El impreciso vuelo de los ángeles

Peter Handke.
Peter Handke

El alboroto y la agitación por la concesión del Premio Nobel de Literatura a Peter Handke, apostilla la intransigencia actual que caracteriza a la polarización interesadamente urdida y disfrazada de controversia.

El impreciso vuelo de los ángeles

CONTAR Y CONTAR DESDE LA MIRADA. Nos desviamos de lo fundamental si activamos el juicio sin más. Abundar en la notoriedad pasajera desenfocando la imagen de fondo que aparece ante nosotros, desestima una mayor asignación a lo verdaderamente importante. La literatura narra y el lector construye el edificio, pero no es el plano de este la baza central de su construcción. Lo es la mirada que antes encontró su asiento en la reflexión que lo soñó.

REINVENTANDO LA FALACIA. La concesión a Peter Handke del Premio Nobel de Literatura en 2019, articula el desenlace de esa mirada que es apresada por el determinismo convencional de la marea mediática que todo lo cubre. Hasta la propia verdad artificialmente enfatizada se tiñe de desencanto como si en cada desabrigo la sospecha del frío fuera cierta. Y ese es el hecho notorio de esta proclamación: la infausta sustracción de los atributos literarios, líricos, dramatúrgicos y cinematográficos del autor austriaco. Para colmo de males en el reconocimiento a su obra, las lindezas que han descrito su posicionamiento en la Guerra de los Balcanes que tuvieron lugar entre 1991 y 1999, sintetizan ese amargor de lluvia ácida que lo persigue inexorablemente. Es el agraz veredicto que sentencia a quien se define como pensador de instantes.  

DOBRA ZENA. En el año 2014 la actriz serbia Mirjana Karanović, se estrenaba en la dirección cinematográfica con esta obra de la que también formaba parte del reparto como protagonista. Se trata de una coproducción Serbia-Bosnia y Herzegovina-Croacia. Milena es un ama de casa acomodada. Reside en las afueras de la capital en un núcleo residencial. Ha traspasado la frontera de los cincuenta. Su universo es la familia. Un reconocimiento médico rutinario determina, a la espera de las pruebas previas al diagnóstico definitivo a las que inicialmente se resiste, un posible cáncer de mama. Este suceso trastocará su percepción vital que se verá acentuada por el descubrimiento de una parte oscura de Vlada, su esposo, relacionada con la Guerra de Bosnia y su actividad como miembro de las fuerzas especiales de la policía. El hallazgo de una cinta VHS, mientras hace de sus tareas domésticas un obsesivo empeño con el que liberarse de su carga existencial, la sacude y horroriza. Las imágenes son testimonio de la humillación y ejecución de civiles por parte de Vlada, acompañado Dejan y Sveta, con los que en la actualidad mantiene una relación conjurada por los crímenes cometidos pero amenazada por el chantaje del primero que acusa los síntomas del alcoholismo. La sutileza en el tratamiento entraña un dramático suspense narrado desde la perspectiva de Milena. La atmósfera social en el que se debate la extradición de ciudadanos serbios acusados de crímenes de guerra al Tribunal de La Haya, es reflejada en la pantalla con los medios de comunicación de fondo y los comentarios de los antiguos soldados y sus familia, como también lo es en la actitud de Milena. Nataša, la hija mayor, vive en Belgrado becada por el gobierno francés. Es una artista comprometida políticamente, que ha perdido por esta causa el contacto con su padre. El hilo conductor nos recuerda a Teseo y su enfrentamiento con el Minotauro. Solo puede regresar del laberinto volviendo sobre sus pasos, que antes desplegó con un ovillo para encontrar la salida. La protagonista tiene que enfrentarse a sus propios miedos, que crecen y maduran a medida que avanza la historia y con ella la evolución del personaje. A través de su mirada, Milena cuenta, se cuenta a sí misma y nos cuenta a los espectadores, su naturaleza consciente que convive con el mal y el pensamiento que se rebela desde la visión escindida que resquebraja el vínculo familiar.

UNA NUEVA MANERA DE ESCRIBIR. La experimentación constante es uno de los rasgos que se intensifican en la caracterizada gradación de Peter Handke. Una labor que el propio autor considera como hecho sustancial de su devenir humano: “La literatura ha sido para mí durante mucho tiempo el medio de encontrar, si no claridad, por lo menos más claridad sobre mí mismo. Ella me ayudó a ver que ahí estaba yo, que yo estaba en el mundo (…) realmente yo nunca fui educado por los educadores oficiales, sino que me dejé transformar por la literatura”. Este proceso introspectivo de creación contiene una de las claves de este dejarse mecer por las palabras que ensaya el lector cuando se enfrenta a uno de sus textos. Como si viniéramos de un mundo perdido y nos sostuvieran los pensamientos más veraces que nunca hayamos tenido. O simplemente que ahora leídos parecieran una relectura interior. Es una prueba de la categorización al que somete su escritura para que las palabras sean ejes vertebrales de lo que empezamos a intuir como latitud de lo verdaderamente esencial para nosotros, sus lectores. Hay un amago calculadamente establecido para activar la expiración del autor en la inspiración que recoge el lector. Ese es el merecimiento de este inconformismo irreverente por su propia forma de advertir de sí mismo. No pretendamos encontrar en su obra la soltura de lo que de manera convencional se publica habitualmente: un océano de páginas para extraviarse. La exigencia de su quehacer se reafirma en un dominio como ausente, pero tangible en la pulsión que a fe cierta impone. Es una literatura de conciencia que quiebra toda visión determinista y hacia la que mantiene un permanente cerco de inteligente equidistancia. Vana pretensión deslizar una carta sin franqueo en el buzón. Nunca llegará a su destinatario. Salvo por la bondad o el amor propio del cartero que hará de este empeño su razón de ser. La lectura de su obra requiere la identificación o negación por sus destinatarios, los lectores. Somos más nosotros mismos y más verdaderos deambulando por la delación de la humanidad. Sí. Esa es la carta que nos escribe Peter Handke, la acusación, la denuncia de lo inevitable y tentador. Si el cartero, por fin y tras un esfuerzo ajeno a la contribución social de su trabajo, llega a nuestro domicilio, somos los únicos responsables de aceptar o no su entrega, por más que su contumaz empeño haya logrado encontrarnos. Esta es la búsqueda del autor de Soy un habitante de la torre de marfil, una incansable visión sobre la memoria y su proyección en el futuro. La irrupción en diferentes géneros –poesía, teatro, ensayo, narrativa, guiones de cine y televisión- no colman su apetito por adentrarse en la esfera de la levedad y su choque personal con los intereses más alejados del día a día: el dolor y la soledad existencial. El drama es concebido en las palabras. Estas son imágenes perfectamente ajustadas. Nuestro escritor se convierte en montador de escenas del lenguaje. Haciendo de aquellas hebras de palabras para articular un mundo interior determinado por la libertad. Es la visión que nos presenta José Ángel Valente en su obra póstuma Diario íntimo –reflexiones que mantuvo en una serie de cuadernos que le acompañaron durante más de cuarenta años- señalando que, “La palabra ha de llevar el lenguaje al punto cero, al punto de la indeterminación infinita, de la infinita libertad”. Quizás sea este el pecado occidental y accidental de Peter Handke, no disimular su mirada para contar y contarnos desde la libertad y sin solución de continuidad arremeter con su palabra y contraatacar a la realidad disonante con el simbolismo que acompaña a la literatura desde la primaria oratoria del ser humano en las cavernas. Y que considera como “nuevas posibilidades para leer, para jugar, para pensar: para vivir”. Lo arquetípico es lo deplorable y decadente. No existe la vigencia. Solo el recordatorio que un paso adelante puede extender el territorio salvable con un nuevo episodio de resistencia. Es la composición de un modelo que disiente de lo natural para perseverar y obligar en lo pensado, ahuyentado lo acrítico y convencional por ese ajuste con un esquema inserto en el enfoque preestablecido. Entonces, ya no basta con narrar. Hay que desenfocar la palabra –imagen- para volver sobre ella, brindándole nuevas y oportunidades.  

INVECTIVA COLEGIADA. El incendio de la palabra se ceba con quienes disienten de lo políticamente correcto. Es decir, de lo que es aceptado como visión sustentada en la corporeidad de unos principios basados en la deficitaria moralidad convenida y asentida. Es la pira que desata la furia purificadora de quienes acopian el “veneno de las palabras”, y adentran en sus brasas el hierro al rojo vivo con el que estigmatizan el pensamiento. La biografía de Peter Handke le imbrica a esa mirada refugiada en los orígenes de un mundo atropellado por los horrores de la Segunda Guerra Mundial, “Todo proviene del lugar de origen, de los padres, de los antepasados. Naturalmente, uno también se hace a sí mismo, pero no es posible hacerse enteramente. En ningún sentido. No, todo está allí”. El tono literario del discurso que ofreció días antes a la entrega del Premio Nobel, trasluce este hecho trascendental: hijo de una mujer eslovena y de un soldado alemán que no conoció hasta ser adulto, la muerte de sus tíos en el frente y el suicidio de su madre de una sobredosis de barbitúricos. En cierta manera su desafío estriba en el resarcimiento que el lenguaje le posibilita para narrar su versión sobre lo que acontece pero no como acto literario. Es el acto literario el que se transforma tamizado en el escritor mismo, “La permeabilidad es lo decisivo. Lo que cuenta es que el escribiente se convierta en una figura de tránsito, por la que pasan todas las cosas”. La mirada que absorbe el derredor y lo hace suyo, en esa posesión ficticia de los sentidos que quizás es la más real, la que se desentiende y a la vez agita el tronco del  árbol que tras la lluvia moja nuestras cabezas como un juego de niños a la vuelta de la escuela. Esa irrupción de poderoso simbolismo que se vive en la conciencia del recuerdo, ese regresar a lo que nos pertenece porque nuestros sentidos lo reconocen. Desde la mirada podemos rescatar el hurto que la publicidad, los medios de comunicación y los políticos han obrado para reconvertirnos en rehenes de sus propósitos. La mirada es una forma de pensamiento que es leal al lenguaje.

CASIODORO REINA. En el revuelo de estos días, he recordado la figura del religioso jerónimo español, que converso al protestantismo  huyo del monasterio de San Isidoro del Campo –Santiponce. Sevilla-, perseguido por la Inquisición. Su delito fue la traducción castellana de la Biblia. En 1562 se celebró en Sevilla un Auto de fe en el que fue quemada una imagen de madera del autor de la denominada Biblia del Oso y la de sus acompañantes huidos a Ginebra. Fue declarado heresiarca. Sus obras fueron incluidas en el Index Librorum Prohibitorum. Lastimosamente pudo comprobar que la cerrazón no tenía fronteras. Tras la quema en 1553 de Miguel Servet, la situación en Ginebra se correspondía también con la persecución a los que pensaban –miraban- de manera diferente. “Las democracias de ahora se permiten, más allá de sus fronteras, comportarse como si fueran dictaduras. Las democracias de hoy, en realidad, son las nuevas dictaduras, las dictaduras humanitarias y económicas: lo más hipócrita que hay. Vivimos en una época de hipocresía total, antes regía la violencia pura y dura, pero ahora estamos frente a una violencia azucarada, no menos brutal”. De esta manera se expresa el Premio Nobel 2019. Alemania, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, hace escasamente 20 años, sin mandato del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas –ONU-, no se arredraron en bombardear un pequeño país balcánico, Serbia. Este hecho le hizo  devolver en 1999 el premio Büchner de Alemania. En aquella época, el español Javier Solana era secretario general de la OTAN y curiosamente en la actualidad preside el Real Patronato del Museo del Prado. En este sentido son esclarecedores las reflexiones que vierte Cecilia Dreymüller en el prólogo a la edición española de Preguntando entre lágrimas, una de las obras que sobre este asunto escribe Peter Handke y que pudo ser publicada gracias a la iniciativa de la crítica literaria y traductora, con introducción de Ignacio Echevarria. Igualmente el artículo publicado en Revista de Occidente nº 310, marzo 2007, bajo el título El escritor como testigo sospechoso. Peter Handke y su denuncia de la guerra mediática.

 

EL ASOMBRO LO ES TODO. Nos volvemos niños con la lluvia. Y el cielo puede encontrarse en la tierra, donde esos niños sumergen los pies en los charcos y crece su pequeño corazón. La escritura es esa lluvia que nos humedece los labios, mientras silenciamos el misterio oculto que solo a nosotros pertenece: la mirada que rila ante el curso de la vida  si la desacomodamos de lo arbitrario y aspiramos a soalzarla para seguir buscando en el interior. “El escritor debe ser un niño, un ser confuso, un buscador.” El cielo sobre Berlín - Der Himmel über Berlin, 1987- conocida también como Las alas del deseo, es uno de los seis proyectos cinematográficos en los que Peter Handke y Wim Wenders compusieron una estética común. En esa búsqueda reveladora que descorre los visillos de la ventana para que la tamizada luz de la nostalgia nos interrogue. Sus tres protagonistas Bruno Ganz, Solveig Dommartin y Otto Sander han fallecido. Al igual que Peter Falk, en su reducido papel pero sobresaliente contrapunto de convencimiento sobre la experiencia humana. Damiel y Casiel son dos ángeles que velan por las atribuladas almas humanas, en una ciudad donde el muro de separación entre las dos Alemanias simboliza la deriva del mundo. Aliviar la angustia y el dolor de sus habitantes es la misión que amparada en la invisibilidad, cumplen sin la capacidad de influir en aquellos. Solo los niños y las personas no contaminadas por la vileza tienen la posibilidad de sentir su presencia. Damiel se enamora de una trapecista y su pugna interior le empuja a probar la vida. La recitación por Bruno Ganz de diversos fragmentos del poema La canción de la infancia, enmarca el nacimiento y  desembocadura del tiempo narrativo en el fílmico y viceversa. El círculo finaliza y empieza de nuevo como tantas otras veces ha sido y seguirá siendo. La cuestión es apercibirnos del tránsito y no olvidar los orígenes en los que fuimos impreciso vuelo de ángeles, “Cuando el niño era niño, / andaba con los brazos colgando, / quería que el arroyo fuera un río, / que el río fuera un torrente, / y este charco el mar”. No es difícil entender que la polémica, rechazo e insultos suscitados a la concesión del Premio Nobel de Literatura 2019 solo puedan tener una respuesta literaria. Una mirada que despliega libérrima compasión, “La risa despectiva que recibes proviene de la ignorancia: es el sonajero de los cadáveres de almas”. Y este es uno de los  “acontecimientos únicos” que proviene exclusivamente de contar y contar desde la mirada. @mundiario

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