Las llamadas que no fueron y un accidente

La muerte trunca los finales.
La muerte trunca los finales.
Ahora soy feliz y me queda poco tiempo. Y no sé qué hacer. Se me viene el toro. Ya soy mayor. Pero soy muy joven para morir. / Relato literario.
Las llamadas que no fueron y un accidente

Cáncer. La noticia que recibí. Había llegado a obtener la esperanza de una transición democrática en mi vida, pero sigo siendo la (única) vencida. Sigo poseyendo la ciudad a pie y toda mi dignidad.

Me dijeron que me llamarían, decidieron, para despedirse de mí... Pero lo rehusaron, porque sigo viva. Es lo que más duele: ver la discriminación de cara, aceptar el trato que me denomina real bestia.

Hace años vivía de la radio y de una ilusión en forma de polla anónima. Pero me cansé de hacer retratos y de sonreír como una gilipollas.

También me daba cabezazos contra la pared como un toro dolido para ver si era real. También leía como un talibán. Gracias a este profundo aprendizaje, llegué a hacer striptease en los hospitales y a confiar en la inteligencia alienígena.

No, no me llamaron. Ya lloré yo por mí y por el pasado. Sin embargo, no lloro por el futuro, porque eso es algo que no existe para mí: ahora y siempre, puesto que siempre que tuve futuro me llamaron cerda.

El día, querida, que pueda invitarte a café, me costearé un café doble. Querido, si vuelves a putear mi cabello-chico, te saco el toto y voy a la cárcel.

Creo que nunca pasaré hambre porque como poco. Amiga: ¿te acuerdas de tu carácter cuando el sujetador me quedaba pequeño? Hay cosas básicas en la vida como callarse la respuesta correcta.

La clave es confiar en que esto no está pasando. El secreto de mi éxito es que todo lo que dicen de mí es mentira.

Me pregunto si ese tío tiene corazón o titanio en el pecho. Borró las fotos en que yo aparecía y ahora se me aparece fortuitamente cuando voy sola. No sé por qué decidió hacer la carrera de magia sin mí, le hizo vudú a la radio y ahora no hace más que sonar su canción.

Ante este abismo, sé que nadie me sujeta. Me hallo en la libertad de saltar o mantener el equilibrio: las escaleras.

Yo tenía tres años y unos zapatos nuevos en la comunión de mi hermana. Caí por las escaleras y se paró la fiesta, pero solo lloré cuando mamá me cogió en el regazo.

Los trances. El vértigo. Estoy tocando fondo. Siempre tropiezo en esta vida. Siempre soy ínfimamente minúscula e insignificante.

He dejado de crecer y ahora me ha nacido un cáncer.

He esperado demasiado. Soy feliz. Me conformo con poco, no hay por qué coger un avión para soñar. Ahora soy feliz y me queda poco tiempo. Y no sé qué hacer. Se me viene el toro. Ya soy mayor. Pero soy muy joven para morir. (Eso dicen todos entre copas... Y entre coronas de flores se darán codazos). @mundiario
  
  

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