Ólafur Arnalds, nítido, clásico a su manera

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Un hombre solo al piano. / María Ramos
Ólafur Arnalds actuó en el Parque Torres de Cartagena el 20 de julio de 2019 compartiendo cartel con la Orquesta Akokán dentro del programa de la XXV Edición de La Mar de Músicas.
Ólafur Arnalds, nítido, clásico a su manera

Un hombre solo al piano en mitad de una isla. A un lado, una fortaleza abandonada que un día debió de proteger de los diablos que llegaban del mar. Al otro, un teatro en ruinas donde aún suenan ecos de risas y tragedias.

Un hombre solo al piano. Un buen punto de partida para una historia. Aunque ya no quede nadie para poder escucharla. Son los créditos finales. La música de Ólafur Arnalds construye un escenario por sí misma. Suenan las hélices de un helicóptero. ¿Realidad o ensoñación? Son los juegos del hambre.

Un hombre solo al piano. El cuarteto de cuerda y la batería son su propio eco en las paredes de esta cueva que, transformado por Stratus, un software que controla dos pianos automatizados, crean un instrumento con un sonido nuevo que mezcla el piano clásico, la cuerda, las percusiones y los elementos electrónicos.

En este espacio de nuevos sonidos evocadores, clásicos y vanguardistas al mismo tiempo, caemos presos como Segismundo, ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción. Ólafur Arnalds le pone banda sonora al ser humano de este siglo veintiuno que duda de poder ver su final. 

Música neoclásica y minimalismo electrónico que fusionan de manera natural el piano, las cuerdas, la electrónica y el software de vanguardia, lo que le ha llevado a ser galardonado en los BAFTA o ser nombrado artista del año en los Grapevine Music Awards 2019. 

Ólafur Arnalds ha hecho dos conciertos en España dentro de su gira europea de presentación de ‘re:member’ su cuarto trabajo en solitario. Una de ellas en La Mar de Músicas, donde se sumergió en una melancolía tan profunda y tan serena que hubo que resistir para no ser arrastrado al llanto. 

Un montaje escénico de dimensiones poéticas, donde las luces son el séptimo intérprete sobre el escenario y donde todo fluye y parece creado en ese mismo momento. Un tiempo preciso, sincero, abstraído en la música. Un concierto con breves pausas que apenas eran excusa para salir a la superficie a tomar algo de aire. @mundiario


 

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