¿Adolf Hitler u Ohm Kruger?

Adolf Hitler (1889-1945).
Adolf Hitler (1889-1945).

¿Qué nos ocurre cuándo el hilo de la historia nos dice que aquello a lo que asistimos y que la mayoría cree normal no es sino el precipicio que se abre ante nosotros?

¿Adolf Hitler u Ohm Kruger?

El historiador Sebastián Haffner en un libro suyo de reciente aparición -pero escrito como ensayo en 1940- realiza un breve repaso de las teorías que explican el ascenso de Hitler al gobierno de Alemania. En primer lugar, nos dirá: “casi todos los biógrafos de Hitler han cometido el error de intentar establecer un vínculo entre Hitler y la historia del pensamiento de su época”. Para ellos Hitler seria el producto, la expresión de una sociedad que ante la angustia vital de la decadencia aceptaría una salida que colmaba sus ilusiones.

En segundo lugar, otros autores plantean que la personalidad de Hitler fue mísera e insignificante. El dictador “no sería más que una pieza de ajedrez de los militares alemanes y de las camarillas capitalistas, que aprovechan su demagogia para enmascarar sus propios planes de guerra y sus transacciones comerciales”. O la clásica interpretación en línea con esta de que las crisis capitalistas traen la guerra como solución cíclica a la sobreproducción mercantil.

El autor plantea un tercer aspecto de la historiografía clásica a saber: “Hitler ha alcanzado su actual posición, por así decirlo, automáticamente y sin merecerlo. Las causas que se mencionan son, entre otras, la decepción de las clases medias alemanas empobrecidas por la inflación de 1923, la desesperación de los patriotas alemanes por el tratado de Versalles y el miedo al bolchevismo”.

Llegados a este punto, nos plantea que sería interesante considerar que la historia alemana pueda estar asociada a su vida privada. Es decir, que el ascenso personal, pueda constituir un aspecto sobresaliente que permitió que “un muerto de hambre se convirtiera en multimillonario, un simple soplón de la policía militar pasara a ser el jefe supremo del Reich alemán, un residente de un asilo de mendigos vienés deviniera en el déspota de ochenta millones de personas, un desclasado que era despreciado por todos llegara a ser el ídolo de una gran nación”.

A continuación Haffner con gran acierto se introduce en la peculiar personalidad del dictador para hurgar en los íntimos deseos que le empujaran al ascenso social, no sin antes puntualizar que este “proceso único e irrepetible, que no es comparable con las casualidades inofensivas y frecuentes por las que algunas personas de la clase obrera o de la pequeña burguesía han adquirido dignidad y categoría”, pues en todos ellos este aspecto estará unido al mérito y triunfo con el adecuado reconocimiento legal.

Haffner demostrará con contundencia el verdadero valor personal de Hitler al describir la peripecia vital de un individuo desplazado desde una posición cómoda dentro de la burguesía de provincias hacia la clase obrera, luego hasta la plebe y finalmente a la sórdida posición de soplón en los escalones más bajos del ejército. Al respecto agrega: “sus superiores -del ejercito- consideran que no le pueden ascender -tras cuatro años en el servicio-, su carácter no permite siquiera que le confíen el mando de la unidad de tropas más pequeña”.

Existen ensayos que a pesar de estar escritos en el momento en que desarrollan los hechos, no dejan de participar del anhelo premonitorio de su autor. En este Haffner asistimos a un esfuerzo mental para acceder a la mascara que descansa detrás del dictador quien lleva a Alemania a su destrucción. Además de aportarnos elementos de reflexión, nos sitúa en una encrucijada: ¿Qué nos ocurre cuándo el hilo de la historia nos dice que aquello a lo que asistimos y que la mayoría cree normal no es sino el precipicio que se abre ante nosotros?

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Nota: *Ohm Kruger, nombre que sus compañeros –los residentes del asilo de mendigos de Viena– le adjudican a Hitler. Alemania. Jekyll y Hyde. 1939. Sebastian Haffner. Ed. Destino, 2005

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