Méndez Vides: ‘La literatura está más allá de la promoción. Ésta no hace que se escriba mejor’

El leproso.
El leproso.

Una charla con el novelista guatemalteco Méndez Vides

Méndez Vides: ‘La literatura está más allá de la promoción. Ésta no hace que se escriba mejor’

“Las obras no pueden aislarse de quien las escribe ni de la realidad que se impone”. (Méndez Vides).

Hace algunos años conocí al novelista guatemalteco Méndez Vides. Era el final de una tarde sumamente agradable y nos reunimos en la librería Sophos, en la ciudad de Guatemala. Conversamos extensamente y acordamos que yo publicaría nuestra charla, a manera de entrevista, en una revista literaria que —tristemente— no pudo resistir los embates del tiempo y de los costes que entonces suponían mantener a flote un proyecto editorial de aquéllos. La entrevista nunca se publicó. Sin embargo, en virtud de que la vida suele conducirnos por caminos extraños e inesperados, ahora, después de los años, de la forma menos predecible (de mi parte), hemos vuelto a conversar y a refrescar, de alguna manera, lo que en aquella ocasión platicamos. He aquí, algo de esa interesante y agradabilísima charla con el autor de la novela “El Leproso”.

— Cómo nace en Méndez Vides esa necesidad de escribir, es decir, cuál es la motivación estética que mueve a Méndez Vides a escribir.

— Yo creo que sí existe la vocación, esa tendencia de vida que se nos impone y asumimos voluntariamente. La necesidad de escribir me viene desde niño, desde que tengo memoria, desde antes de aprender a leer y escribir, porque los libros de la biblioteca familiar me atraían inmensamente. Yo soy de provincia, de La Antigua, la pequeña ciudad colonial en ruinas que ocupa un valle rodeado de volcanes y montañas, y los libros significaron el más allá. Soy lector, fundamentalmente, lo de autor llegó más tarde, quizá por contaminación, de tanto experimentar quise hacer lo propio.

Amigos comentan ―se sonríe―, «hay tantas historias, tantos libros escritos, que para qué más», pero es totalmente al contrario, porque la expansión del Universo impulsa a más, a perderte en la inmensidad.

Al momento de crear escribiendo, siento que corre la sangre por mis venas, que transcurre el tiempo.  

Yo asumo la vocación como destino, pero es vanidad, porque no se puede saber si soy tal cosa, o apenas soy yo creyendo que soy escritor. Digamos, con más claridad, que hago lo que quiero, en una de mis personalidades, porque también soy otros.

Y lo de la motivación estética, eso es más complejo de abordar. La creación demanda un contenido y forma, a mí me ha preocupado toda la vida el qué contar, las posibilidades de ser, pero en la forma de mi escritura debería de manifestarse una expresión, rústica y descuidada, supongo. El estilo se me impuso, como la realidad.   Me imagino que allí es donde uno reside o desaparece.

— Se dice de sus obras que, la constante, es una profunda penetración psicológica. Es esto algo premeditado o es producto del desarrollo normal de la misma obra que en un momento dado pueda estar escribiendo.

— Premeditado no hay nada, aunque debería de serlo. Es lo que se me da.  Yo voy a contar una historia y tiendo a enfocarme en la conducta de los personajes, en lo que los conmueve, en lo que experimentan. La acción transcurre mientras intento dibujar lo que sienten. Los comentaristas han dicho algunas cosas al respecto, y para mí ha sido una sorpresa, y tiene su lógica. 

Los libros son como los hijos, su suerte es ajena a la del padre; les puede ir muy bien o se los lleva la tristeza, aunque uno no quisiera que fuera así —sin pensar en lo psicológico—, pero igualmente ocurre. No hay dos libros que tengan la misma suerte. Con mis obras, advierto que cada una tiene lectores diferentes, aunque el creador sea el mismo. Eso no me parece afortunado, quizá falta el efecto del tiempo para que se quiebre la dispersión. O es lo correcto, porque el autor mismo cambia y ya no es el mismo cuando vuelve a inventar. Afortunadamente, lo que importa son los libros, no los autores.

— En su novela "El leproso", usted escribió acerca de un personaje (el Canche Chávez), que retorna a Guatemala buscando el Paraíso, no obstante, una vez aquí, descubre que la patria mudó de piel, como las culebras —según sus propias palabras—. En la realidad, cree usted que esos cambios de piel son de beneficio o no para un país como Guatemala.

— Guatemala es un país de creadores desterrados, lo llevamos en nuestras facciones como una llaga. Muchos autores optaron por el exilio voluntariamente o forzados, los de hoy y los que nos preceden; y aún viviendo aquí nos sentimos expulsados. Hay un desarraigo aparente, pero por el otro lado somos necios, nos aferramos a la tierra. En Guatemala, los escritores nos contamos con los dedos, somos un puñito, y tampoco podríamos saber a ciencia cierta si somos lo que predicamos, y que estemos fuera o dentro no es lo que importa, lo verdaderamente relevante es que la sociedad entera gira alrededor de la migración. No hay familia en Guatemala que no tenga a alguno de los suyos trabajando en otra parte del mundo. Guatemala es país de remesas, que se pagan con desarraigo, separación y abandono. Y la ilegalidad los convierte en desterrados, porque pueden comunicarse por teléfono, pero no pueden volver, han perdido el contacto directo. Como vivir en el más allá pero pudiendo comunicarse de vez en cuando, a través de mediums. El sueño de nuestros migrantes es regresar, como resucitar, pero cuando lo logran descubren que han cambiado y que lo que encuentran ya no es lo que recordaban idílicamente. Entonces, quieren volver decepcionados a su otra realidad. Yo le llamo a ese estado, vivir en el limbo. Los autores habitamos el limbo siempre, vivimos aquí como si no estuviéramos, y lejos es lo mismo. Esta temática me impresiona mucho, me preocupa, al punto que le he dedicado dos novelas (Las Murallas y El Leproso), y ahora estoy cambiando hacia el fraccionamiento de la identidad, porque lo que me interesa es la vida simultánea en dimensiones diferentes.

— Cuál diría usted que es hoy, la diferencia más notoria (si la hubiera) entre sus primeros libros y su obra más reciente.

— El cambio más notorio ha sido mi movimiento al cuento. Yo nunca he sido autor de obras voluminosas, o las que han sido publicadas han sido breves, pero he descubierto que en el cuento se pueden lograr efectos puntuales, y cada cuento demanda mucho trabajo, y se limita la acción en el tiempo. La aparición de “El tercer patio”, y recientemente “El Sonora y otras vidas”, me ha dado muchas satisfacciones.   Creo que seguiré explorando el cuento por un tiempo más. Es más, mi primer libro de cuentos, “Escritores famosos y otros desgraciados”, que en sus tres ediciones ha sido siempre diferente, es uno de los objetos de más trabajo. Vengo desarrollando las historias, que se publicaron como bocetos, y ya va muy avanzado. La primera versión fue como la cantera con las intuiciones, pero faltaba la narrativa. Así que la siguiente edición, será radicalmente diferente.

― Como autor cuya obra ha sido reiteradamente premiada, qué importancia le da a los premios literarios.

— Los premios tienen una razón sencilla de ser, el económico, porque siempre es de gran ayuda lo que se recibe. Pero, nada más. La publicidad que la obra recibe es un pequeño impulso, le da aire y exposición, se comenta quince minutos, pero no se garantiza nada, ni hace mejor ni peor a la obra. Es jugar con la suerte.

― ¿Recibir un premio conlleva responsabilidad?

— No necesariamente. La responsabilidad es asunto del jurado, porque según resulten las obras que premien, tendrá más o menos honra. Los premios nacionales, los ganamos todos los que estamos en el oficio. Yo no diría que un premio dignifique a nadie, y debería de ser al revés, si las obras son valiosas, el premio recibirá el endoso respectivo. Es el autor quien distingue al premio, y no a la inversa. Premiar chascos, avergüenza al galardón.

― Cómo ve el papel de los medios (de comunicación) en la promoción, desarrollo y crecimiento de la literatura en Guatemala

— Creo que la Literatura está más allá de la promoción, que es un asunto propio de la venta, de las editoriales, y en todo caso del autor. La Literatura está en las obras. Yo escribo una columna sobre libros en El Periódico de Guatemala, desde hace veinte años, y creo que es meritoria la confianza del medio, pero también estoy consciente de que es un lujo. Mucha o poca difusión no hace que se escriba mejor literatura. Cuando la magia de la creación se sucede, nada la detiene, sin importar el tiempo, o no. Obras maravillosas pueden haber desaparecido sin que la humanidad las llegara a conocer, pero bueno, así es el limbo. Niños mueren sin nombre, y nunca sabremos lo que pudieron llegar a ser.

― Y, finalmente, ¿dónde entra la ideología en los escritos de Méndez Vides?

— ¿La ideología? Las obras no pueden aislarse de quien las escribe ni de la realidad que se impone. Así que supongo que en todo lo escrito existirá algún pensamiento residente. Yo no me alineo con partidismos políticos, si a eso te refieres.   Pienso y opino según concurre, no tengo un propósito ideológico ni un proyecto intencional. Mi pensamiento muda con la experiencia. No me cierro ni aferro.   Asumo que soy bastante conservador, aunque de mente abierta, si tal cosa es posible de concebir. Siempre he sido varios, pero me asumo escritor, no bailo, soy solemne, introvertido y quizá suspicaz.


Extracto de una charla con el escritor guatemalteco Méndez Vides.

Comentarios