Gerald Murnane reflexiona sobre la creación en su obra Las llanuras

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Las llanuras, de G.Murnane./ Minúscula

Las llanuras es una de esas joyas literarias en la que el lector queda completamente desarmado, porque la belleza formal sobrepasa el contenido.

Gerald Murnane reflexiona sobre la creación en su obra Las llanuras

Es sobrecogedor el relato de Murnane, esa mezcla de ensayo y anécdota en el que el autor nos descubre la ingravidez de la propia realidad, la sugestiva propensión que los sentidos experimentan hasta convertir nuestros estímulos en meras ilusiones; ilusiones que describen nuestras vidas como polvo, disgregación del polvo, tonos de claridad y gris, como pura subjetividad.

Las llanuras relata la historia de un director de fotografía que busca la soledad en un territorio casi inshóspito para conocer el carácter de los llaneros australianos e indagar en las condiciones climáticas del desierto para su próximo trabajo.

Con un ritmo hipnótico, el narrador consigue alejarse de las costumbres de esos apátridas para introducirnos en una profunda reflexión sobre la caducidad de la vida, sobre la naturaleza efímera de la condición humana, de nuestra inútil adaptación a un mundo que no nos pertenece o del que siempre nos hemos sentido ajenos.

Editada por Minúscula, Las llanuras es un ataque directo al egocentrismo, pues convierte nuestra manera de ser en el mundo en una mera manera de mirar a la vastedad desde la consciencia o la inconsciencia, con o sin voluntad de aprender de sus transformaciones, de percatarnos de que no podemos renunciar a sus misterios, a su erosión, a su injerencia en nosotros, que somos una débil consistencia dentro de un crisol de elementos y sensaciones que no difieren apenas.

Lo que sorprende de Murnane es esa habilidad para renunciar a la narración y crear un espacio en el que la teoría de géneros salta por los aires. El lirismo y la filosofía constituyen un lenguaje que va más allá de las palabras, ya que tiene que ver más con el funcionamiento de la vida y con la capacidad del artista para aprehenderlo y transformarlo desde su interior.

Hay un efecto distópico en su relato que logra que no haya apenas escisiones entre lo que se vive fuera y lo que se vive dentro, en la propia creación artística, como si el hecho de explorar los relieves y las encrucijadas nos acercase un poco más a descifrar lo que el signo transmite más allá de lo evidente y lo descriptivo. Porque, para Murnane, la escritura como el paisaje es la que nos descubre.

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