El émulo de Reginald Perrin, de Marcelino Fernández Mallo, la otra verdad

Portada de El émulo de Reginald Perrin, de Marcelino F. Mallo.
Portada de El émulo de Reginald Perrin, de Marcelino F. Mallo.

Si bien el protagonista nos parece un ser despreciable e incluso odioso, el autor nos recuerda a través de la figura de Inés que la verdad no es única y que existen tantas realidades como personas.

El émulo de Reginald Perrin, de Marcelino Fernández Mallo, la otra verdad

El émulo de Reginald Perrin, de Marcelino Fernández Mallo

> Género: novela contemporánea, ficción, drama.

> Autor: Escritor coruñés con una amplia trayectoria en el mundo empresarial, inicia su carrera literaria en 2005 con el libro de relatos titulado Cabilia, redactado en gallego y calificado por la crítica como “una bomba atómica”. A continuación, y también en lengua gallega, publicó las novelas A trenza, Klásicos y Pallarega. En 2015, ya en castellano, publica El Danubio no pasa por Buenos Aires. Dos años después, presenta El émulo de Reginald Perrin con la editorial Dauro. Blog del autor: www.atrenza.me

Tregolam

El escritor Marcelino Fernández Mallo empezó su andadura literaria hace más de diez años de la mano de un libro de relatos titulado Cabilia. Aunque no sería hasta 2015 cuando publicase su primera obra en castellano: El Danubio no pasa por Buenos Aires, la cual sigue la tormentosa relación de desafío y dependencia entre un profesor y uno de sus nuevos alumnos. Ahora, presenta El émulo de Reginald Perrin, una nueva historia también centrada en dos personajes, pero con un trasfondo rico en matices y más complejo.

Narrado a modo de diario, El émulo de Reginald Perrin gira en torno a la vida de Camilo, un empresario de éxito que posee un grupo de transporte marítimo al que, según parece, ha accedido rápidamente gracias a su talento para engañar y trepar. Pero un desorden mental repentino pondrá en riesgo su burbuja de idealidad y traerá de vuelta los fantasmas del pasado, mostrando la otra cara de una misma realidad.

La novela nos sitúa cuando Camilo ya es consciente de su dolencia y acude al médico, quien le recomienda que apunte sus recuerdos en un cuaderno, como si fuera el libro de su vida. Así, nos movemos por la juventud del protagonista, cuando era un chico como otro cualquiera: ambicioso, cabezota e impulsivo. Poco a poco, vamos accediendo a su interior –o a lo que nos deja ver– y comprobamos cómo le pueden sus ganas de llegar a la cima, de ascender rápido cueste lo que cueste y pise a quien pise.

No obstante, según avanza el relato, Camilo va dejando de escribir, los recuerdos se vuelven más caóticos y se mezclan con el enturbiado interior. Es como si los describiese alguien que tiene miedo de dar un salto desde lo alto de un acantilado porque piensa que, quizás, allí abajo solo encuentre el vacío. Marcelino Fernández Mallo utiliza el momento álgido del desorden para cambiar de narrador y sacudirnos en sentido contrario. En concreto, es Inés la que continúa con el relato de su hermano, dándonos acceso a una valiosísima información que nos hará replantearnos lo que hemos conocido hasta el momento.

Si bien el protagonista nos parece un ser despreciable e incluso odioso, el autor nos recuerda a través de la figura de Inés que la verdad no es única y que existen tantas realidades como personas. Hay una brecha, una visión distorsionada entre Camilo y el resto de personajes; cada uno vive de manera diferente un mismo momento. El émulo de Reginald Perrin es la suma de dos narradores, de dos puntos de vista o, más concretamente, de dos historias que se contraponen y complementan para formar un todo excepcional y construido a partir de una magnífica narrativa.

La novela de Marcelino Fernández Mallo debe su nombre a una exitosa serie de los años 70 titulada Caída y auge de Reginald Perrin. Este personaje estaba tan cansado de su vida que, tras aguantar demasiados golpes, simuló su suicidio. De hecho, la serie no solo influye en el nombre de la novela, sino que es la serie favorita de Camilo. Seguramente porque, sin saberlo, hay un paralelismo entre ese personaje de ficción y él mismo: su fachada de hombre de éxito al que las cosas le han ido a pedir de boca retiene la evidencia de que no ha habido rosas en su camino; al menos, no los pétalos suaves, sino las espinas. Debido a la información que conocemos de manos de Inés, Camilo se crea una nueva vida en la que pretende que nada le afecte. Fue ahí, en algún instante remoto, cuando tuvo lugar su suicidio.

En el fondo, nuestro protagonista está desencantado con su vida, se esconde tras una barrera de indiferencia y otorga la cualidad de falso al amor o a cualquier otro elemento humano para no admitir que está tan vacío como comienza a estarlo su memoria. Sus traumas se han enquistado y no es capaz de reconocerlos. No soporta a los fracasados porque, en realidad, tiene miedo a fracasar.

Y esto es lo maravilloso del relato a dos voces de Marcelino Fernández Mallo: asistir a la evolución del protagonista y a la nuestra también, pues nuestra percepción de los personajes y los hechos cambian de manera positiva (o negativa). A través del relato de la hermana, Camilo pasa de resultar odioso y repugnante a convertirse en un ser vulnerable. El émulo de Reginald Perrin es un trabajo sobresaliente que nos hace implicarnos con la historia, despertarnos sentimientos encontrados y cuestionarnos a nosotros mismos. Aparentemente, no pasa nada significativo, como en la tranquila y exitosa vida de Camilo. No obstante, la novela nos va removiendo por dentro en un giro de 180º.

A veces, quizá más de las debidas, cometemos el error de prejuzgar a otros solo por lo que nos muestran, sin reparar en nada más ni ver lo profundamente equivocados que podemos estar. Somos víctimas y verdugos al mismo tiempo. Ocurre en la vida real y lo hacemos también en la novela, por eso resulta tan seductora y brillante. Además, el autor nos hace empatizar con un protagonista atípico que, más que protagonista, se antoja antagonista. Camilo posee una profundidad y una psicología deliciosas y, gracias a su relato y a la versión de Inés, llegamos a conocerle, tanto a él como al resto de personajes. Nos hacemos una imagen cristalina de cómo es cada uno, cómo actúan y por qué. Nunca cobró tanto sentido aquello de que: “La verdad es una media aritmética de todas las verdades”.

Comentarios