“Si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos, es mía”

Anaxágoras. / Caos
Anaxágoras. / Caos

Sabia y  sencilla reflexión de Anaxágoras, para cuando llegue el momento de decidir.

“Si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos, es mía”

Fundamentar la vida familiar, una profesión, el ejercicio de la política o cualquier otra actividad sobre el pilar de la mentira, es deleznable y digno de desprecio.

Entendida la mentira en su primera acepción –“expresión contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente”-, quien vive de ella o con ella se convierte en esclavo del compromiso íntimo de mantenerla oculta.

Quien miente, desearía que los hechos se produjeran como él los concibe y no como son, conducta que, tal vez, pueda responder a una patología.

Quien miente, suele hacerlo con “su verdad” por delante, porque no cree en la verdad, sin adjetivos; la verdad no es mía, tuya, suya, nuestra, vuestra, de ellos. La verdad es única y nadie puede atribuirse su propiedad.

Quien miente, acostumbra hacerlo retorciendo la verdad, manipulándola y ocultando aspectos de ella. En suma, quien miente disfraza la verdad y por ello es un falsario.

Quien miente, suele hacerlo en busca de beneficio propio –ya sea material, poder, imagen, o por mera maldad- con independencia del daño que cause a su alrededor. Quien miente, carece de empatía y actúa con frialdad.

Quien miente, trata de eludir responsabilidades porque le falta la gallardía y la humildad necesarias para reconocer sus errores y limitaciones. Quien miente, es altanero.

Quien miente por servilismo, adulación o agradecimiento es merecedor de reprobación; lo mismo que el beneficiario de su mentira, por consentirla y no reprobarla.

Quien miente, desprecia a sus adversarios y actúa con soberbia y arrogancia porque los considera incapaces de conocer la verdad.

Quien miente ocultando la verdad, carece del coraje y la decisión necesarios para revelarla, y con su silencio la corrompe y se corrompe él mismo. Quevedo lo expresó con sarcasmo, acritud y claridad:

Pues amarga es la verdad,

quiero echarla de la boca;

y si al alma su hiel toca,

esconderla es necedad.

La verdad es lo que es

y sigue siendo verdad

aunque se piense al revés.

El mendaz, embustero y farsante es merecedor de aborrecimiento; el que yerra y se disculpa se hace acreedor del perdón; la verdad, sencillamente, se acepta, porque,  de no hacerlo, se impondrá con su propia fuerza, antes o después.

Sabia reflexión la del filósofo Anaxágoras: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa. Si me engañas dos, es mía.” @mundiario

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