Las hogueras azules, de Juan F. Rivero

Un libro. / Pixabay
Un libro. / Pixabay

Editorial Candaya publicó, en junio de 2020, “Las hogueras azules” de Juan F. Rivero con una imagen de cubierta basada en “Ciruelo”, de Wang Mian, diseño de Francesc Fernández y prologado por Ana Gorría.

Las hogueras azules, de Juan F. Rivero

En la solapa se nos comparte una muy breve biografía de Juan F. Rivero, este sevillano afincado en Madrid que es poeta, traductor y editor. Especializado en clásicos literarios y filosofía, ha traducido, entre otras, la poesía de John Ashbery, "La escuela poética de Nueva York. Antología". Su primer poemario se llama “Canícula”, hace unas semanas lo compartía en sus redes para lectura gratuita.

Lluvia levísima

acaricia las alas

del gorrión.

Portada de Las hogueras azules. /Editorial Candaya.

Portada de Las hogueras azules. / Editorial Candaya. 

Ana Gorría, en su prólogo, llamado “La hospitalidad de la nieve y el papel” hace referencia a cómo “Las hogueras azules”, «en un trazo en el que el mundo, palabra, ojo y tembló son capaces de recoger la instantánea de la belleza efímera en el blanco de la página». Admite la madurez e intimidad de los poemas y confirma que «es la expresión y la confirmación de una mirada y de una búsqueda», «una larga meditación sobre el mundo». «El poema como la naturaleza y como el pensamiento está a punto de suceder», sentencia. Donde «con mirada, amorosa y cálida», se dialoga con lo real, con lo que nos acontece y nos rodea.

Aún sigo aquí.

Oigo el vacío

de las horas perfectas.

Su portada, con esas flores de ciruelo en tinta, en un tiempo donde su papel como su caligrafía era tan importante. Flores marcadas por la simbología asiática, pero, además, alabadas y admiradas por los poetas y artistas. Una flor de voluntad firme y resistente, puesto florece en invierno. Una portada donde las flores de ciruelo permanecen en su máximo esplendor y su estado más bello.

VI

Amo escribir,

las hogueras azules

del lenguaje

 confortan.

Juan F. Rivero añade una nota final donde da muchas de las claves de la lectura de este poemario dividido en cuatro partes. Nos inicia en el viaje de su obra en el “Prosopoema de una gota de lluvia”, nos hace pasear entre “Poemas del paso del tiempo”, se recrea en el “Haibun”, esa anotación que resume nuestra observación, interpretación y expresión del mundo y termina con “Poemas para ser pintados”. Sin embargo, como en “Prosopoema del arte de la escritura”, de Wen Fu; Juan F. Rivero tiene la «secreta esperanza de poder captar su verdadero espíritu», en estas breves observaciones y reflexiones, tan íntimas y reales.

POEMA PARA LOS TECHOS DE UNA CUEVA

 

Vosotros,

Que en lo tierno y profundo

del futuro

aprendisteis de nuevo

a leer y a escribir,

recordad siempre:

No hay nada más hermoso

que ser frágil

en un mundo infinito.

Allí donde el poema es como una gota de agua transparente y es atraída por la gravedad, como esa gota que cae de las nubes y nos moja. El poema como «su peso en la red neuronal», donde las ideas se intuyen y juegan unas con otras, cobrando posibilidad y conformando sentidos. Poemas que son «celebratorios de su propia existencia», como «fulgurantes», «blancos jazmines», de olor, color y forma. El poema como una transición breve mientras paseamos y observamos un detalle. ¿Qué queda fuera de los límites del tiempo? ¿Y del detalle?

¿Qué poemas se posan sobre los techos de una cueva o sobre la tristeza? ¿O sobre una fuente o abanico? ¿Cómo se inicia un viaje que comienza en uno y acaba en un nosotros situado en un lugar del mundo? ¿Cómo se alcanza una poética dando una mano al mundo? Mejor dicho aún. ¿Cómo dar la mano al mundo clásico asiático con una mirada actual? Juan F. Rivero y sus hogueras azules tienen la respuesta. @mundiario

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