La fascinación de las mutaciones o presentir el pulso de Cristina Otero

Trabajo de Cristina Otero./ cristinaotero.com
Trabajo de Cristina Otero./ cristinaotero.com

Sus imágenes forman parte de un crisol en el que la influencia de clásicos y vanguardistas contribuyen a crear identidades que fluyen hacia ese umbral que separa el cielo del infierno.

La fascinación de las mutaciones o presentir el pulso de Cristina Otero

No sé si es la mirada, la armonía de las facciones, la conjunción de cromatismo y sombras, la belleza de la vulnerabilidad que ofrecen sus figuraciones. No lo sé.

O es tan solo el vigor, el poder que ejerce esa variedad de identidades donde lo intrigante sencillamente sucede, donde el arte está destinado a preguntar y no a resolver dudas.

Su semántica, la de Cristina Otero, reside en la disidencia hacia la paz y la armonía, en una clase de frustrada supervivencia donde la composición queda desprotegida, a la espera de que el espectador fije su completitud, le proporcione un final, un contorno, filos que contradigan los borrosos límites en los que se sumergen esas identidades preestablecidas, un vacío, una oscuridad plena e irreverente, una negritud que nos pide la sucesión de otro rostro.

La vanguardia reside en lo onírico que concentra ese ejercicio pictórico donde la fotografía trasciende la mímesis y se convierte en interpretación e interpelación.

Flores, velos, sangre, resquicios de luz y la ceniza configuran el deterioro y la plenitud de esa reinvención que Cristina Otero hace de sí misma, sin ser ella misma.

Todo escapa a esos ojos y nada muere. Pero hay algo que deja de vivir, algo sin nombre, sin latido ya. La fuerza del cromatismo refuerza el daño, la incidencia, la veleidad de una vida que se va, que fluye a un limbo en el que la belleza, destruida o incompleta, se perdona, se memoriza, sobrevive más allá del Barroco, más allá de la pesadilla, más allá de la imagen.

Enlace: cristinaotero.com

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