Mujer que ve, un diario de experiencias con mujeres indígenas

Mujer que ve. / JMM
Mujer que ve. / JMM

La autora logroñesa, Marta Sarramián, consigue hacernos conectar con la vida con respeto, tolerancia y amor, trasmitido bajo el paraguas del movimiento slow.

Mujer que ve, un diario de experiencias con mujeres indígenas

Mujer que ve es el ángel custodio del buen vivir, del deleite del detalle y del caminar despacio, en un mundo que parece querer llegar antes de tiempo a su meta”. Así, de este modo tan poético, describe Marta Sarramián su nuevo libro, Mujer que ve, el que también, y sobre todo, es “la historia de muchas mujeres de todos los orígenes y de todas las edades”.

Cuando tienes Mujer que ve en tus manos, lo primero en lo que te fijas es en su delicada portada de colores rosas y morados. No hay nada violento en ella, hay feminidad. Unas letras de tamaño generoso, pero no grande, te invitan a la lectura entre unas páginas salpicada de pinceladas en blanco y gris. Tras ese primer vistazo, pronto se descubre su interior, el alma de este libro, las historias que alberga, empezando por la de la propia Sarramián.

Marta Sarramian. / Ediciones Casiopea

Marta Sarramian. / Cedida

El valor comienza con una decisión. Más allá del viaje, es ese segundo en el que tomas la decisión que cambiará tu vida el que aglutina todo el valor que luego regirá tu historia. “No me preguntéis qué me impulso a llegar hasta aquí, no tendría respuesta”, escribe Marta, como si de notas al margen se tratase, en las páginas de su libro, ahora mío. Porque sin el valor de la autora por conocer, por procurar entender sin juzgar, el valor por mezclarse con gente, a priori, diferente... sin el valor de abrir los ojos, no tendríamos hoy Mujer que ve, una obra que la conforman Rufina, Petra, Juana, Daniela, Gabriela, Consuelo, Francisca, Magdalena, Ubaldina, Joaquina, Antonia, Guadalupe, Florencia y Marta Sarramián. Todas ellas mezcladas con la naturaleza, con la madre Tierra que nos cobija bajo su sol o nos azota con sus vientos huracanados, que nos empapa con su lluvia tropical o nos mece en sus aguas serenas. Esa naturaleza que Sarramián refleja con delicadeza, dolor y amor en esos fragmentos poéticos que encontramos entre los pedacitos de vida de las mujeres náhuatls del estado de Puebla en México.

Este libro pretende resaltar, a través de las mujeres indígenas, el respeto y el amor que le debemos a nuestra Tierra, el placer que supone deleitarse con los pequeños detalles y la felicidad que puedes conseguir si tu visión del mundo se centra en el momento presente, en el “soy feliz porque estoy viva y tengo salud” de Rufina que deja a Marta sin palabras.

No quisiera hablaros más de estas mujeres que viven su vida en calma porque sería maravilloso que cada uno de los que hoy estáis leyendo esta reseña, las descubrieseis, sentados en vuestros hogares, tomando una taza de café, como en su día lo hicieron Ubaldina, Daniela y Marta en esa cafetería que rezaba: “La vida es como una taza de café, es importante cómo la preparas, pero, sobre todo, cómo te la tomas”.

En reposo, sin prisa por el después porque el ahora es único. @opinionadas


Marta Sarramián ha trabajado en cooperación internacional, en organizaciones como Fundación Vicente Ferrer y UNESCO, donde desarrolló una consultoría de las comunidades indígenas en Panamá. También en países como India, República Dominicana, Croacia, Italia, Panamá, Angola, entre otros. Desde hace más de una década ha centrado su carrera profesional en dar visibilidad y empoderar a mujeres a través del arte y la cultura. Ha ganado diversos premios literarios y ha realizado documentales de mujeres artistas en entornos rurales.
El libro ha sido editado por Ediciones Casiopea.

 

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