Hölderlin: su soledad, su grandeza

Hölderlin
Hölderlin. / Mundiario
Si sientes que llama a tu puerta el último adiós no cometas la torpeza de donar tu biblioteca a una administración pública española.
Hölderlin: su soledad, su grandeza

Cuando el escritor por intentar ser popular cae en el provincianismo aldeano del tópico y lo típico, entonces es mejor dejar de escribir. Y por supuesto, el buen lector, no prestarle atención alguna. La  soledad puede durar mucho o nada. Si dura nada es un suicidio. Lo contrario es la lucidez. 

A las parcas

“Dadme un estío más, oh poderosas,

y un otoño, que avive mis canciones,

y así, mi corazón, del dulce juego

saciado, morirá gustosamente.

El alma, que en el mundo vuestra ley

divina no gozó, pena en el Orco;

Mas si la gracia que ambiciono logra

mi corazón, si vives, poesía,

¡sé bien venido, mundo de las sombras!

Feliz estoy, así no me acompañen

los sones de mi lira, pues por fin

como los dioses vivo…

Hölderlin

Reflexionar, para que se entienda y se acepte fácilmente esta aventura literaria en la Roma imperial de las grandes conquistas, en la que también había robos, crímenes y no hablemos de fraudes y corrupciones con los correspondientes sobornos a funcionarios y políticos. Esto es lo que nos cuenta Lyndsey Davis en sus novelas.

“La noche se avecina al lugar de nuestros besos.

Se oye un susurro: ¿quién los exime de la culpa?

Trémulos aún por la hollinienta dulce lujuria

Rezamos: ¡Santa María, allá en tu gloria, perdónanos!”

Georg Trakl (2-1-187)

Si sientes que llama a tu puerta el último adiós no cometas la torpeza de donar tu biblioteca a una administración pública española. Puede pudrirse en el sótano de la indiferencia o lo que es peor morir en una trituradora de papel. 

“Vivimos en la incultura de la ignorancia agresiva”. Esta afirmación de Salman Rushdie, autor de Los versos satánicos, que es la síntesis representativa de la abundancia que en una sucesión de thriller va creando tan fabulosa historia de inquietante actualidad, que tiene preocupada a gran parte de planeta llamado tierra con pavorosa miseria, guerras y diferencias que la desacreditan.

Los dioses tienen sed de justicia. El poder que domina en la tierra los calma con golpes de pecho y falsos rezos. Ellos son los representantes oficiales de la  clase divina de los cielos, que prédica en la comedia humana.

Imagino al estremecedor poeta Georg Trakl en aquella Viena fuente creadora bajo la llameante, insobornable y desafiadora Antorcha de Karl Kraus, con su implacable crítica a la metrópoli en la que vivía aquella generación de escritores y poetas de excelentes obras alta su calidad. Ellos fueron tallando una línea creativa avanzada  a la vez que también se convertían en anunciadores del temblor de “La noche se avecina al lugar de nuestros besos.

Se oye un susurro: ¿quién los exime de la culpa?

Trémulos aún por la hollinienta dulce lujuria

Rezamos: ¡Santa María, allá en tu gloria, perdónanos!”

Georg Tralkl nuevo siglo. En la cansada Europa.

En un país de tan elevado grado de corrupción como el nuestro, el orden y la eficacia que exige una verdadera democracia está considerado un grave peligro para dichos manejos de los malversadores que gritan ser los salvadores de la patria. Los “demócratas” de siempre.

¿Tornan de nuevo las grullas a ti, las naves el rumbo

tuercen, van de tus playas en pos?  Serenas y ansiadas

brisas llegan al plácido mar, y al sol asomando

del abismo el delfín, luz nueva inunda su dorso?

¿Jonia brilla? ¿Tiempo es ya? Pues es primavera,

y ha tornado a nacer la vida en todos los seres,

y hay en los hombres amor, y tiempos

áureos se evocan;

¡Vengo en tu paz a ti, oh poderoso!

Archipiélago (fragmento)

@mundiario

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