Un libro para el verano, aunque lo hayas leído siendo niño

Portada de La Isla del Tesoro, de Stevenson. / Mundiario
Portada de La Isla del Tesoro, de Stevenson. / Mundiario
Ahora lo harás  desde otra perspectiva y encontrarás cosas sorprendentes. Merece la pena.
Un libro para el verano, aunque lo hayas leído siendo niño

Obras como El Principito, La Isla del Tesoro o Los Viajes de Gulliver, por poner sólo algunos ejemplos, de profundo calado moral y social, han sido orientadas editorialmente a los niños -frecuentemente previa castración de los textos-, con la consiguiente deslealtad al autor y engaño a los lectores.

La obra de Swift contiene  una lacerante y satírica crítica de la  sociedad inglesa, sus leyes y sus políticos. Resulta sorprendente comprobar la vigencia de esas críticas.

Los liliputienses  educaban a la juventud para danzar con naturalidad en el alambre, cualidad imprescindible para acceder a empleos de alto rango. Los candidatos a altos cargos debían superar la prueba de saltar por encima del bastón que manejaban el rey y el primer ministro o arrastrarse bajo él, antes de prestar un juramento vacuo y sin compromiso. La diferencia entre los dos partidos del reino consistía en la altura del tacón de los zapatos de sus afiliados. Vivían encerrados en su pequeño mundo y negaban la existencia de otras sociedades con formas de vida diferentes: se creían pepita del único melocotón. Estaban generalizadas la utilización del prójimo en beneficio propio, la soberbia y las discusiones intrascendentes –por ejemplo, por qué parte debe cascarse el huevo. Los hijos carecían de deberes para con sus padres y éstos eran considerados los menos idóneos para educarlos; por lo tanto, existían casas públicas para la educación de la infancia.

En El país de los gigantes Gulliver encontró seres engreídos, que basaban la razón en su tamaño y poder; no se requería perfección o mérito para alcanzar un cargo: el mercadeo y el soborno eran suficientes. Las leyes no podían exceder en palabras al número de letras de su alfabeto, que era 22.  Se expresaban  habitualmente con claridad y sencillez.

Gulliver no se detuvo demasiado tiempo en  El país de los lupatas, gentes difíciles de comprender, torpes, contradictorios y  poco prácticos, hasta el punto de que un ingeniero estudiaba  la posibilidad de construir las casas empezando por el tejado.

Dónde realmente se encontró a gusto Gulliver fue en el País de los caballos, seres lógicos, racionales, agudos e ingeniosos, que desconocían palabras como odio, mentira, guerra, falsedad, castigo o poder.

¿Hay diferencias entre la sociedad de Gulliver y la actual? Espere, no responda aún: le recuerdo que nuestro personaje terminó sus días en compañía de dos caballos, con los que hablaba habitualmente. @mundiario

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