Habitación 300: La irrevocable resignación del estudiante de Derecho liberado

Ana de las Tejas Verdes.
Ana de las Tejas Verdes.

Me mutilaron el clítoris para hacer de mí una justa ciudadana. / Relato literario.

Habitación 300: La irrevocable resignación del estudiante de Derecho liberado

Hago lo que puedo, sí, padre, presa de tu casa; de tu pueblo natal al que me traes cada mañana, de vuestro apetito y los caldos de mamá, de la juventud con que la hermana me acompaña, soy presa de este amor. Y no he hecho nada más que, ¡ay ay ay! Dar las gracias a un dios que me abandonó a mi suerte. Rezo más que hablo, como en un equívoco del pensamiento que me niega a mí misma igual que el maestro selecciona las dudas cuando piensa en fumar, como engañando a la razón que siempre es correcta cuando todo se está torciendo más que una lombriz al sol.

El tiempo es eterno para las piedras de los riñones y el Gran Cañón del Colorado, pero la predicción es tan débil como las declaraciones de amor.

Con el tiempo he asimilado la ablación, estoy rabiosa. ¿Cómo mutilar el clítoris a una gallega de ciudad dispuesta a estudiar Biotecnología y menstruar cada mes? ¿Cómo mutilarle el clítoris a una niña triste para que se ría? ¿Cómo mutilar el clítoris de una sonámbula que amanece con lesiones y mandarinas?

¡Y ahora lo veo todo claro, claro como el espejo de su dormitorio! ¡Está más claro que un jarabe para la tos! ¡Lo veo con la libertad de un refugiado en Europa, un enfermo terminal en mis brazos… los niños jugando a la guerra y los jueces bebiendo unas copas!

No se puede decir nada, ¿a quién decirle nada si superas su nota de corte? ¿Qué hice para vivir de un arresto domiciliario culpable de independencia, en donde se amotinan las moscas muertas? Entonces crees que puedes mejorar, que habrá otra gente, y luchas con honradez por abandonar, y el resultado es, de nuevo, la soledad. La soledad es un todo que carece.

Pero ya no soy yo, le dije en la estación que ya era otra, otras veces había cambiado como el camaleón. Ya no tengo genios en la cabeza ni fenómenos naturales, como antes me rodeaban. Ahora estoy loca porque caí en manos de la tosca Autoridad. Una autoridad es alguien, alguien con ambición que consiguió superar el amor.

Yo superé el deseo, estoy orgullosa de lo inerte de mi cuerpo y la sensibilidad de mis sentimientos, de mi fortaleza como raíces de roble, aire en movimiento en mis nervios, he conseguido aquella templanza, equilibrio de mariposa en la hierba, además de humillar a los otros en su acecho de cazador de ardillas.

¡Soy como una ardillita! Salto de aquí a allá, así me muevo. Creo que la ardilla es mi animal. Ya que los instintos del hombre son animales, a excepción, desde luego, de una bruja.

La veo así, hoy, como una vieja bruja encogida como una uva pasa, escupiendo sopa y exabruptos al hablar, pero como si no hubiera callado nunca, con su perenne apetito y refranero, y su abuela en el cementerio. Ella es aquella niña que nunca me intuyó, la bestia de aquella cama, la señora que me sostenía en su regazo. Y conserva sus frases y la ira de la hembra mal sexuada, una hembra que protege su fortuna en vez de una cría. Que no ha parido, ni devuelto a su naturaleza, pero sí castrado por el confín de los tiempos.

Ahora sé que estaba en lo cierto: no existe el amor. Yo me resguardaba de las pasiones que me hacían daño. Ahora aprendí la perversidad, me enloquece tanto como el reparto de riqueza por países que agracia a ineptos natos. Me daría igual estar loca con tal de tener clítoris, pero sospecho que todo cuadra como un puzle para enmarcar. Lo he perdido todo, he sido engañada por ilusiones que me sacaron adelante, llegando a romperse con la integridad del hombre, creyendo en el bien aquí y el mal allá, pero la maldad es más mestiza que mi tribu imaginaria… @mundiario

Comentarios