Fecha de caducidad (II)

fecha de caducidad 2
Ilustrración de Fecha de caducidad.

Ese era el eslógan: "Mindfinder, la red social que le permite estar conectado siempre, en un parpadeo". / Relato.

Mientras la pareja de personajes salidos de alguna película de espías o, peor, de asesinos a sueldo, cruza la calle en dirección a su edificio, Francisco Cocis Nafra intenta procesar la información recibida hace apenas veinte minutos y tarda solamente veinte segundos en darse cuenta que no puede procesar nada. Se muere de una enfermedad desconocida y firmó un seguro con fecha de caducidad, fecha que ha pasado y por eso viene a matarlo. Está caducado. De forma automática, ha activado el Mindfinder que lleva en la muñeca. El dispositivo se activa con un simple contacto, es una de las maneras de llevar siempre encima la red social que él ha inventado, que todavía no está triunfando, pero espera que lo haga pronto, lo ha dejado todo para dedicarse a esto. El Mindfinder permite que la gente se conecte en directo, publique fotos, textos, vídeos o establezca relaciones de forma inmediata. Es como una compilación de lo que ofrecen otras redes, pero más rápido y todo a la vez de una forma que él le parece increíblemente práctica. Sin embargo está teniendo problemas, las grandes no le quieren, es una competencia demasiado dura. Todo lo lleva su abogado, él solamente programa y diseña. Su abogado. Busca el contacto en Mindfinder y lo llama, con un parpadeo. Ese era el eslogan: “Mindfinder, la red social que le permite estar conectado siempre, en un parpadeo.”

—Eh, ¿qué pasa, genio? ¿Ya te has comprado el yate o qué? –responde el letrado, en su tono jocoso habitual, un tono que Francisco no sabe si usa siempre por qué es un tío terriblemente banal o por qué siempre está contento de verdad.

—No tengo tiempo para eso, Luis –dice Francisco–. Unos tipos de una compañía llamada Insurance Care Worldwide acaban de llegar en una furgoneta y vienen a matarme.

En la imagen que proyecta con un holograma la cara del abogado, se ve rápidamente como su expresión de simpatía postiza se trasmuta en una de estupefacción e indignación.

—¿Contrataste un seguro con ICW con fecha de caducidad sin decirme nada? ¿Cuándo fue esto, cuándo te volviste majara?

—Mierda –dice Francisco, y se sienta en el sofá. Le parece oír el ascensor subiendo–. Tenía la esperanza que me dijeras que eso no existe o que es imposible. Parece ser que lo firmé hace dos años.

—¿Antes o después del accidente?

—¿Qué accidente?

—El de coche, pedazo de… El que tuviste cuando ibas en coche con Nati.

—¿Qué… quién es Nati?

—Hostia puta, Francisco, estás peor de lo que imaginaba. Sabía que habías perdido parte de la memoria de lo sucedido, pero que te hayas olvidado de Nati demuestra que esa parte de tu vida está vacía. Nati era tu amante, genio, estabas superenamorado de ella y dijiste que al terminar de instaurar Mindfinder en las redes te divorciarías de tu mujer para irte con ella.

El ascensor se detiene. Es un aparato antiguo y sus puertas hacen el clásico chirrido de la madera pesada contra el acero. El sudor que envuelve a Francisco ahora no es frío, es helado.

—¿De verdad pueden poner fechas de caducidad en los seguros, Luis? ¿De verdad pueden venir a matarme si he caducado?

—Sí, genio, sí pueden. Con todas las leyes que se implementaron hace cuatro años, ya sabes: los seguros con fecha de caducidad, las hipotecas de pago en vida, los muertes inducidas para casos de inutilidad de larga duración y ese largo etcétera para evitar la superpoblación y el abuso de las arcas del gobierno y la privatización masificada. Oye, vamos al grano. Dime el código de tu póliza, creo que ya sé qué sucedió. Prométeme que de verdad no sabías nada de eso.

—Te lo prometo –responde Francisco, demasiado abatido para animarse.

Después de pasar al abogado el código de la póliza de ICW y de que éste le diga que entretenga a los de la furgoneta que le llama en un momento, Francisco corta la comunicación y se queda sentado, oyendo como llaman a la puerta una, dos y tres veces. Sin darse cuenta está temblando, respira con dificultad, se siente débil y se le nubla un poco la visión, a la vez que nota las pulsaciones de su corazón como si hubieran perdido el ritmo. ¿Se enamoró de alguien llamado Nati y no lo recuerda? ¿Dónde está ahora ella, murió en el accidente que tampoco recuerda? Una voz, la de la mujer con traje, grita desde fuera, con volumen medio y tono neutro, que saben que está en casa, que no lo haga todo más complicado de lo que ya es. Al tragar saliva le duele la garganta. Francisco mira su dispositivo Mindfinder, podría haberse hecho rico con esto y ser feliz, pero se muere y como está tardando demasiado, vienen a matarlo. En la imagen holográfica con un listado de caras y nombres, no encuentra a nadie que le despierte amor, tanto amor como para abandonar a su mujer, mujer por la que no siente amor alguno. @mundiario

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