Grandes de hoy

Rafa Nadal y Pau Gasol
Rafa Nadal y Pau Gasol. / RR SS.

En el mundo actual, pandémico, y dividido (guerras), los humanos buscamos lo grande: ese resquicio que nos aporte algo de luz a nuestras vidas rutinarias, una nueva forma de juego. 

En el pasado, los grandes eran personas que contribuían al bien de la humanidad de una u otra forma: en el pensamiento (los filósofos) aludiendo a nuestro sentimiento de fragilidad por nuestra humanidad en sus diversas vertientes (Jesucristo, Buda, Confucio), en la música, en la pintura, y en los avances tecnológicos. La invención de la bombilla y su perfeccionamiento supuso un avance impresionante en el curso de la historia. A ello aludo en mi libro Palabras luminosas para tiempos inciertos; tuve la ocasión de experimentar con cuánta frecuencia damos por descontado estos inventos, al vivir en primera persona, recientemente, un corte de luz. A él aludí en mi artículo El apagón.

Los tiempos han cambiado muchísimo, y la sociedad acoge con gran alegría como grandes a personas que, a mi entender, no lo son, o no lo deberían ser en una sociedad avanzada y madura. Me estoy refiriendo a los/las influencers. Personas- más frecuentemente mujeres- que enseñan a colectivos devotos su aprendizaje sobre la apariencia externa.  Por la proliferación de las redes sociales, esas personas, a golpe de likes, se han labrado una fama de la que luego sacan réditos, en forma de cremas de marcas que desean ser representadas por esas caras conocidas, jóvenes y famosas. O en forma de libros, o en fin, de cualquier otra forma " ventajosa". Un subgénero de lo anterior son los coaches, que prometen una mejora personal y profunda, una especie de curación del sufrimiento, aplicando sus conocimientos. Pero en realidad, nadie nos salva.

Aún queda un resquicio de grandeza en un segmento de la sociedad. Me refiero al deporte. Y es que las reglas, la disciplina del deporte, incluso la que debe ser realizada en solitario, muestra mucho más del humano en lo profundo y por tanto de lo verdaderamente importante de la vida. No estoy diciendo con esto que las influencers no hagan su trabajo, o que su labor divulgativa respecto a esta o aquella crema, o al último tratamiento capilar no tenga ninguna relevancia. Al fin y al cabo, todo lo que existe tiene relevancia. Pero no es lo mismo buscar incansablemente el mejor tratamiento facial, el que reduzca más las arrugas o la flacidez que curar el cáncer, o, por ejemplo, descubrir la vacuna que permita salvar vidas o que nuestra convivencia sea más pacífica, como cuando se crearon las vacunas covid.

Supongo que, por la propia naturaleza del científico, más preocupado por la investigación en sí que por sacarse una foto en que ser reconocido, la mayoría de las personas que han creado inventos que hoy la humanidad sigue utilizando son grandes desconocidas. Y ellas deberían ser las más conocidas. No para que se las alabe, sino para que se reconozca su valía al haber contribuido a un bien común, mucho más relevante que el hecho de tener la mejor piel del mundo.

Deporte, único sector “visible”

Dicho esto, considero que el único sector “visible” que debe ser valorado es el del deporte. Aunque como en todas las disciplinas de la vida, en el deporte hay también triquiñuelas, pues no todo el mundo respeta las reglas del juego, y hay casos más que sobrados de dopaje en el ámbito deportivo, lo cual no es una práctica “nada deportiva”.

Pero al margen de deportistas que se hayan aprovechado de sustancias prohibidas para conseguir una victoria injusta, el deporte sigue siendo una disciplina en que brilla todavía la grandeza del humano. En España hay dos casos claros: Pau Gasol y Rafa Nadal; muchos más deberían ser citados, personas que desde el anonimato hacen en la sombra lo que otros muestran a través de las imágenes del televisor, pero me detendré en los dos citados.

Pau Gasol- su hermano Marc todavía sigue jugando- ha sido un jugador de baloncesto inmenso. Habiendo jugado en la NBA -que en términos baloncestísticos es como si te tocase un viaje a Marte, su altura es mayor por su calidad humana, la que refleja en las entrevistas. Siempre me ha interesado el lado humano más que el profesional, pues -creo- no son del todo inescindibles, aunque una persona que juegue muy bien al fútbol seguirá siendo muy buen jugador, aunque en el plano personal sea lo que llamamos vulgarmente un gilipollas. Pero los deportes de equipo se resienten cuando un jugador es demasiado individualista y no pasa la pelota de poder hacerlo.

Otros deportes se prestan más al esfuerzo personal e individual  y uno de ellos es el tenis. El manacorí Rafa Nadal es un claro ejemplo de voluntad y resistencia física, más casi de lo primero que de lo segundo.

Tuve la ocasión de conocer a Rafa Nadal en la época en que él comenzaba su camino en el mundo deportivo. Vivíamos cerca y de vez en cuando me lo cruzaba por la calle, ya que Manacor (Palma de Mallorca) es pequeño. Mi padre me ponía al día sobre las cualidades más que evidentes de este deportista, en una época en que el deporte me resbalaba. Una amiga- compañera de trabajo en aquel momento- tenía tres sobrinos que estaban obsesionados con Rafa Nadal y querían un autógrafo del joven tenista. Había en Manacor un local de pinchos bastante conocido al que acudía frecuentemente con mis amigas y al que él iba de vez en cuando. Le pregunté a mi amiga los nombres de sus sobrinos, que eran compuestos y los memoricé- repitiéndolos en silencio, como un mantra, para que al pronunciarlos en voz alta pareciese que se trataba de mis propios sobrinos. Me levanté con seguridad de mi silla y le pedí a Nadal el autógrafo, que firmó casi sin pestañear en una única servilleta de papel para los tres.

Unos años después, en la boda de mi amiga, ella misma me confesó que sus sobrinos se habían peleado por tener la servilleta ya que uno de ellos era primo de los otros dos, y no vivían en la misma casa. ¡Bastante había tenido memorizando sus nombres compuestos, propios de un culebrón de sobremesa!, pensaba yo.

De la anécdota recuerdo la cara de aceptación seria de Nadal, que en aquel momento me molestó, y hoy contemplo desde otra perspectiva: Nadal no era ya en sus comienzos un jugador que buscase el aplauso por el aplauso. No buscaba la fama. La aceptaba- un poco a regañadientes como parte de su trabajo- pero nada más. Y esto me lleva al tipo de juego que hace.

En La Voz de Galicia del 9 de Julio se dice que Nadal lo que hace es “jugar con los demonios en el cuerpo” En la pista Nadal se crece y lo hace gradualmente: Ahí está su grandeza.  Nadal lleva el espíritu competitivo en la sangre. Y por eso se entiende cuando el propio tenista dice- y cito textualmente: “no me gusta retirarme. Me retiro cuando no puedo más del dolor. Lo he hecho algunas veces y lo odio. Es muy duro irte de la pista central de Wimbledon durante unos cuartos de final. Llevo todo el día y casi toda la noche dando vueltas” Y por eso en los cuartos de final del Open de Australia Nadal le espetó a su tío y entrenador: “no me retiro ni cagando”. Y es que Toni Nadal se lo había aconsejado al haber sufrido una rotura de fibras.

El cuerpo de Rafa Nadal registra todo tipo de cicatrices desde que comenzó: en ambas muñecas, en ambas rodillas, en la espalda, en el hombro izquierdo, el pie izquierdo y el abdomen.

A pesar del espíritu competitivo de este extraordinario tenista manacorí, como él mismo dijo: “soy tranquilo e intento analizar todo con perspectiva, buscando la parte lógica y racional” y por eso “no quiso arriesgarse a que la lesión se agravase y significase más tiempo de recuperación alejado de las canchas”. El artículo citado dice que “Las lesiones han castigado más a Nadal que a sus dos rivales históricos, Novak Djokovic y Roger Federer” De estos otros dos grandes jugadores, me quedo sin duda con Federer, ejemplo de tenis elegante y refinado. En las ocasiones en que he visto a Federer incluso compitiendo contra Nadal, el tenista suizo parece deslizarse por la pista casi sin esfuerzo, sin despeinarse, como si poseyese una especie de naturaleza a parte que le dotase de ingravidez, como si vida le sonriese en ese instante eliminando la ley de la gravedad en su lado  de la cancha. Novak Djokovic es otro gran jugador, que tuvo una actitud desafiante durante la etapa covid más difícil y que -en mi opinión- dejó bastante que desear.

Pero si algo caracteriza a Nadal, a Pau Gasol (escribiré otro artículo sobre él más adelante) es el reflejo de su actitud ante la vida en su forma de jugar. Por algo existe la expresión el juego de la vida, porque la vida es un juego- en el sentido más pleno- no solo en el lúdico, que también, sino en el serio de jugar con las cartas que la vida nos reparte. Las cartas son aleatorias, pero no la forma en que jugamos. Y por eso no es casual que el palmarés del manacorí sea el mejor de la historia: nunca tira la toalla, nunca da la pelota por perdida. Y con su juego, retransmitido a través del televisor, nos recuerda nuestro propio juego ante la vida. Y deja en nosotros no el sabor de la resaca fugaz, del fugaz triunfo, sino un destello de sol, como el sabor de un buen vino. Un destello que nos enfoca en nuestra siguiente partida. @mundiario

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