Fernando Ramos: "Fue positivo que se diera el paso para transformar España en una monarquía parlamentaria"

Fernando Ramos y su libro Juan Carlos I, el Faruk español. / Mundiediciones
Fernando Ramos y su libro Juan Carlos I, el Faruk español. / Mundiediciones

Este libro no es para todos los públicos ni, parece ser, para todas las superficies comerciales dada la reciente negativa recibida por una de ellas a la presentación de dicha obra y, probablemente, la venta de la misma. ¿Obra censurada? ¿proscrita?

Fernando Ramos: "Fue positivo que se diera el paso para transformar España en una monarquía parlamentaria"

Juan Carlos I, el Faruk español , editado por Mundiediciones, es el último libro del periodista Fernando Ramos, profesional ampliamente conocido en el mundo académico, periodístico y militar. Además, como muchos de los lectores de MUNDIARIO ya saben, crítico férreo con la figura de Juan Carlos I, por eso, este libro no es para todos los públicos ni, parece ser, para todas las superficies comerciales dada la reciente negativa recibida por una de ellas a la presentación de dicha obra y, probablemente, la venta de la misma. ¿Obra censurada? ¿proscrita? Quizá no tanto, pero desde luego, obra incómoda, sobre todo por estar amplísimamente documentada, lo que siempre otorga un poso de prestigio y de peligro, no vaya a ser que al lector le dé por pensar.

Se esté a favor o en contra de lo plasmado por Fernando Ramos en Juan Carlos I, el Faruk español, sobre todo en su segunda parte, más subjetiva aunque igualmente recopilatoria de eventos actuales, no hay motivos para dar la espalda a este controvertido libro y a su autor.

—¿Qué te parece que haya grandes superficies comerciales que hayan negado la entrada a tu libro?

Por primera vez en mi vida, una gran superficie comercial, con la que siempre he tenido y tengo una cordial relación recíproca y plasmada en la participación en determinadas actividades culturales, ha considerado improcedente la presentación de mi libro en sus espacios. Un libro que, por cierto, es mucho menos duro con el personaje que lo protagoniza que otros a la venta en esta organización. Me consta y agradezco los esfuerzos de quienes, dentro de aquella, han tratado de darle a mi libro el tratamiento ordinario que en el pasado se dieron a otras obras mías y en el presente a autores críticos diversos. Aunque esta situación ha sorprendido, no solo a mí, el libro será presentado en otros ámbitos ajenos a esta gran superficie.

Por primera vez en mi vida, una gran superficie comercial ha considerado improcedente la presentación de mi libro en sus espacios. Un libro que, por cierto, es mucho menos duro con el personaje que lo protagoniza que otros a la venta en esta organización.

— Eres un periodista muy crítico con la figura de Juan Carlos I, pero también eres un profesional objetivo: ¿qué de positivo destacarías de la figura del ya ex monarca?

Este aspecto de nuestra historia reciente se puede abordar desde varias perspectivas. Empecemos por el origen de la institución. Y no con mis palabras, sino con las de Laureano López Rodó, ministro de Franco, autor de La larga marcha hacia la monarquía, quien sentencia que el primer acto para la instauración de la misma es la guerra civil; es decir, el alzamiento de una parte del país contra el Gobierno democrático, reconocido por la comunidad internacional. A partir de ahí, una vez elevado al trono como “sucesor de Franco a título de rey”, ¿es que a Juan Carlos le quedaba otro camino que avenirse a una transformación del régimen que lo instauraba jefe de Estado en un estado democrático? Lo hizo, pero a medias, ya que incluso su padre, el conde de Barcelona, reclamaba que la Corona fuera rehabilitada en su persona a través de un referéndum que esperaba ganar. Es cierto que fue un acierto nombrar a Adolfo Suárez presidente del Gobierno, quien es, a mi entender, el verdadero actor principal de aquella transformación, y que por cierto también pensó en ese referéndum, como confesaría años más tarde, pero que no se atrevió a convocar porque lo perdería la monarquía. Pero, sin duda, en todo caso, fue positivo que se diera el paso que se dio para transformar España en una monarquía parlamentaria.

"Fue positivo que se diera el paso que se dio para transformar España en una monarquía parlamentaria".

— ¿Qué opinión te merece el actual rey de España, Felipe VI?

Creo que es un rey prudente que soporta la pesada imagen que su padre, con sus últimos comportamientos, ha deparado a la institución. Además, dada la escasa categoría general de la clase política, hasta desde el más acusado sentimiento republicano hay que reconocer que es, en estos momentos, un factor de estabilidad, sobre todo en cuanto a la defensa del Estado, de España, se refiere. El distanciamiento de su padre es evidente desde su propio primer discurso como jefe de Estado, el anuncio de que renunciaba a la herencia que pudiera sobrevenirle a través de los enredos de su progenitor, la pretendida y discreta apertura hacia la transparencia de la Casa Real, el código ético en general y sobre regalos aceptables por los miembros de ésta y, sobre todo, la retirada del sueldo a Juan Carlos I tras conocerse los diversos escándalos financieros.

— Como se lleva lo de poner etiquetas…. ¿es explicable ser republicano y de derechas?

Con respecto a los conceptos de izquierda o derecha, personalmente, soy poco convencional. Por ejemplo, para determinadas tradiciones, soy muy conservador, y en otros aspectos estoy en otras perspectivas. El paradigma es aquello que dijo Indro Montanelli de que el buen periodista, a los de derechas, les debe parecer de izquierdas, y a los de izquierdas de derechas. En España ha habido hombres notables republicanos de derechas o de centro. Y los hay sinceramente republicanos en otros países, como Francia. En esencia, un republicano de nuestro tiempo cree que todos los cargos públicos de la nación deben ser electivos y que la jefatura del Estado no se herede como si fuera una finca, como dice Gugliano Ferrero en su famoso libro, El Poder. De todos modos, yo no me considero de izquierdas ni de derechas.

— ¿Qué has pretendido recopilar en este libro titulado ‘Juan Carlos I, el Faruk español’?

Una parte de mi libro tiene su origen en la copiosa documentación que acumulé a lo largo de los años para preparar hace ya tiempo mi propia tesis doctoral en Derecho sobre el origen de la actual monarquía y el modo en que se conjuró de modo represivo, mediante la Ley de Prensa de 1966 y el resto de las disposiciones vigentes en el momento, como el Código Penal que suponía una doble sanción por los mismos hechos. Hablo del modo en que se cerró el paso a toda opinión crítica o meramente analítica sobre el modo en que Juan Carlos llega a ser rey, camino que su propio padre interpretó como una traición a lo que él mismo aspiraba y pretendía alcanzar. Sentadas las bases de cómo llegó esa monarquía, he tratado de recuperar la memoria ordenada de la serie de episodios ya protagonizados por Juan Carlos hasta el presente.

"Felipe VI es un factor de estabilidad, sobre todo en cuanto a la defensa de España se refiere".

— El libro está dividido en dos partes, ¿en qué consiste cada una de ellas?

La primera es un relato histórico-jurídico del modo en que Franco, al estilo de los emperadores romanos, como el propio Pemán resume, adopta a Juan Carlos para convertirlo en su sucesor. El dictador deja claro que la monarquía que crea no debe nada al pasado, por lo que podía haber elegido a otro, ya que él mismo sólo era responsable “ante Dios y la Historia”. De paso se recuerdan las contradicciones del Conde de Barcelona en todo ese proceso, en el que llegó a considerarse traicionado por su hijo. La segunda parte es como un gran reportaje periodístico, una recapitulación ordenada de los diversos episodios que sobrevienen desde el momento en que la prensa deja de mirar para otro lado, y se van descubriendo los comportamientos de Juan Carlos I que no se corresponden con lo que se espera de un rey de un país democrático.

— ¿Por qué está comparación con el que fue rey de Egipto de 1937 a 1948?

Son evidentes las diferencias entre ambos personajes, que sin embargo coinciden en la frivolidad cuando dejan los tronos. A Faruk lo arroja del trono un golpe de Estado de Militares; Juan Carlos llega al trono porque en su día (recuerden la cita de López Rodó) hacen lo propio con un Gobierno legítimo (sin disculpar sus errores, por cierto). Pero uno y otros llevan vidas paralelas en cuanto a frivolidad y dispendio, uno en la Costa Azul y otro en el Caribe, Oriente y otras partes del mundo. Faruk tenía en el extranjero una inmensa fortuna que había ido exportando de Egipto hasta niveles delirantes. Ello le permitía llevar una vida de excesos y derroche del dinero robado a su pueblo. Desde que abdicó la Corona, Juan Carlos ha venido pasando tres cuartas partes del año de fiesta continuada de aquí para allá. Sabemos, y apenas en parte, cómo y quién ha pagado sus viajes, al tiempo que dejaba de cumplir sus obligaciones fiscales, pese a haber insistido, cuando ya tenía montada una estructura evasora, de que asumía la ejemplaridad que los españoles demandaban a los poderes públicos. Es pues, en ese plano de la frivolidad, en que las dos figuras presentan tantas concidencias.

— Este es un libro muy documentado y algunos dirán que también cargado de la subjetividad del autor. ¿Es un libro para todos los públicos o dirigido a un tipo concreto de sensibilidades?

Es evidente que este libro no les gustará a los partidarios y turiferarios de Juan Carlos I, que sin duda los tiene. Es evidente que, como en todos los libros de este tipo, la propia subjetividad interpretativa del autor se deja sentir en el relato de los hechos; pero estos sucesos son ciertos y fueron siendo conocidos poco a poco. La subjetividad inevitable puede estar no ya en la recapitulación de los hechos, que son incontrovertibles, sino en el modo de ordenarlos y narrarlos. En todo caso, es un libro que creo y espero que pueda interesar a quien le interese la historia.

"Éste es un libro que creo y espero que pueda interesar a quien le interese la historia".

— ¿Crees que es necesaria una ley de la Corona? De cualquier manera, de existir requeriría de una reforma Constitucional. ¿Crees que el próximo Gobierno de España afrontará esta cuestión?

Que es precisa una Ley de la Corona lo ha explicado, y lo recojo en el libro, con especial claridad el constitucionalista Jorge de Esteban. Pero desde tiempos de Zapatero, los que yo considero, actualmente, los dos grandes partidos dinásticos, PSOE y PP, dejaron el asunto aparcado. Es curioso que haya sido el propio rey actual quien de forma voluntaria se haya acercado a la transparencia, a la necesidad de un código ético y otros aspectos necesarios para la actual ubicación de la Corona. Pero quedan aspectos esenciales que es preciso regular, como la abdicación, la responsabilidad personal del jefe del Estado en cuanto a su conducta privada y no avalada ni achacable a otro, como la inviolabilidad; sus ausencias del país para que no pase como pasaba con Juan Carlos I que no se sepa dónde está el rey, y otros aspectos sustanciales. No creo que en el tiempo presente o inmediato el Gobierno actual o el próximo aborden el asunto, que requiere un gran consenso nacional que actualmente no existe en otros asuntos del mismo calado. Me temo que se irá tirando, porque tampoco los problemas que nos acucian aconsejan introducir nuevas controversias. Pero en algún momento tendrá que afrontarse. De momento, como dice San Ignacio de Loyola: “En tiempos de turbación no hagas mudanza”. @mundiario

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