Los alegres elogios de poder dispensar una triste propina

La joven de la perla.
La joven de la perla.

Esta no se ha enterado de que soy una talentosa artista, no lo sabrá hasta que le saque un billete para pagar el café. / Relato literario

Los alegres elogios de poder dispensar una triste propina

¿Qué se ha creído? La apoyé desde un principio, entablamos confianza, abrió un bar. Y yo tomo café cada mañana, yendo al servicio de su local. Le doy los buenos días y le doy las gracias, le regalo un dulce comentario.

Ella sabe cómo quiero el café, hasta ahí lo bien que me conoce. Pero no quiere ya que hablemos en la barra, con mis quejas dramáticas, y sin embargo siempre presiento que sabe cosas de mí… Será porque hablé con mucha gente. Y es que esta camarera no es psicóloga, tiene alma de maruja.

Cuando era empleada, me invitaba a la consumición, me escuchaba, me dejaba cantar y divertirme. Ahora se afana en el cuidado de su local como un ama de casa.

¿Pero cómo se atrevió a gritarme, delante de dos guardias civiles, que yo pido limosna? Querida trabajadora, no necesito caridad sino respeto; mientes, porque yo siempre tengo las monedas suficientes. Y tú cuídate de tratarme bien, porque estoy pensando en denunciarte: atentaste contra mi honor.

Lo último, es que se encarga de tardar la vida en ponerme la mesa. Yo la veo desde el escaparate a la vez que me distraigo viendo mi reflejo, y ya dos veces me fui antes y ya se disculpó. Pero sigue en su labor despreciativa, mirándome de arriba abajo, con celos acérrimos de mujer. Podría ser su hija, o creo que no, pero me trata con el desaire de una señora. Sin embargo, yo vi cómo deleita a sus clientes posando sus pechos en la barra, ¿hay algo más ordinario?

¿Qué se ha creído? Estoy segura de que en su país era una gamberra y cometió muchos errores, pero ella no habla de su pasado, seguro porque ha tenido una vida pobre e insulsa.

Pero a mí que no me proyecte su maltrato, porque a mí no se me trata así. Esta no se ha enterado de que soy una talentosa artista, no lo sabrá hasta que le saque un billete para pagar el café.

¡Una camarera clasista! Y se equivoca conmigo. Yo no sé si yo podré exiliarme, pero a ella la pueden deportar. Podría ser más discreta, pero se dedica a agraciar a sus clientes como un papagayo.

Tiene celos de mujer, aunque estoy convencida de que yo nunca le robaría a su hombre tabernero. Somos muy diferentes, no sea por el tono de piel y los ojos rasgados de las dos.

¡Ya verá cómo le retiro la palabra! Me verá pasar, de aquí para allá, con mis quehaceres y mi prisa, y ella seguirá siendo esclava de este barrio. ¡A ver cuál es la arrogante!

Con ese acento sudamericano, ¡y burlándose de mi gallego! Yo me leí la historia de América, sé cosas que le podría explicar… Pero esto es España, hemos de respetar esta grandiosa sociedad, donde tú y yo, amiga, tenemos nuestro lugar. @mundiario


   

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