La literaria lucidez de Fernando Aramburu en “Utilidad de las desgracias”

Cubierta del último libro publicado por Fernando Aramburu y retrato del mismo.
Cubierta del último libro publicado por Fernando Aramburu y retrato del mismo. / Mundiario

Es un placer dejarse llevar por la corriente de esta fragmentaria literatura en la que, más allá de sus excelentes cuentos o novelas, Fernando Aramburu viene prodigándose.

La literaria lucidez de Fernando Aramburu en “Utilidad de las desgracias”

Es un placer dejarse llevar por la corriente de esta fragmentaria literatura en la que, más allá de sus excelentes cuentos o novelas, Fernando Aramburu viene prodigándose Es para mí siempre una gran noticia el que se edite una recopilación de artículos de los que están escritos con vocación intemporal y ambición literaria. Y más si se da la circunstancia de que el autor sea de la calidad de Fernando Aramburu, quien ha demostrado su solvencia y su responsabilidad como escritor en variados formatos.

Así lo confirmó en sus dos últimos libros escritos en primera persona: Autorretrato sin mí y Vetas profundas. Como este último, Utilidad de las desgracias y otros textos es una reunión de artículos publicados previamente en la prensa; en este caso, en El Mundo. Si en aquellos dos libros, las piezas que los conformaban eran, en un caso, una indagación literaria sobre quien uno mismo ha venido siendo, y en el otro, un comentario muy personal sobre la emoción experimentada en la lectura de unos poemas, aquí se amplía el abanico temático, que ahora incluye todos aquellos aspectos que conciernen a su autor, y que son susceptibles de ser recibidos con interés por un buen número de lectores conectados, de alguna manera, con su mundo.

Estos se van a sentir implicados en las vividas observaciones que se proponen, en las opiniones que bien pudieran servir para tranquilos debates o tertulias. No hay apenas límites, pues, en el objeto de estos escritos, salvo los que separan lo sustancial de lo plenamente accesorio. Y también se elude aquel material que habitualmente sirve para llenar las páginas que se refieren a eso tan evanescente que se ha venido en llamar la actualidad.

Lo que desarrolla Aramburu es ese artículo de suplemento dominical copado habitualmente por autores consagrados que no siempre dedican un suficiente interés a estos textos que consideran subalternos de su obra principal, tal vez meros escaparates que los mantienen en el candelero, píldoras fácilmente tragables por unos lectores a los que se les supone sumidos en la pereza del séptimo día. Si aquí hay alguna atención especial al lector dominguero, esta se transfiere a un tono coloquial, a cierto recurrente humorismo, o a una búsqueda de liviandad en las trabajadas formas que, sin embargo, no afecta a un fondo que siempre es atendido con suficiente profundidad.

La sensación es siempre la de que estas opiniones nacen de experiencias contrastadas y que son posteriormente vertidas desde una independencia económica y moral. No encontraremos en estos artículos la soberbia de quien se sabe trazador de un discurso tan lujoso como impepinable. No hay asomo de jactancia intelectual, sino la superior humildad, las impresiones y los pareceres de quien procura estar muy despierto, y relaciona conceptos y situaciones, y se hace preguntas antes de hablarle al mundo desde la autoridad de una largamente construida perspicacia.

Los temas abordados son muy diversos y me parece un acierto el que se hayan agrupado por su afinidad. Son setenta y ocho miradas distintas pero conectadas por un deseo de conocimiento limpio de sectarismo o de simplificación, setenta y ocho acercamientos a manifestaciones diferenciadas, dirigidas tanto a lo interior del hombre como a lo exterior que lo une a los demás, a todo aquello que va tejiendo un mapa donde se ubican los puntos de lo crucial y en el que se acepta la singularidad de cada atisbo que nos aproxima. Fernando Aramburu se muestra atrevido en sus opiniones, pisa firme cuando las expone y no se retrae cuando alguna vez roza lo “políticamente incorrecto” y transgrede la pertinacia de algunos lugares comunes.

En muchos artículos mira hacia atrás, desvistiendo a los errores del pasado de los aceptados abrigos de su tiempo. Se mira a sí mismo o revisa aquellos anhelos grupales, casi siempre desencaminados intentos de posesión de la verdad.   El autor donostiarra maneja bien el comprimido espacio disponible, conduce al lector por un paisaje rico en lugares significativos, a través de una prosa muy explícita, jamás enredada en sí misma, siempre amena, fluyente, en la que se aprecia una previa calibración de sus afirmaciones. A veces se explica a través de una pequeña narración, otras lo hace desde un jovial ensayo, o a través del acercamiento a lo poético.

Estos setenta y ocho artículos no producen empacho sino que nos conducen a una renovada atención. A ello contribuye esa mirada irónica, que aporta una sonrisa con la que sobrevuela situaciones en las que otros se verían atrapados en sus artríticos posicionamientos. En algunos de estos textos, para decirse a sí mismo, Aramburu utiliza la tercera persona, como si quisiera advertirnos de que él no deja de ser tan solo un personaje en la gran novela de la vida: “La escritura representa para él la ocasión de su verdad personal”.

Es un placer dejarse llevar por la corriente de esta fragmentaria literatura en la que, más allá de sus excelentes cuentos o novelas, Fernando Aramburu viene prodigándose. Utilidad de las desgracias y otros textos nos acerca de nuevo a su potencia observadora, a su finura cabal a la hora de describir lo que, a veces, a todos nos resulta un mensaje cifrado sobre nuestra compartida existencia. @mundiario

Comentarios