Laberinto de luz, de Tina Pastor Ibáñez

Portada de Laberinto de luz. / Gema Albornoz
Portada de Laberinto de luz. / Gema Albornoz

Se publicó en Frutos del Tiempo en la Colección Lunara Poesía, en su edición número 18, en 2007. Y su imagen de portada no podría ser otra que una obra de técnica mixta sobre madera llamada “Otra realidad” de Albert Agulló (colección privada).

Laberinto de luz, de Tina Pastor Ibáñez

Tina Pastor Ibáñez era profesora de Historia del Arte de la Universidad de Alicante. Además, era crítica, investigadora y estudiosa plástica contemporánea o de la pintura  ilicitana de los siglos XIX y XX. Fue galerista o comisaria de exposiciones o directora del Centro de Arte Contemporáneo Eusebio Sempere. Su primer libro de poemas se publicó en 1984, llamado "Laberinto de tierra". Otros poemas han aparecido en diferentes revistas. Falleció en 2013. José Luis Ferris escribió una biografía sobre ella llamada "Tina Pastor se escapó del laberinto".

Este libro llegó a mí, regalo de la casualidad, tras una compra en la Librería 80 Mundos de Alicante y si no llega a ser por esta biografía, no sabría nada de la existencia de Tina Pastor Ibáñez o de sus libros, sin contar con la treintena de palabras que aparece sobre ella en la solapa de “Laberinto de luz”, su obra publicada en 2007. Descubro el nombre de Tina Pastor bajo ese título en el horizonte que cae, poco a poco, en la portada.

Creo importante hacer referencia la biografía que realiza José Luis Ferris de María Vicenta Pastor Ibáñez, porque él sí conocía de «la trasparencia de su belleza, de su voz, de su modo de escribir contra la gravedad del mundo» y habla de ella. Y si no es por él, tampoco me llegarían palabras de ella, al recoger aquello que dijo en versos y entrevistas como que «la naturaleza es lo que importa, la condición humana y el fluir constante de lo celeste» o que «la esencialidad poética me acerca humanamente a esa raíz radiante que es lo divino, al misterio, en definitiva, de la vida y de la muerte».

OTRA REALIDAD

Para el pintor Albert Agulló

Se modela el barro.

Se esculpe la piedra.

Se talla la madera.

¿En verdad se busca otra realidad?

Donde sí aparecen, brevemente, es en una nota preliminar de la autora en “Laberinto de Luz”. Allí comentaba que «el apoyo simbólico de la luz, cada vez me acompañaba más, lo utilicé en la textura de los versos que iba escribiendo». También, mencionaba que partiendo de diferentes experiencias los versos de “Laberinto de luz”, superaban lo superfluo y que «el hilo conductor siempre fue la luz», así como «la libertad que ambiciona el placer de vivir en armonía con todo». De tal manera, que establecía esta como declaración de intenciones, un pacto de paz con la luz.

LÍNEAS DEL VERSO

¿Creerás en la ilusión

de que el pensamiento quede atrapado

en las líneas del verso?

 

Quizás entre tu mano y tu recuerdo,

Toda tu memoria posiblemente,

Se una a la red de esa música interna.

 

Pero las cosas que vivimos

¿vivirán también en el verso?

“Laberinto de luz” está dedicado “Para todas aquellas personas que me ayudaron a encontrar esa luz del laberinto”. Está divido en El azul del cielo, Estáis ahí, Demasiados laberintos, La luz tiene una misión e Instantes.

INSTANTES

Son los instantes

Imprescindibles compañías.

 

Tan pertinazmente fugaces.

Entre sus páginas, hay poemas dedicados a el pintor Albert Agulló, autor de la obra de portada, a Joan Bruno, a Ginés y su huerto o a la escultora Margot González, entre otros. Y con ellos se muestra el universo íntimo de la autora, un legado para revertir el mal en bien, La luz del poemario no se deshace mientras lo palpas, se puede recorrer cada recoveco de ese laberinto y seguir sus líneas con esos versos libres e intrépidos.

LABERINTO

La verdad no es un fin

acaso una paciente búsqueda.

La verdad es como un laberinto

entre el cuerpo y el alma.

 

Infatigables nuestros pasos

que recorren tantos afanes.

 

Complejo siempre el horizonte.

 

El equilibrio sigue siendo

—del recorrido que tenemos—

estelas de camino abierto.

 

Bajo el azul del cielo, me pregunto cuántas autoras más serán de difícil alcance, vanamente desconocidas por la mayoría y admiradas por la cercanía que sabe de sus nombres y obras. Así, me deleito en cómo «la tarde se va haciendo sombra», cómo «se alza la luna como un botón de plata» en el horizonte de septiembre, cómo las horas marcan la compleja idea del tiempo o «las partículas de luz pincelan la naciente mañana» y al «colocar azul se mueve el aire». Este libro es un laberinto de luz, con el horizonte abierto, donde lo celeste es cercano, donde la luz besa las flores y es refugio. Donde la luz vuelve a su luz y las palabras van al cielo. @mundiario

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