Entendiendo a Oliver Twist en Monterrey

Carrito de un mercado. / Mundiario
Carrito de un mercado. / Mundiario

Una de las noches en que yo viajaba a mi casa en el coche me detuve en un semáforo: el rojo deslumbraba al fondo y arriba, como un gran foco colgante.

Entendiendo a Oliver Twist en Monterrey

De súbito la figura de un niño apareció frente al cofre del auto y de una corrida, semejante a conejo silvestre, llegó por fuera hasta el lugar en el que yo estaba sentado dentro del auto.

Su mirada de paloma tunera me hizo sentir pequeño y desamparado —más nunca como él, ¿en qué mundo cabe compararse con un niño que pide dinero en la calle?—, se presentó ante mí con el cabello enmarañado, las manos duras, los labios hechos terrones y el alma enterrada en el viento frío. “

Me da una moneda”, dijo. El tono era calmado, aunque vivaz, como si tuviera prisa. Al fondo y por el retrovisor de repente, mientras extendía mi mano por sobre la ventana para darle cinco pesos, divisé a la que según entendí instantes después era su madre, la cual yacía sentada en el camellón de la avenida. De pronto, se fue el niño hacia ella. Los cinco pesos fueron a caer a una bolsa cangurera.

En medio del caluroso ambiente y las luces sepia de las luminarias, aquella escena la grabé profundamente en mi alma, al tiempo que me preguntaba “¿quién es el culpable de todo esto?”, ¿hay justicia en este mundo?”, ¿algún día el viento cambiará su dirección y colmará de goce a estos niños?, ¿los abusadores sufrirán y los jóvenes tendrán otras oportunidades? No lo sé. Tan solo el semáforo en rojo me devolvía, una en pos de otra, cuestiones que ni en una vida podría resolverlas; ni alguien más, ni el gobierno, ni nadie, salvo Dios.

Tras los instantes de reflexión y la vista de la escena con la madre, pensé en Oliver Twist. Así como él hay tantas personas en el mundo. Yo no sé si el hombre o la mujer llenen de esperanza el mundo, solo sé que Dios obra a través de caminos enzarzados, espinosos y que nunca conoceremos su razón de ser; quizá ese niño es una muestra de nuestra increíble capacidad de marginar interior y exteriormente, de no ayudar al prójimo, de claudicar ante una necesidad agobiante como es la inevitable desesperanza de los tiempos presentes. Solo me queda una invisible respuesta: nuestro paso por la existencia no es en vano.

Pensemos en nuestro tiempo y los problemas que hay en él, no olvidemos que estamos aquí por un motivo. Sé que ni lo sabemos ni lo entendemos a veces, pero la búsqueda inicia desde adentro y sigue hacia afuera. Veamos la manera de hacerla poética, trascendente y quizá así podamos llegar nuevamente a un crucero pensando que ese niño pude ser yo, o mi hermano o tú. Quizá ese Oliver Twist nos enseña que la vida tiene su jiribilla de maneras inocentes, su baile que conjuga la miseria y la gloria, el doble sentido de una sonrisa que muestra dolor, pero que al mismo tiempo es consonancia de una esperanza en ciernes. Quizá podamos entender que no somos nada y somos todo, y que no tenemos nada y que tenemos todo. Respetemos, entonces, el camino por el que andamos. @mundiario

Comentarios