España, país de conversos

El poeta pronuncia un discurso en la plaza que le dedicaron a su amigo Ramón Sijé. / Fotografía de herederos de Miguel Hernández.
El poeta pronuncia un discurso en la plaza que le dedicaron a su amigo Ramón Sijé. / Fotografía de herederos de Miguel Hernández.

Perdón, perdón, perdón. ¿Por que piden perdón los políticos profesionales cuando los escándalos nos desbordan y  la corrupción supera la ficción del más imaginativo novelista?

España, país de conversos

Ortega y Gasset decía: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. El aburrimiento de los discursos anodinos y falsas promesas de  nuestros gobernantes o aspirantes a gobernar, si logran degollar al enemigo con la demagogia de la deformación de la historia, como si un aguijón de animal maligno les hubiese dado un picotazo en la mente, sacándolos de su verborrea castiza. Se convierten para ellos mismos en una bomba de relojería que planea haciendo cálculos sobre los efectos que  puedan producirse en esa  posible explosión favorable a sus ideas. Temblores como aquellos a niños cuando sus madres los asustaban si no desistían de ser malitos, con llamar al Tío del saco. Esta es la triste y preocupante realidad de  España. Cuando tantos políticos con nómina mensual en vez de temblar y calumniar tanto, deberían de recurrir en voz alta al verbo poder.

Miguel Hernández. / Dibujo de Antonio Buero Vallejo

"Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández", ediciones De la Torre, página 132, donde Josefina Manresa refería la carta que su marido le había enviado con fecha de 4 de marzo desde la prisión madrileña de Conde de Toreno: "… y ya que no puedo ir de carne y hueso, iré de lápiz, o sea, dibujado por un compañero de fatigas, como verás, bastante bien. Se lo enseñarás al niño todos los días para que vaya conociéndome, y así no se extrañará cuando me vea". / Dibujo de Antonio Buero Vallejo

España es un país de conversos algo que provoca  cobardía y rechazo de la autocrítica necesaria. De ahí su mediocridad, despropósitos e incapacidad para gobernar con decencia. Y el viejo fascismo amenazando sobre nuestras cabezas.

Perdón, perdón, perdón. ¿Por que piden perdón los políticos profesionales cuando los escándalos nos desbordan y  la corrupción supera la ficción del más imaginativo novelista? Realismo ibérico de la mejor casta cuartelera, ignorancia voluntaria y avaricia depravada.

Con la edad y la experiencia vivida no es desconfianza lo que domina al ser humano. Todo es el desamparo  fruto del desencanto. La triste imagen real de este país y sus gobernantes  de cerebros comprimidos o exaltados.

Leer sin meditar es una ocupación inútil y el peligro lleva a convertirse en un alienado. Un simple súbdito en manos de legiones de hurtadores protegidos por los poderes fácticos.

Aquello lo que es sólido, espejo en el que debemos mirarnos  todos sin importar la ideología de cada cual. Mirando con realismo práctico el desolador basurero donde nos han arrojado los falsificadores de la democracia. Lograr eliminar todo este muladar donde nos han recluido es tarea de decencia, voluntad y  coraje sin populismo y radicalismos. Somos blancos  como las hijas de sus majestades. Un pueblo viejo por el que han pasado ricas civilizaciones que se fueron quedando con nosotros. Mas seguimos siendo una colonia. Olvidarlo resulta traición a nosotros mismos.

Cuando no se es un genio, algo bastante difícil dicho sea de paso, el mejor estilo y actitud para salir del apuro, lo más válido, es tomar el camino de la mesura y el comportamiento social digno.

Con el adiós a la vida de Santos Juliá, la sociedad ha perdido a un escritor e historiador del siglo XX más íntegro que hemos podido conocer y disfrutar de sus ensayos periodístico sobre esta España nuestra. Su presencia y constancia llena de transparencia ha sido casi constante para los lectores en los últimos 35 años, no solo como historiador, sino como analista político de la actualidad. Su obra se queda con nosotros porque está viva.

Y, mientras tanto, el ayuntamiento de Madrid reprobando y retirando del cementerio de la Almudena unos versos de un escritor universal como es Miguel Hernández, “Para la libertad sangro, lucho, pervivo. / Para la libertad, mis ojos y mis manos, / como un árbol carnal, generoso y cautivo, / doy a los cirujanos”.

Amigo Sancho, fuerza en el escudo y la lanza para defendernos de tanto botarate. @mundiario

 

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