Javier Cercas, hacia nuevas formas de sinceridad

Portada del libro Formas de ocultarse.
Portada del libro Formas de ocultarse.

Cercas: “Un escritor es como un espeleólogo: armado sólo con la linterna del lenguaje, debe adentrarse en una oscuridad que nadie antes que él había explorado”.

Javier Cercas, hacia nuevas formas de sinceridad

El libro que nos ocupa es el fruto de una mente que, mientras piensa, se va dejando atrás a sí misma, inmersa en su propia visión, a merced de los pensamientos que piensa que debería estar pensando: “La literatura es lo que se escribe como si uno estuviera a punto de ser ejecutado; o mejor aún, como si ya hubiese sido ejecutado”. A fin de decir lo que debe, la escritura de Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) no tiene más remedio que llamar la atención sobre sí misma. De ahí la oportunidad de esta selección de sus artículos periodísticos, Formas de ocultarse (Ediciones Universidad Diego Portales, 2016), composiciones que abundan en digresiones dentro de digresiones, que se extienden de tal forma que parecen distraernos del tema principal de la pieza; todo ello, con la sensibilidad maníaca marca de la casa.

Los ensayos de Formas son, invariablemente, los intentos agónicos de alguien que intenta escribir un ensayo: “Un escritor es como un espeleólogo: armado sólo con la linterna del lenguaje, debe adentrarse en una oscuridad que nadie antes que él había explorado”. Nada nuevo: los autores postmodernistas siempre han estado comprometidos con la metaficción, técnica literaria de la auto-conciencia que expone las mentiras del realismo, por lo que el lector es siempre consciente de estar asistiendo a una construcción artificial.

Y, sin embargo, la relación de Cercas con el postmodernismo es más compleja. El autor de la no ficción Anatomía de un instante (2009) intenta siempre ir más allá de la ironía, hacia nuevas formas de sinceridad: “Lo que yo escribo son novelas de aventuras sobre la aventura de escribir novelas”. Formas supone así el recuento (un tanto vago) de una vida inmersa en divagaciones. El objetivo de la selección no parece ser otro que demostrar que el éxito literario es, en gran medida, accidental, menos una recompensa por el talento y la perseverancia que el resultado imprevisible de una circunstancia anormal, ya que “todo escritor de verdad sabe que el éxito y el fracaso (…) son espejismos”.

Los numerosos artículos sobre el tenista Rafael Nadal, por ejemplo, son una lectura esencial, incluso (sobre todo) si no nos gusta la literatura deportiva. El ensayo “Esto es sólo entretenimiento” es una sátira de las estrategias de la metaficción mediante el empleo de un conjunto enciclopédico de estrategias metaficticias: “los libros y las películas sirven para entretenerse, para divertirse, para derrotar al aburrimiento”. “Por qué escribir” es una pieza ingeniosa (y totalmente cautivadora) sobre la escritura, donde, bajo la apariencia de modestia, Cercas se jacta de su inteligencia para sacar provecho de su entorno, mientras revela (como apunta el título de la colección entera) muy poco de sí mismo: “Escribo porque todavía no he encontrado una forma más decente de ganarme la vida”. Se diría que la columna “Los sueños falsos” traza las líneas y las cuadrículas que la contienen (“libros falsos antes de ser soñados. Como las ciudades irrecuperablemente felices a las que creemos volver”) por el puro placer de trascenderlas.

El autor de El impostor (2014) nunca es aburrido. Una de sus habilidades es la de combinar la perspectiva de un neófito con la capacidad de un novelista para la exposición, al afirmar que “cuando uno le chupa la sangre a un libro ya sólo quiere chupar sangre de libro”. Su interés por la literatura nunca es impersonal: no en vano ha dedicado toda su vida a ella. Sus ensayos dan vueltas alrededor del tema sin llegar a ninguna conclusión firme, pero permitiendo, a cambio, satisfacer su interés omnívoro. Sus argumentos convergen en un punto: el artículo es el culmen del periodismo. No parece descabellado aventurar que, al sugerir esto, el cacereño también está pensando en su propia escritura, en su necesidad de encontrar una manera de salir del callejón sin salida al que lo llevan, a menudo, sus novelas.

“Hablar mucho de uno mismo es la mejor forma de ocultarse”, nos previene Nietzsche, desde el epígrafe. Se incluyen en Formas no sólo sus crónicas más conocidas para el diario El País, sino un buen puñado de colaboraciones para otras revistas, por primera vez reunidas en un solo volumen, con una elegante selección, edición e introducción a cargo de la escritora y periodista argentina Leila Guerriero (1967). En ellas, es posible ver al novelista de Soldados de Salamina (2001) como un artista que ha crecido con la sospecha de estar reescribiendo siempre el mismo texto, pero al mismo tiempo cada vez más seguro de que esta incertidumbre es adonde debe dirigirse toda su energía. Es esta decisión, y la escrupulosidad con la que Cercas la persigue, la que hace que su trabajo sea tan difícil en ocasiones, tan fascinante siempre. En ese punto de fuga confluyen las frases extremadamente largas y nudosas, los monólogos como taladros obsesivos, junto a la querencia perversa por la denuncia de ciertos tipos de lenguaje especializado. En Formas culmina su tendencia a la terapia de escribir historias que nos consumen al mismo tiempo que las consumimos.

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