El wokismo

Sombras del atardecer
Sombras del atardecer.
El término wokismo, de "woke" o "awake", de desperarse en inglés, fue introducido en la educación con calzador para reeivindicar el estudio de las obras de aquellos colectivos y minorías reprimidas socialmente.

La inquisición y el viejo puritanismo, es decir, el dogma religioso de lo políticamente correcto – aquello que ahora la escuela de Fráncfort consideraría "discurso de valores dominante“ y que Nietzsche hubiese considerado simple y llana hipocresía (porque ¿quién es políticamente correcto en la intimidad?) es un antivalor cristiano que misteriosamente adoptó el relato y discurso bienpensante de la ideología de la izquierda reciente. Ahora lo denominan wokismo. ¿Por qué?

A finales del sigo XX, aquella ideología heredera de los pensadores que se caracterizaron por matar a sus hijos y pueblos de hambre, y cuyos gurús se deleitaban pegando tiros y metiendo estacas a los homosexuales por el culo - en el campo de trabajo "La cabaña“ el Che Guevara sostenía, como Lenin, que el trabajo les haría hombres - decidió enarbolar la bandera de la ideología de género.

Resulta cuanto menos curioso también que el PSOE, heredero de una Margarita Nelken que, junto con la diputada del Partido Radical Socialista Victoria Kent, consideró necesario que "las mujeres que sentimos fervor republicano pidamos que se aplace el voto de la mujer“ se empezase a definir en un momento determinado como un partido feminista o como "el partido de las mujeres“. Oportunista, más que feminista, si consideramos los votos que aporta tanto la mujer manipulada como el resentido del lobby gay. Antes, cuando las mujeres en su mayoría tenía valores más conservadores y familiares, su voto a la izquierda simplemente no le interesaba y prefirieron evitarlo.

Recientemente, sin embargo, en esta sociedad hipersensible, donde se gana mucho protagonismo siendo víctima de algo, la narrativa y el relato hipersensible son una fuente insaciable de votos y subvenciones, que durante los últimos años han convenido a Podemos y al PSOE bajo la excusa de su falsa tolerancia. Dado que en la sociedad occidental cada vez hay menos diferencia de clases sociales (lo que existe, quitando rancias monarquías, son grandes diferencias de ingresos) y que nos hemos dado cuenta de que podemos prosperar por nuestros propios méritos, la lucha de clases para enfrentar a la población ha perdido su calado e importancia en el discurso; y por lo tanto había que buscar otro mantra por el que sustituirla.

Se pasó entonces de la búsqueda por una igualdad necesaria de derechos entre sexos a la censura y a la mordaza. A azuzar la lucha entre sexos. Se abolió la presunción de inocencia del hombre. Se trató de cambiar la gramática (decir que era heteropatriarcal mostraba el desconocimiento lingüístico de la relación arbitraria entre el significado y significante establecida por Saussure, además de que los desdoblamientos de género que proponían atentaban contra el principio más elemental de economía lingüística). Se secuestró el rancio puritanismo católico y se elevó a la máxima potencia. Porque si en el cristianismo todos los hijos de Dios éramos pecadores, ahora solo lo éramos los que no comulgábamos con las ruedas de molino de su discurso trasnochado. Se empezó a llamar fascista a todo aquel que profiriera una idea que no se encuadrase dentro de la agenda de Podemos. Se pasó de demonizar al rico, al exitoso, a denostar al hombre blanco heterosexual y privilegiado. Se volvió a instaurar el totalitarismo de la corrección política, y el de una policía del pensamiento que ya no permitía hacer públicamente chistes de homosexuales, ni bromas racistas, una policía y política que no entendieron que el arte y el sentido el humor (que no deben tener límites) no son más que una válvula de escape necesaria en una sociedad sana. Se nos quiso convertir en sumisos y borregos.

Abraham Lincoln, una referencia

Pero no hay mal que cien años dure y, como nos enseñó Abraham Lincoln, se puede engañar a todo el mundo un tiempo; se puede engañar a algunos todo el tiempo. Pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Y en ese sentido la sociedad despertó.

El término wokismo, de "woke" o "awake", de desperarse en inglés, fue introducido en la educación con calzador para reivindicar el estudio de las obras de aquellos colectivos y minorías reprimidas socialmente. Se quería hacer justicia social dando visibilidad a la víctima, porque se suponía que debía ser más relevante ser víctima que tener talento.

Quien aquí se dirige a ustedes abandonó los cursos de doctorado, entre otras cosas, porque despertó y entendió que no hay que resaltar una obra literaria porque sea importante para una minoría étnica ni escrita por o para ella, ni porque se imponga una visión política financiada desde gobiernos e intereses supranacionales, ni porque crea que haya que amoldarse a lo que dicte una determinada cátedra (recordemos: solo quien a nada está ligado a nada debe reverencia) sino que consideró, y considera, que hay que destacar únicamente una obra de arte atendiendo a su valor en cuanto a calidad, en cuanto a valor estético.

Parece ser que poco tiempo después, la sociedad, exceptuando sus sectores más radicales y sectarios, también está despertando. Y que así como el PSOE se apropió el feminismo revirtiendo y exagerando su verdadero significado, podríamos hablar y enarbolar ahora la bandera del wokismo, no como relato de protagonismo y resentimiento, sino como ese despertar de un pueblo que a medida que pasa el tiempo se da también cuenta del relato torticero y falso que trataron y todavía tratan de inculcarnos, con el que quisieron adoctrinarnos.

Algo que se hace patente cada vez más, sobre todo al analizar los discursos de una derecha política que en Madrid ya ha emergido depurada y exenta de la mayoría de ellos; y que si el pueblo ha votado seguramente sea por algo. @mundiario

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