Habitación 300: Jugar a un día a día en que la felicidad es aleatoria

Una anciana de China.
Una anciana de la China.

Sentí una inmensa compasión por la mujer que tanto me despreciaba, me insultaba, me dañaba en cada ocasión. / Relato literario

Habitación 300: Jugar a un día a día en que la felicidad es aleatoria

Quizá mis nuevos tiempos sean la vejez de mamá. Es extraño que sus quejas irreprochables empiezan a despertarme ternura, y revivimos su infancia a diario, pues la recuerda y la exalta. Pero su orgullo ya no son unos pechos turgentes o el amor de sus hermanos, sino que está cuidando de dos pollitos, que adoptó su gallina clueca.

No sé cuántas veces me perdí en mi vida, pero siempre, desde un comienzo, me encontraron papá y mamá.

Hoy, como cada domingo, cruzamos la ría y fuimos a nuestro restaurante de confianza. Papá me acompañó antes al mercadillo veraniego, aunque mamá no pudo ir a la playa por los fuertes vientos, y se quedó en una plazoleta viendo unos juegos folklóricos.

No llegaba, y no llegaba, y llegó por el paseo marítimo a paso lento. Cuando se sentó a mi lado, me sentí como una parturienta a la que le acaban de presentar a su recién nacido. Quizá aún en estado de alerta, me fijé en su torpeza y su actitud absurda. Sentí una inmensa compasión por la mujer que tanto me despreciaba, me insultaba, me dañaba en cada ocasión.

Yo no seré así, porque aquello no fue mi educación. Son tres enemigos, pero ya no soy una extraña. La vida les ha acostumbrado a mí. Nos queremos, aunque nunca lo parezca y lo deniegue una prueba de sangre.

Mamá está viejita. Está pachucha, necesita ayuda. Soy joven y tengo toda la fuerza para cuidarla. El tiempo surge e inesperadamente crea circunstancias. No es lo que me esperaba. Puede parecer triste, pero no me imagino sin esta familia que tengo.

Solía pensar fantasiosamente que obtendría algún tipo de libertad sin ellos, pero la realidad es otra, simplemente perdería todo lo que ellos me dieron. Me quedaría sola, sería este individuo que me atormenta… Sería otra.

Mamá me acaricia la cabeza con ternura antes de ir a dormir, y si le pido un abrazo me lo da, aunque ella no aparezca en mis sentimientos.

Si me dejasen a solas con mis sentimientos, si ellos me faltasen, me explotaría el corazón y ardería el pueblo, y seguramente sería declarada culpable.

No quiero más discusiones, solo tengo que hacer las tareas que mamá me manda igual que los pollitos aprenden de la gallina.

Para mis papás soy un bebé, esto es algo que nunca cambiará. Nadie nunca morirá, sino que el mundo va a cambiar. Y, digan lo que digan, si el amor mueve montañas, un padre las escala. Hoy por hoy, no sé lo que han hecho por mí… Pero amantes no tengo, y padres sí.

Ahora que he aprendido tanto, podré mandar yo en mi sano juicio, me reiré de sus absurdos caprichos. Y seguiré progresando en esto que es la madurez, sin prisa, porque una se pudre.

Es muy bonito saberse querida, esto lo viví, ¡ya llegará! Lo importante es estar viva, después de todas esas cosas que matan poco a poco, haciendo trampa, jugando con los inocentes corazones que brincan, al final, por nada. @mundiario



  

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