Habitación 300: Un momento inesperado en que la vida alcanza redención

Castillo de Neuschwanstein
Castillo de Neuschwanstein

Me ofrece terapia a cambio de las propinas, creo que entablaremos una buena amistad. / Relato literario

Habitación 300: Un momento inesperado en que la vida alcanza redención

Yo con mis poemas y el regusto del tabaco, y esa sombra rosaliana que siempre me deja insatisfecha. Me expongo al calor hasta sudar, leo hasta embargarme de pensamientos y me evado al cocinar.

La chica del café estudia Psicología, en serio, no lo ha dicho por joder. Me ofrece terapia a cambio de las propinas, creo que entablaremos una buena amistad. Y, de rechazarme cuando descubra mis miserias, criticaré las políticas de Venezuela a viva voz, que ella ha venido de allí.

Esta mañana compuse un soneto redondo, aunque me encontraba algo incómoda porque he tenido que deberle cincuenta céntimos (se los pedí a mi amiga… Había gastado todo en tabaco).

Con lo cual, la camarera ha descubierto una de mis miserias. Al acabar el turno no se despidió y lo suponía, es un instinto maternal.

Me quedé un poco más, leyendo a la sombra. Últimamente me distraen los ruidos. Sobresalía la conversación de unos extranjeros, una linda entonación de una niña alemana. Me sorprendí a mí misma siguiendo el hilo de su comportamiento pueril en ese duro idioma.

Pero he descubierto, quizás, esa supremacía de la lírica germana que suma y suma rimas.

Así y todo, fui reticente a entablar contacto visual con ellos… Me vino un pensamiento defensivo: “han venido a exterminarme…”

Llena de controversia en mis conclusiones, me levanté y me fui. Cuando, al pasar de largo, oí a la niña: “¡Diós!”─ entonó. Me detuve, despacito me di la vuelta y vi un angelito moreno repetir: “¡diós!”, pero más bajito. Le sonreí a su hoyuelo en el mentón y sus coletas, confiando en la bondad de su mamá, la que antes le hablaba a ella. Defintivamente, me gustan los idiomas. @mundiario
   

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