Habitación 300: Un encuentro nunca es fortuito, así que seré otra, no me descubrirán

Una casa en el faro.
Una casa en el faro.

Estoy loca, “estoy loca”, me digo al despertar. Pero luego vuelven a humillarme por loca, entonces lucho por mi dignidad. / Relato literario

Habitación 300: Un encuentro nunca es fortuito, así que seré otra, no me descubrirán

Creo que ahora es peor que nunca, antes era yo sola, ahora sé culpables: los de entonces, los de siempre, los que se me han presentado.

No me atrevo a criticar a la reina, aunque creo que siempre se interesó por mí y muchas le estuvieron agradecidas. Debo de estar loca, decidirán creer que me he vuelto loca si digo que soy el ratoncito de la élite, un divertimento para la carestía de personalidad en una sociedad que se me hace tosca y arcaica. Arcaica como un duelo de navajas por la hembra, pero, dios mío, quisiera vigente esa mentalidad.

Sin embargo, he descubierto que mis virtudes son fantásticas al tiempo que todas estas infidelidades polígamas; entonces, ¿es mi débil feminidad virtuosa? Si fuese yo reina, ¿podría promulgar la delicadeza, los besamanos y los ramos de flores?

Y, sin embargo, pensar en ellos se me hacía acogedor, eran mis seres queridos. Por un tiempo creí que tenía dignidad, el cariño adecuado. Pero otra vez la mediocridad me sepultó en el miedo y la ansiedad.

He ido haciendo conjeturas: supongo que la mayoría tienen a su pareja número uno; que Otegui, si bien se topó a mi hermanastra en el pasillo, habría querido consumar la pesadilla con la intervención americana que estaba teniendo mientras me la metía por la boca, y citarse con la reina para cumplir la fantasía (ya que, bajo mi hipótesis de que los políticos son aristócratas, el espectáculo tomaría altas esferas y acuerdos simples, amorosos; no tan afectivos como para hacer concesiones a la ayuda social y a las pordioseras).

La televisión está puesta en todas partes, la cual vuelve a acompañarme en mis malos momentos, a acosar mi sentido común con crímenes impíos acompañados de enredos entre políticos.

También fantaseo con darle una paliza al primero/a que me dé una oportunidad, pero temo no tener tanta fuerza como en mi imaginación o que mi depresión sea televisada.

Todos los días igual, no por ser el mismo recorrido sino la misma fuerza de voluntad que me consume. Frases hechas, modales distantes, descrédito arrogante… Orgullo de clase de trabajadores que creen que su clase es su dinero: yo soy pobre y soy princesa.

Estoy loca, “estoy loca”, me digo al despertar. Pero luego vuelven a humillarme por loca, entonces lucho por mi dignidad.

Y lo único difícil es hacer que me entiendan. Sé que todo iría bien si no me hubiera enterado de nada. Me fustigo por mis sospechas. Pero, mirando atrás, debería tomar venganza, ¡lo sé lo sé lo sé! Han crecido y envejecido, ¡tuve que tomar medidas! Pero era demasiado tímida e inocente como para intuir que hicieran las cosas a propósito.

Entonces… Soy diferente, soy única, pero tenía razón. No es mentira la realidad que estoy viviendo, ¿por qué me castigan por ello? ¿Por qué me hacen esto? No habrá más secretos, no dejaré que me maten los celos. @mundiario


 

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