Habitación 300: La incisión de la luz en mi nuca levantando nostalgia y candor

Señorita celta en San Juan.
Joven celta en San Juan.

El tiempo y el dinero han apaciguado las aguas. Soy quien soy, lo importante, mi lucha. Una chica que pasa. / Relato literario

Habitación 300: La incisión de la luz en mi nuca levantando nostalgia y candor

Este verano no me ha dado calor. Diré que tuve verano indicando el lunar que me salió en la mejilla, pero no probé ni una cerveza fría ni un amor fugaz.

Mi mala suerte se consumó cuando olvidé mirar las Lágrimas de san Lorenzo, mientras que iba recibiendo buenas noticias y felicitaciones por mi carrera artística. El arte no es suficiente.

Pero, si algo aprendí hasta hoy, es que el amor tampoco es suficiente, únicamente si lo fuese para caer en la realidad después, como aquella fiesta en que tropecé de mis zapatos nuevos cayendo por las escaleras y me levanté avergonzada. Digamos que el amor eran los zapatos.

No debo olvidar, y no puedo olvidar, lo que me llevó a deambular los bares. En mi vida se está cumpliendo siempre una década de algún hecho: hace una década que Xabier me colgó el teléfono por última vez. Para siempre. Devolviéndome a la ciudad llena de puertas. Algunas acogedoras, otras prohibidas. Otras albergando sonidos de cubiertos sin comentario, o diciendo aquellas cosas bonitas que él me decía.

Pensé que me ayudarían, pero ni yo sabía lo que decía. Lo que descubrí es que el paladar se acostumbra al café, y el café al pitillo. Hablaba mis cosas, comentaba el periódico, discutía la injusticia con mis vecinos… Quería dar a entender la injusticia. Sin embargo, no entendía lo que pasaba.

Lloraba hasta temblar sin consuelo, porque no le conté a nadie mis miedos. Al llegar a casa, dormía. Creo que me pasé un lustro durmiendo hasta ahora, que es mi momento, que he sufrido y aprendido tanto. Es mi momento porque no siento ya ira en el cuello sino pena en el corazón. El amor no viene, no surge… He luchado por el amor. ¿Es un derecho o un estado civil? Sigue el miedo a veces, a veces soy un rara avis romántica que hace tornar miradas. Soy arte, pero el arte nunca salvó el mundo. No viviré del arte.

Me siento tranquila bajo este sol de noviembre, en este verano de San Martiño. Soy yo y sólo yo en mi vida; ahora, lo que era despecho, es liberación. El tiempo y el dinero han apaciguado las aguas. Soy quien soy, lo importante, mi lucha. Una chica que pasa. La cordialidad de una vecina, la eficiencia de una estudiante, una mente libre y sin fronteras, la inspirada escritora, una ambiciosa actriz. Yo sola, con mis propios méritos. Por mi vida solitaria, a nadie debo nada. Y, gracias a mi humildad, no pido nada. Respiro hondo.

¿Qué tenía la fiesta de San Juan? La noche más corta del año, esa fecha existe por algo. En la fiesta podría chillar y bailar, fumar, pedir pitillos, y así.

El alcohol es pasajero, la hoguera se consume, todo ha vuelto a su sitio. Seguimos instalados en el paganismo, aquí no llega la autoridad. Aunque esa madrugada sea inolvidable, muchos entonces se olvidaron de mí… Todos son iguales ante la verbena, yo escuchaba la música en mi cama, como sometida a tortura.

¡Mis vecinos portándose mal! Me habrían arrojado al fuego por feiticeira. Empecé mal el verano, no volvía a ver a los chicos… Qué tópica es la vida a veces. @mundiario


   

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