Entrevista a Xavier Velasco por su nuevo libro El último en morir

Xavier Velasco. / RR SS
Xavier Velasco. / RR SS

"Hay un placer torcido y deleitoso en contar lo que más nos avergüenza, o nos duele, o quizá nos acompleja", dice Xavier Velasco.

Entrevista a Xavier Velasco por su nuevo libro El último en morir

El ganador del premio Alfaguara de novela, Xavier Velasco (1964), vio cómo recientemente se estrenaba la segunda temporada de Diablo Guardián - su libro de más éxito - en la plataforma Amazon Prime. La novela ha sido adaptada a una serie que lleva ya dos temporadas y tiene como protagonista a una explosiva Paulina Gaitán. Hoy, y con motivo de la inminente publicación de su última creación literaria El último en morir, tengo el placer de hablar sin tapujos con Xavier Velasco.

- El otro día buscando en Amazon Prime una serie de mi gusto me topé con Diablo Guardián, la adaptación de la novela con la que usted consiguió alzarse con el premio Alfaguara. ¿Qué sintió cuando supo que su libro iba a ser a adaptado? ¿Ha quedado satisfecho con la serie?

- De momento me interesó mucho, dos minutos más tarde sentí miedo. A las 24 horas ya había dicho que sí. Luego pasaron cuatro años, durante los cuales hubo infinitos cambios y tropiezos. Los productores querían hacer una narcoserie, hazme el jodido favor. Cuando finalmente entró un nuevo equipo de productores, recobré la fe en el proyecto. Me gustó la primera temporada. Después enloquecieron, por lo visto, porque la segunda es infumable. A saber en qué libro se basaron.

Protagonistas de Diablo Guardián.

Protagonistas de la serie Diablo Guardián con Xavier Velasco.

- Esta, su novela más popular, tiene forma de Road Movie. ¿En qué medida se vio influido con autores como Jack Kerouac o, para el público menos avezado en las lides literarias, por clásicos como Thelma y Louise o películas con Tarantino como Abierto hasta el amanecer?

- Creo que la influencia vino de otras partes, pero sin duda están varias road movies. Mi película personal de culto es Breathless, de Jim McBride, con Richard Gere.  Leí Dinero, de Martin Amis, mientras la escribía, y encontré que había una gran afinidad.

- Probablemente la obra más similar - con el fin de orientar al espectador español - de un autor de nuestra tierra sería La reina del sur, de Perez-Reverte. También hubo serie y tampoco estuvo mal aunque lejos de, por ejemplo, Narcos. ¿Podría recomendarnos otras series o películas del estilo que le hayan gustado?

- Soy muy amigo de Arturo Pérez-Reverte. “¿Cómo está tu mujer?”, me preguntaba en 2001, porque entonces él también tenía la suya, que es Teresa Mendoza. Ella y Violetta, dice, son primas hermanas. De series, me quedaría con Fargo, Breaking Bad y El cartel de los sapos.

- Dado a que las ventas de libros están disminuyendo mucho, ¿trabaja usted de guionista o se lo ha planteado alguna vez?

- No me gusta hacer guiones, aunque tampoco me lo tengo prohibido. Quizás un día de estos lo intentaría, pero prefiero ejercer la dictadura que el libro me permite. Eso de negociar con todo el mundo me da mucha pereza. Si he de mimar caprichos ajenos, mejor que sean de musas que de divas. Negocié cuando hacía publicidad y había que darle gusto al cliente. Hoy yo soy el cliente, punto.

- Aquí cuando salimos de marcha y pedimos tequila (antes por lo menos) nos lo servían con sal y limón. Cuando fui a México y lo pedí el camarero me contestó "no mames, güey, eso solo lo echan allá para disimular el tequila malo". ¿Es así, debe tomarse el buen tequila solo, puro?

- Adriana, mi esposa, es de Guadalajara y así lo toma. A mí me gusta con limón y sangrita, aunque cuando se trata de agarrar valor (o cuando es un tequila muy bueno) me lo tomo derecho. Lo mismo me dijeron en un pueblo del norte de Brasil cuando se me ocurrió pedir una caipirinha, pero la cachaça sola no me gusta, así que no hice caso. Si yo pagué por el trago, nadie me va a decir cómo tomármelo, sólo eso me faltaba.

- He viajado en más de una decena de ocasiones a Centroamérica y los países caribeños. A mi juicio las mejores playas se encuentran en México. ¿Usted qué opina?    

- Totalmente, aunque no todas. Me gustan mucho Huatulco, Ixtapa y Puerto Escondido. Por extraño que suene, nunca he estado en Cancún. Ahora bien, no me molestaría que me invitaran a Barbados o Nassau, por ejemplo.

- ¿Cuál considera que es su mejor libro y por qué?

- Mi favorito personal es Puedo explicarlo todo. No sólo porque es la novela que más trabajo me costó escribir, sino también porque es la más ambiciosa y tiene a mi personaje favorito (Dalila). Varias de las personas que más respeto han opinado igual. Dicen que cuando un parto se hace difícil, la madre desarrolla una relación especial con ese niño y creo que es el caso.

- ¿En qué medida son importantes las experiencias para el escritor?

- Entiendo que mi vida es el laboratorio de mis novelas, por eso siempre he tratado de que en lo posible se parezca a una película. Recién estoy terminando mi tercera novela autobiográfica, basada en mi experiencia como narrador, o más exactamente en cómo y por qué me hice novelista. Dicen que todo retrato es un autorretrato y lo cierto es que no me canso de saquear mi vida para escribir. Vivo para eso, lo demás me da igual.

- De su literatura se desprende que parece haber llevado usted una vida muy disipada. Juergas, sexo, drogas y Rock and Roll. Al menos cuando era más joven... ahora ya con los años ¿está más tranquilo o no ha perdido el tigre del todo sus rayas?

- Me he portado muy mal, ciertamente, con la coartada de que soy novelista y hay cosas que jamás se aprenden en la casa o la escuela. Hoy día llevo vida de monje, vivo para escribir y viceversa. Lo cual no significa que necesariamente me porte bien. Hay sustancias que a veces son bienvenidas, pero me sale caro y las dosifico mucho. Te tomas un LSD, viajas por seis horas y te pasas los tres días que siguen como un idiota, sin poder escribir un demonio. He sido motociclista y paracaidista, creo que ya me jugué la vida suficiente y me gané el derecho a lo que el brasileño Cazuza llamaba “la suerte de un amor tranquilo, con sabor a fruta mordida”.

- ¿Qué relación hay entre el genio y la locura?

- Uno y otro se ignoran a sí mismos, y por supuesto existen a pesar de su víctima. Coqueteamos con ellos, hasta donde podemos, pero sería mucha presunción decir que en realidad hemos estado ahí. Ni genio ni locura, en todo caso, está del todo a salvo de la estupidez, y para colmo suelen ser clasificados con la arbitrariedad propia de los profesionales de la sensatez. Puedo llegar a creer que alguien se ha vuelto loco, pero de lo otro nada: basta con escuchar que “Fulano es un genio” para dudar del juicio de quien lo dijo.

-  ¿Su último libro "El último en morir" es también una novela de autoficción? ¿quizá su libro más personal? ¿Qué podría anticiparnos?

- Pues sí, es el más personal y es una autoficción en dos carriles. Alternativamente soy el que era a los veinte, veinticinco, treintaitantos años, y el que soy ahora, mientras escribo. Algo así como un one-man-show con influencias brechtianas. Novela, testimonio, autorretrato y ensayo de cómo, en mi experiencia, se construye a sí mismo un novelista. Me había resistido a escribirlo porque involucra sentimientos muy íntimos, fragilidades que estaban más cómodas entre las sombras, amén del numerito de narrarte en primera persona y en presente. Desnudarte sin más. Pero de eso se trata la novela, ¿no es cierto? El pudor es muy útil para pulir las líneas que has escrito, pero la narración bebe de la impudicia. Hay un placer torcido y deleitoso en contar lo que más nos avergüenza, o nos duele, o quizá nos acompleja. Es un ego muy frágil el de los narradores, pero su obligación es llegar hasta el fin. Sobrevivir. Crecerse al castigo. Ser, en cuatro palabras, el último en morir. @mundiario

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