Jesús (III)

FOTO JESUS III
Jesús (III).

Jesús se manifiesta abiertamente a su pueblo dando testimonio y señales de ser el Hijo de Dios, el escogido y anunciado por los profetas desde antiguo.

Jesús por un tiempo se puso también a bautizar en Judea y los que lo veían bautizando fueron con el cuento a Juan y éste, al escucharlos, les dijo que lo dejaran. Porque Jesús debía crecer y él disminuir, ya que él no era el Mesías, ni el Cristo enviado del cielo, es que la eminencia de Jesús viene precisamente de su origen divino, que estaba por encima de cualquier patriarca conocido en el pueblo judío, en un momento determinado Jesús al estar bautizando tiene más discípulos que Juan el Bautista, aunque en realidad en otro momento determinado eran los discípulos los que bautizan y no él.

Un día, tuvo la urgente necesidad de abandonar con sus discípulos Judea para ir a Galilea y en ese trayecto tenía que pasar por Samaria, de donde vino el afamado relato de la samaritana y Jesús en el pozo de Jacob, en donde él se presenta a la samaritana pidiéndole agua del pozo en el momento que sus discípulos andaban haciendo compras. Los judíos en ese entonces no se trataban con los samaritanos, y Jesús le asegura que él podía suministrarle Agua Viva, para que nunca volviera a tener sed, y la mujer le pide de esa agua para no regresar nunca más a beber del pozo, y él le dice que regrese a su casa y le diga a su marido, pero ella le responde que no tiene, y Jesús le confirma y asegura que no tiene marido, que ha dicho la verdad, porque ha tenido cinco y con el que está tampoco es su marido, y ella de inmediato lo reconoce como Profeta, y además le dice que en ese lugar se daba culto a Dios, pero que los judíos ahora aseguran que es en Jerusalén en donde se debe de dar culto al Padre. Jesús descentraliza esa tradición y le asegura que llegará el día en que ni en ese monte ni en Jerusalén se dará culto a su Padre, porque llegará la hora que se dará culto al Padre en Espíritu y Verdad en cualquier lugar, la samaritana entonces le responde que vendrá un día el Mesías quien le podrá explicar bien todo eso, y Jesús le asegura que es él.

En Caná de Galilea, en donde realizó su primer milagro convirtiendo el agua en vino, Jesús sana al hijo de un funcionario. Aquel funcionario creyó en la palabra de Jesús cuando él le aseguró que su hijo estaba sano ya; porque cuando bajó a su casa sus sirvientes le aseguraron que a la misma hora que Jesús le dijo que su hijo había sanado, su hijo se había recuperado de su enfermedad. Luego de un tiempo, Jesús llegó un sábado a la piscina de Betesda en donde existía un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo, y ahí Jesús lo sana diciéndole "levántate toma tu camilla y camina", e increíblemente por ser sábado los judíos perseguían a Jesús por hacer milagros en día sábado, a pesar de que Jesús hacia una larga apología de sus prodigios ante ellos. Pero ellos nunca se mostraban complacidos con sus explicaciones y disertaciones. Sin embargo, él continuaba realizando sus milagros, como el que hizo al otro lado del lago de Galilea en donde multiplicó los panes ante una multitud de aproximadamente cinco mil hombres, entre ellos niños y mujeres con tan solo cinco panes y dos pescados de los cuales sobraron doce canastos. Y por si esto no fuera suficiente, ese mismo día por la tarde Jesús se les aparece a sus discípulos cuando se dirigían a Cafarnaún contradiciendo la ley de la gravedad, caminando milagrosamente sobre las aguas.

Jesús, además, asegura ser el pan bajado del cielo y que el maná no se los suministró Moisés a su pueblo sino su Padre. El verdadero pan es el que baja del cielo y da vida al mundo, y Jesús asegura ser él el pan bajado del cielo, y quien come de su pan no morirá jamás sino que tendrá vida eterna. Y por último, que su carne es el pan que da vida en abundancia, lo judíos, como era de esperarse, se escandalizaron ante semejantes afirmaciones diciendo que cómo podía ese darles de comer de su carne, pero Jesús les asevera que quien no coma de su carne y beba de su sangre no tendría vida eterna, y que además su sangre y su carne es verdadero pan y vino, y que quien lo comiera viviría con él. Todo esto lo dijo en una sinagoga de Cafarnaún, al caer el ocaso de la tarde sobre las dunas. Los judíos se escandalizaron porque consideraban que su discurso era bien fuerte y duro para ellos, pero Jesús todavía les agregó diciéndoles que no se escandalizaran por eso, porque qué sería de ellos el día que miraran a el Hijo del Hombre subir a los cielos rodeado de poder, gloria y majestad, en ese momento muchos de los que lo seguían dejaron de hacerlo.

Cuando Jesús abordó a sus doce discípulos, les preguntó si ellos también lo abandonarían y Pedro le respondió categóricamente que no, que no tenían a donde ir, que solo él tenía palabras de vida eterna. En ese momento, Jesús les asegura que fue él quien los escogió y que uno de ellos era el diablo, refiriéndose a Judas.

Entre la multitud que seguía a Jesús, muchos murmuraban de él, era perseguido por donde iba y en Judea lo querían asesinar. Por eso, para las fiestas de las Chozas, Jesús decide bajar a Judea a escondidas y ahí se termina de dar cuenta de la manera cómo se murmuraba de él: unos hablaban bien de él, y otros decían que era un mentiroso y engañador. Muchos aduladores cuando se encontraba en el templo lo desvirtuaban y a la vez se asombraban de sus conocimientos, y ahí muchas veces intentaron detenerlo pero su hora todavía no había llegado. Jesús verdaderamente había traído la discordia y la división entre el pueblo de Israel: muchos intentaban detenerlo pero nadie se atrevía, y los sacerdotes y fariseos permanecían enojados porque nadie obedecía sus órdenes de detenerlo, ya que los que intentaban hacerlo se asombraban al verle porque jamás habían escuchado a hombre alguno hablar como Jesús lo hacía, porque él no era un sofista o un retórico más; sino que era el Hijo de Dios. Sin embargo Jesús les decía a quienes lo escuchaban que poco tiempo estaría con ellos, porque donde él iría no podían acompañarlo, pero que quien tuviera sed viniera a él, porque dentro de ellos brotarían ríos de agua viva, es decir anticipadamente les anunciaba la venida del Espíritu, que todavía no había sido dado ya que él todavía no había sido glorificado con su pasión y resurrección.

Jesús, desde su anunciado nacimiento por los profetas, provoca el primer cisma dentro de su Pueblo. Jesús representa la piedra angular y también la división, ya que para unos era el Mesías, el Profeta anunciado y para otros no, porque según ellos de Galilea no podía venir nada bueno, porque las escrituras decían que vendría del linaje de David y de Belén, el pueblo de David, a como realmente había sucedido. Es que muchos desconocían el nacimiento de Jesús, y precisamente cuando intentaban capturarlo Nicodemo, el funcionario del imperio -el mismo que un día le preguntara a Jesús que como un hombre podría volver a nacer-, hace una breve apología del Profeta cuando se encontraba con los fariseos, aduciendo que la ley no condenaba a nadie sin primero escuchar la defensa del acusado para saber qué es lo hizo. Y los fariseos, al oírlo le decían que él era de Galilea y que primero estudiara bien las Escrituras para que pudiera darse cuenta de que de Galilea no nacían profetas.

Jesús será el superhombre que iniciará el perdón de los pecados del adulterio mediante su autoridad divina como Hijo de Dios, y esto queda demostrado una tarde cuando aparece ante él una multitud persiguiendo a una mujer para matarla por haber sido sorprendida en adulterio. Y la mujer acusada de adulterio estaba muerta de miedo ente el inmenso grupo dispuesto a darle muerte a pedradas. Ese día, Jesús se limitó primero a guardar silencio, tan solo se agachó y comenzó a escribir con el dedo en la tierra. Como insistían en que se debería de hacer con la mujer, él tan solo se limitó a decirles que quien estuviera libre de pecados, que tirara la primera piedra, y de inmediato continuó escribiendo con su dedo en el suelo de arena. Y estos, al verle tan pasivo, se fueron retirando empezando por los más ancianos, hasta que no quedó nadie que acusará a la mujer. Y él, mirándola llorar, le dijo: "¿Mujer, en dónde están los que te condenaban? ¿Nadie te ha condenado?". Y la mujer, llorando, le dijo de hinojos: "Nadie, Señor", y Jesús, mirándola a los ojos, le dijo: "Yo tampoco te condeno, mujer. Vete y en adelante no peques más".

Jesús, en varias ocasiones, confesaba ser la luz del mundo, y quien lo siguiera no caminaría en tinieblas, ya que tendría de su parte la luz de la vida. Aunque este testimonio de si mismo les molestaba también a todos y principalmente ha aquellos fariseos que deseaban su muerte, él les replicaba que aunque diera testimonio a su favor su testimonio era válido, ya que él sabía de dónde venía y para dónde iba. En cambio, ellos no sabían de dónde venía ni para dónde iba, ya que, según Jesús, los fariseos juzgaban con criterios humanos y en la ley de ellos el testimonio de dos personas era válido y que él daba testimonio porque también su Padre era testigo de su testimonio. Entonces, los fariseos le preguntaban que dónde estaba su padre, y él les respondía que si de verdad lo conocieran a él conocerían a su Padre, que está en los cielos. Todo esto lo dijo una calurosa tarde en el templo, y no lo pudieron capturar; porque según las Escrituras todavía no había llegado su hora. Es que Jesús nunca dejó de divulgar su origen divino y su misión y visión a los judíos; siempre les aseveró que no era de este mundo, que donde él iría ninguno podrían acompañarlo, que él era de lo alto, que no era de este mundo y que nada de lo que él hacía lo hacía por su propia voluntad, porque él siempre hacia lo que le agradaba al Padre. En fin, muchos también por este testimonio creyeron en ese momento en lo que el Maestro les decía y anunciaba, por eso a quienes creyeron en él, les decía que se mantuvieran fieles a su palabra para que fueran sus verdaderos discípulos, porque la verdad los haría libres.

Muchos eran descendientes de Abraham y Jesús sabía esto, y a pesar de ser de la estirpe de Abraham trataban de darle muerte, porque no aceptaban sus palabras y hechos. Entonces Jesús les decía que si verdaderamente fueran hijos de Abraham, harían las obras de Abraham, y les reponía que si realmente fueran hijos de Dios le amarían a él, porque él era enviado por Dios y sin embargo no entendían su palabra. Por eso, Jesús, a todos esos judíos que intentaban matarle les decía que eran hijos del Diablo; porque ese era el homicida desde el principio, porque no hay verdad en él, porque es mentiroso y padre de la mentira desde un principio; ya que el que viene de Dios escucha las palabra de Dios y ellos por eso no lo escuchaban, porque eran hijos del Diablo el padre de toda mentira.

Todo lo anterior resultaba tan fuerte para sus perseguidores que llegaron al extremo de acusarlo de ser un endemoniado por honrar a su padre, y Jesús les decía que ellos lo deshonraban a él. Jesús no buscaba su gloria y por eso les aseguraba que quien cumpliera sus palabra no conocería la muerte, y los judíos escandalizados le preguntaban que por quién se tenía. Y Jesús les hacía hincapié que él no se glorificaba a sí mismo, sino que su mismo Padre lo glorificaba a él, el mismo que ellos llamaban Dios al cual no conocían, porque Jesús les decía que si lo conocían a él conocerían al Padre y que por eso cumplía con su palabra. Y por si esto no fuera poco, les dijo un día que antes de que existiera Abraham, él ya existía. Los judíos, al oír semejante afirmación, quisieron apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió ileso del templo protegido por sus amados discípulos. @mundiario

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