Gustavo Adolfo Bécquer, resonancia jonda

Gustavo Adolfo Bécquer
Gustavo Adolfo Bécquer. Obra de Valeriano Domínguez Bécquer.1862. Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Antes que la poesía contuviera al mundo lo fue en su cantar. El autor de las Rimas tiembla en la emoción que, desde siempre, la voz viva del pueblo consagra a la vida, a la muerte y al amor. 

Gustavo Adolfo Bécquer, resonancia jonda

La trascendencia de Bécquer en la poesía contemporánea en lengua española es razón más que suficiente para ahondar en las verdaderas raíces de su creación. “He leído poco, he sentido bastante y he pensado mucho, aunque no acertaré a decir si bien o mal”. El autor de Cartas desde mi celda no se atribuye más merecimiento que, desde la distancia, abundar en su propio sentimiento para darle forma lírica tras esa experiencia. Y esto que pudiera entenderse como obvio, resulta de lo más clarividente para consumar en su obra la ferviente disposición del lector a congraciarse con esa especial interiorización de lo sentido y vivido, la “profundidad emotiva”. En cierta manera existe en su quehacer literario un desapego de lo mundano que se revela en la aproximación al silencio, la limitada expresión editorial y su carácter introspectivo a lo largo de su corta vida. Su eco no es bullicioso ni festivo. Se congracia con otras formas íntimas y alejadas de la notoriedad que lo definen en una obra tan corta como luminosa en la estela que dejó tras sí.    

Dámaso Alonso publica en 1952, Originalidad de Bécquer, dentro de la obra Poetas españoles contemporáneos. En ella vincula la ascendencia de Heinrich Heine a la producción poética del poeta sevillano, “No cabe duda: a la rimas de Bécquer van a parar casi todas las formas asociadas que, seguramente, por necesidades técnicas de la versión habían aparecido en la traducciones de Eulogio Sanz. Es imposible negarlo: lo mismo la técnica de la forma interna del poema que la de la forma exterior coincide en las Rimas notablemente con la de las versiones de Heine aparecidas en 1857 en El Museo Universal”.

En el año 1987 aparece en el número 10 de la revista Cauce, revista de filología y su didáctica, perteneciente a la Escuela Universitaria del Profesorado de EGB de Sevilla, un interesantísimo trabajo titulado La influencia del cantar andaluz en Gustavo Adolfo Bécquer. Antonio Carrillo Alonso con esta laboriosa investigación remonta el vuelo sobre la totalidad y tonalidad de la decisiva ascendencia que el cante y la copla tuvieron en su creación no solo poética también teatral. A pesar de la sólida argumentación y rigor científico que dota a esta exposición de excepcional tesis, algunos podrán considerarla como hecho consabido. Pero no es así por más que la pedantería se muestre como desafecto, presunción o necedad. La vigencia del trabajo del profesor almeriense radica en los ordenados estratos que nos muestra para llegar a esta conclusión.

Pero no es así por más que la pedantería de algunos se muestre como desafecto, presunción o necedad. La vigencia del trabajo del profesor almeriense radica en los ordenados estratos que nos muestra para llegar a esta conclusión.. La pulcritud en la exposición desvela ese pronunciamiento de lo que Juan Ramón Jiménez definió como “la comprensión de lo popular” y que Bécquer tuvo el genuino y determinante espíritu de acometer a través del cantar, declarado como “esa vaga e indefinible melancolía” que recrea todo un cosmos existencial. El 19 de febrero de 1922 Federico García Lorca pronunciaba en el Centro Artístico de Granada una conferencia titulada Importancia histórica artística del cante primitivo andaluz llamado “cante jondo”. Entre una de sus tantas  reflexiones señala: “Causa extrañeza y maravilla, cómo el anónimo poeta de pueblo extracta en tres o cuatro versos toda la rara complejidad de los más altos momentos sentimentales en la vida del hombre. Hay coplas en que el temblor lírico llega a un punto donde no pueden llegar sino contadísimos poetas”. Gustavo Adolfo Bécquer es uno de ellos.@mundiario

 

 

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