioso y doméstico en su conjunto: el mal está servido y el horror hierve en la cocina a la espera de su cocción.

ROSTROS SIN FACCIONES. La captura en Argentina de Otto Adolf Eichmann por tres agentes del Mossad, se llevó a cabo el 11 de mayo de 1961. Se hacía llamar Ricardo Klement y vivía con identidad falsa como tantos otros nazis que se establecieron en el continente americano tras la Segunda Guerra Mundial. El posterior traslado a Jerusalén donde fue juzgado y ejecutado, se convirtió en un acontecimiento revelador de la pugna que el librepensamiento sostiene para defender su autonomía e independencia de análisis ante la coyuntura mediática y la presión política e incidir en la reflexión. El otrora teniente coronel de las Schutzstaffel –SS- era uno de los máximos responsables de la denominada Solución final que tenía como objetivo la deportación y exterminio de la raza judía con la que paradojicamente compartía lazos de sangre. A la teórica política Hanna Arendt como así gustaba definirse, le fue encomendado el seguimiento de este juicio por el periódico The New Yorker. Las tres semanas que ocuparon su estancia en Israel, tuvieron como resultado la edición de artículos que fueron calificados de escandalosos, y que posteriormente conformaron la obra Eichmann en Jerusalén: informe sobre la banalidad del mal, publicada en 1962. “Lo más grave, en el caso de Eichmann, era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales”.

Su irrenunciable existencialismo abordó la cuestión desprendida de prejuicios raciales que le desviaran de su propio juicio crítico. Ello no resta ni justifica los horrendos crímenes cometidos por la maquinaria asesina del totalitarismo nacionalsocialista alemán como también lo fue el estalinista. La discípula judía de Heidegger se desmarcó de lo que se esperaba de la presunta afinidad y empatía que podría entenderse, para discrepar abiertamente y sin tapujos sobre la presunta legalidad del estado israelita para la celebración del juicio y desvelar la complicidad de los presidentes de los Consejos judíos con la delación de sus semejantes. Todo un pesado armamento intelectual que deviene en justa medida de principios insobornables, “Nunca en mi vida he amado a ningún pueblo ni colectivo, ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al norteamericano, ni a la clase obrera, ni a nada semejante. En efecto, sólo amo a mis amigos y el único género de amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas”.

LA DESAPARICIÓN DE JOSEF MENGELE –Tusquets editores. Colección andanzas. 2018. Traducción de Javier Albiñana- La aproximación a personajes contemporáneos contrae un débito exigente y exigible con la constatación de hechos y datos documentales que establezcan de modo irrefutable la perspectiva que, siendo excesivamente cercana, podría verse distorsionada o mostrarse confusa. A pesar de ello, el rigor interpretativo de estos no siempre es bien avenido con la profundidad psicológica del protagonista. El trabajo de investigación no puede circunscribirse a la mera observancia de los registros y testimonios, tiene que descender a los entresijos que terciaron en su trayectoria. Con esta premisa la obra es un auténtico postulado de recreación novelada y crónica documental. El hecho que en estos últimos tiempos haya proliferado la crónica como género mantenedor de cierta moda literaria, no resta un ápice a este trabajo serio, riguroso y audaz. El escritor argentino Martín Caparrós señala que este auge “no debe traducirse en renuncia a un componente ideológico o político que a su juicio es indisociable de la crónica, cuya función sería refutar, desde la incertidumbre, los discursos oficiales o el relato dominante, partiendo de una posición deliberadamente marginal que busque asimismo formas nuevas o distintas de decir”. Esa forma distinta de decir viene tendida por la mano del apasionamiento intelectual por contar.

Manuel Chaves Nogales sincretiza este oficio y lo define como el de “andar y contar”. Nombrar a Josef Mengele supone bajar la escalinata del macabro y tenebroso mundo de los Morlocks que refiere Herbert George Wells en La máquina del tiempo. “Me afligió pensar cuán breve había sido el sueño de la inteligencia humana. Habíase suicidado”. Es  la lúcida cavilación del viajero a través del Tiempo ante la evolución de la humanidad hasta llegar al año 802.701, meta de su viaje, es vislumbre de lo que situara a la humanidad contemporánea en la barbarie y el primitivismo. Apenas 30 años después de la publicación de esta novela de ficción en 1895, se edita el primer tomo de Mein Kampf, exposición ideológica del nacionalsocialismo. Curiosamente se cita al magnate Henry Ford y su obra El judío internacional: el primer problema del mundo como fuente, que además fue admirador y financiero de su autor, Adolf Hitler. Este se presenta como Übermensch, el superhombre, versión del concepto filosófico que concibió Friedrich Nietzsche en su obra Así habló Zaratustra. Con esta credencial de liderazgo incontestable, el totalitarismo nazi iniciaba sus primeros pasos.

El tempo literario se anuda a la realidad documental, construyendo una sobresaliente introspección anímica sustentada en la indagación pormenorizada de los avatares de su fuga como pretexto para recordarnos la barbarie de un tiempo del que nos distancian apenas 70 años

La vertebración social de esta ascendencia política originó un estado atormentado e imbuido por la obediencia en el ámbito privado y público. La violencia y la moral violentada se aplicaron como certeras y eficaces herramientas de poder ante el individuo y su capacidad de respuesta. Y si bien existieron grupos de resistencia no violenta como Weiße Rose –La Rosa Blanca-, la intelligentsia a la que apelaban nunca obtuvo el respaldo que reclamaban y su iniciativa fue reprimida criminalmente. La figura del Ángel de la muerte de Auswitch desprende cierto halo de misterio que la obra contextualiza históricamente con hábil precisión para entender las relaciones y atmósfera de la política internacional en la búsqueda infructuosa de los exponentes nazis. En muchos consentida y protegida por los gobiernos donde residieron como lo fueron los de Perón y Stroessner. En estos países la red de filonazis operaba con plena libertad de acción. Le procuró protección durante su etapa de clandestinidad de 30 años entre Buenos Aires y Brasil hasta su fallecimiento en 1979. El prófugo de la justicia internacional se presenta como un hombre convencido y consciente del mandato que recibió como ingeniero de raza de Heinrich Himmler, su jefe supremo.

El relato de su huida y decadencia se complementa con la mirada retrospectiva sobre la actuación homicida que personalizó en el campo de la muerte donde recibió el sobrenombre por el que fue conocido junto a otros médicos en la selección de víctimas: cámaras de gas, trabajos forzados y experimentos genéticos mortales. Los estados emocionales y reflexiones personales que contrastan con el sentimiento del perseguido y los estallidos de rabia, enojo, soledad, depresión, delirio interaccionan en su máxima expresión. La quiebra de su robustez ideológica en ningún momento pierde el acento grave y la narración se asienta en la confrontación que traslada al propio lector para que discierna por sí mismo. Los aspectos moralizantes se obvian en el sentido más influyente. Es decir, se exponen para que la lectura apelmace ese espeluznante tono humano que proviene del frío ejecutor y verdugo de los planes de la raza aria.

El tempo literario se anuda a la realidad documental, construyendo una sobresaliente introspección anímica sustentada en la indagación pormenorizada de los avatares de su fuga como pretexto para recordarnos la barbarie de un tiempo del que nos distancian apenas 70 años. Y cuyas consecuencias son palpables en la política mundial actual. Los claros signos de regresión e involución en ciertos países de la Unión Europea frente a la problemática de la inmigración, señalan una tendencia ombliguista y alarmante. Sin olvidar los labios fúnebres de la Guerra de los Balcanes.

OLIVIER GUEZ, TRAS LA SOMBRA FURTIVA. La niebla que supo insuflar Josef Mengele a sus pasos fue lo suficientemente densa para evitar que tanto Simon Wiesenthal como el Mossad lograran su detención y juicio como en el caso de Eichmann. Estas pesquisas en el primero de los casos teñidas de cierto oportunismo personal y en el segundo de intrigas solo confesables en las catacumbas del estado israelita, difieren, solo en principio, del Fiscal General de la República Federal Alemana, Fritz Bauer.

A finales de los años cincuenta las instituciones estatales están formadas por nazis reconvertidos a la democracia. La memoria secuestrada no permite abrir procesos de investigación que redunden en la depuración de las responsabilidades por su reciente pasado criminal. Su decisión de filtrar datos a la agencia de inteligencia de Israel sobre el paradero de Eichmann, descerraja la puerta para la intervención de esta y propicia un nuevo escenario. Las valiosas averiguaciones de Hermann Langbein obligan al Ministro de Asuntos Exteriores a solicitar la extradición de Mengele al gobierno argentino, gracias a la orden de detención del fiscal de Friburgo que emite por asesinatos con premeditación y tentativas de asesinato. "¿Cómo un hombre, hijo de buena familia, que hizo dos doctorados, en Antropología y Medicina, al que le gustaba la música y la literatura clásicas, pudo enviar a 400.000 personas a las cámaras de gas en la rampa de selección de Auschwitz mientras tarareaba ópera y cortar luego a niños en pedacitos?".

El escritor francés, ganador con esta obra del prestigioso premio Renaudot de novela 2017, no sin cierta audacia, nos presenta una historia de cruda y soterrada mitificación, que a medida que nos adentramos en su trama mengua hasta hacerse mundana. El hombre codicioso, egoísta, débil y temeroso que representó el mal en su sentido más abyecto, se confiesa en el diario que le acompañó, en una especie de práctica de la autocompasión. Pero no precisamente por los excesos cometidos. Su aciago destino se convierte en una prisión a cielo abierto en la que se siente injustamente encerrado. Es la pieza perdida del rompecabezas que no tiene sitio ni lugar donde ser útil para la causa en la que sigue creyendo.

El trabajo de investigación no puede circunscribirse a la mera observancia de los registros y testimonios, tiene que descender a los entresijos que terciaron en su trayectoria

En la película El extraño dirigida e interpretada por Orson Welles en 1946, podemos encontrar la plasticidad simbólica afín con que esta novela trasluce el retrato psicológico de Mengele en cuanto al desequilibrio y su desencadenante obsesivo compulsivo en la no negación de su pasado y la incertidumbre del destierro que sufre. Es como si toda la incomprensión del mundo se cebara en él, ”Maldita e injusta Alemania, él se limitó a cumplir con su deber de soldado de infantería de la biopolítica nazi”. Quizás lo afectivamente desgarrador es el carácter que la herencia porta como estigma. Su hijo Rolf desconocía la existencia de su padre. Nunca pensó que lo fuera aquel tío que un lejano día lo visitó. Cuando tuvo constancia de ello, quiso enfrentarse con la versión de su padre y viajo a Brasil en 1977. La duda y los interrogantes sobre la vida tenebrosa de su ancestro se hacían cada vez más insoportables para el abogado con empatía izquierdista. La cochambrosa e infecta favela de Sao Paulo, su última residencia, debió ser catalizadora en la transfiguración del alma de aquel hombre que era su padre. En él no encontró ningún indicio de remordimiento. No volvió a verle y decepcionado se cambió su apellido, pero fue incapaz de denunciar su existencia. La ciudad alemana de Günzburg en Baviera, lugar de nacimiento de Mengele, era feudo industrial de su familia. Mantuvieron secretamente el contacto con él hasta su muerte y le suministraron el capital necesario para favorecer su huida y escondite.

La escritora y poetisa alemana, de ascendencia judía, Nelly Sachs, Premio Nobel de Literatura en 1996, desde un misticismo realista expresa “¡Hoy ruiseñores en todos los bosques de la tierra! / herencia alada del pueblo muerto, / indicadores de camino de los corazones rotos, que os llenáis durante el día con lágrimas, / sollozad, sollozad fuera de la garganta del silencio terrible ante la muerte”. La poética del humanismo es tan útil y necesaria como lo es la palabra que lo engendra en el corazón del ser humano. Incluso más allá de esa ansia cegadora de perpetuar su afán desmedido en el tiempo finito. La aparente advertencia de Sachs, “Para que los perseguidos no se vuelvan perseguidores” contiene el espíritu de la exhortación: tras los campos de exterminio, la belleza en el mundo debe erigirse como compromiso de irredenta fortaleza ante la banalidad del mal. La novela de Olivier Guez apela a ese otro ser que nos acompaña e interpela si dóciles y frágiles atendemos la llamada demoniaca del mal. Entonces, cabe recitar como oración la conciencia sobre el otro: la alteridad. Ese otro que somos nosotros mismos y que en el caso de César Vallejo y su obra póstuma Poemas humanos publicado en 1939, nos embarga de una extraña sensación de desasosiego y revelación, “Alguien limpia un fusil en su cocina / ¿Con qué valor hablar del más allá?”.  @mundiario

 

 

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