El Fratricida: Caín (XXV)

El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, es una de las múltiples denominaciones de Jesús.
El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, es una de las múltiples denominaciones de Jesús.

Abel al parecer en el trance que su hermano Caín ha caído, hace a la vez  memoria del momento  en  el que intentó salvar a Caín de la idolatría.

El Fratricida: Caín (XXV)

A pesar que fui solo un pastor de ovejas, no supe conducir a mi hermano. Yo, como pastor de ovejas estaba obligado a dejar a todas mis ovejas y correr detrás de mi hermano Caín, él era la oveja perdida que más necesitaba de mí, cuanto lamento no haberlo hecho, pero nunca es demasiado tarde o más vale tarde que nunca, porque todo tiene solución en la vida y en la muerte, menos la muerte después de la muerte; porque existen muertos en vida y otros que viven muertos de miedo al saber que ya están muertos y los vivos muertos que toman vida después de muertos como yo.

"Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré descansar", dice el Señor. "Buscaré las ovejas perdidas y recogeré las descarriadas, curaré a las enfermas y cuidaré de las fuertes y robustas, buscaré las ovejas perdidas, recogeré las descarriadas, oráculo del Señor, Dios de los Ejércitos".

Una fría tarde, tomé conciencia plena y verdadera del peligro que corría mi hermano Caín, quien se encontraba embriagado por los ídolos foráneos. Aquel día decidí abandonarme a mí mismo, me negué a mí mismo, para poder socorrer a mi hermano. Hice a un lado mis horas litúrgicas y me puse en marcha. Cuando llegué a casa no había nadie. Entré a su habitación y miré detrás de la puerta al ídolo de madera del que tanto se hablaba y al que tanto adoraba mi hermano, y no sé porque pensé de que era muy tarde ya. Sentí, de pronto, que aquel ídolo que me miró con malos ojos le había raptado ya el corazón a mi hermano y me entristecí mucho al sentir que por mi culpa había muerto espiritualmente, por ser yo a como era, por creerme más que él, por juzgarlo sin primero comprenderlo, o por haberme ensoberbecido al ser el preferido de todos. 

Es que yo lo maté a él primero, les repito, y también le maté a Dios en su corazón con mi conducta. Lo que yo no sabía es que Dios tenía un plan  para nuestras vidas o una "Nueva Esperanza", como la que percibo ahora por estas tierras de Dios, donde el amor y el odio se siente en los aires. Aquel día salí de la habitación hecho un energúmeno, sentí que había traicionado a mi hermano y estuve a punto de ahorcarme en el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal que ya había comenzado a secarse. Me sentía culpable por lo que mi hermano ahora vivía, y en el momento que me disponía a colgarme de una lianas apareció el Arcángel Gabriel, quien me libró de la muerte: "Detente", me dijo Gabriel descendiendo del cielo. "No debes de morir de esa manera. Debes morir en manos de tu hermano para que tu muerte sea un incienso agradable al Señor, porque de esa manera tu sangre quedará sellada en la vida de tu hermano, y así podrás transcender hasta las almas que claman justicia por la sangre derramada en la tierra. Tu muerte y el fratricidio de tu hermano es la llave para llevar esperanza hasta las almas atormentadas", me terminó diciendo, mientras las lianas se me caían del cuello. Ese día, comprendí que la existencia del hombre sobre la tierra y su muerte es un misterio que se teje cada día que amanece.

Una noche de verano, mientras me encontraba mirando al firmamento poblado de estrellas, escuché una voz profunda, sonora y casi gutural, que me llamó por mi verdadero nombre desde la cima de una montaña. De inmediato, me dispuse a subir al monte en donde se podía ver una gran luz y un ángel que sostenía en su diestra a un cordero en llamas, pero la carne del cordero no se consumía. De inmediato, me postré en tierra al ver aquella aparición, el ángel de luz y fuego de pronto sacó de su cintura un puñal que enterró en un costado al cordero  y la sangre brotó y se desangró sin desangrar, y el ángel dirigiéndose a mí me dijo: "La sangre es lo más importante, solo Dios puede sacar vida del polvo. Por eso, busca la vida que viene de lo alto y deja de preocuparte, porque todo se va, todo desaparece y vuelve a crecer. Lo más importante soy yo, dice el Señor, Yo Soy el que Soy, y si Soy Yo, ergo, soy el absoluto, el todo, el que no me teme no puede adquirir conocimiento, porque el verdadero conocimiento teme a Dios, el temor es el respeto que el hombre siente por un ser superior a él. Sin Dios no existe el conocimiento real, yo soy el principio de la sabiduría y tú eres la imagen y semejanza mía dice el Señor. Así que vete, muere y deja morir, muere y deja vivir", me terminó diciendo el ángel, y en un instante la visión desapareció, y en su lugar quedó el balido de un macho cabrío sin defecto, el cual ofrecí a Yavé como propiciación por mis culpas y las de mi hermano Caín, mientras por el occidente el alba sonreía al nuevo día.

Todavía tengo grabado en mi memoria aquel fuego que salía del cordero y del ángel, la sangre mezclada con el fuego que no se consumía que se desangraba sin desangrar. A veces creo que fue una visión muy clara de lo que en el futuro pasaría con el niño nacido en Belén y con la humanidad entera, aquel día comprendí que mi hermano había tomado una red de pensamiento equivocada, la red de pensamiento de los ídolos lo había llevado a tomar un camino equivocado. Es que él desde que a mis padres les pasó lo que les pasó en el paraíso, vivía muy descontento con el Señor, a  decir verdad, "nosotros no éramos los únicos que morábamos la tierra", solía decir él con frecuencia y añadía, ergo, si existen otros pueblos tienen que existir otros dioses creacionistas que nos puedan crear un mundo feliz para nuestra desventurada familia. Yo no le respondía nada, simplemente le movía la cabeza en señal de desacuerdo. Y ahí está lo malo, si tan solo le hubiera dicho algo sin entrar en polémica, aunque no me escuchara, eso quizás me hubiera hecho sentir menos culpable. Con el tiempo, los paganos le metieron en la mente y en el corazón que el sacrificio de niños, jóvenes y doncellas era necesario para renovar la faz de la tierra, para hacer un mundo nuevo y feliz, y yo sin decirle nada a mi pobre hermano que con tal de mejorar nuestra convivencia familiar hacia todo lo que estuviera a su alcance.

El que más se lamentaba por todo era mi padre, y claro, tenía motivos de sobra para sentirse así, después de todo lo que mamá tuvo que soportar por su culpa. Es que no es de hombres dejar una mujer embarazada y sola, mientras te vas de juerga con la querida más depravada del Edén y sus alrededores, hasta atreverte a echarle la culpa a tu mujer ante Dios por lo que había sucedido. Eso es lo que se llama por estos lugares no tener los pantalones bien puestos para asumir tu responsabilidad. Claro, todo eso lo agobiaba a él día y noche, sentía que cargaba con la culpa más grande de su vida y se sentía sin autoridad o, como quien dice, sin moral para decirnos algo, ¿vos sabes? Mientras que mamá era la que siempre estaba detrás de nosotros aconsejándonos, dirigiéndonos, educándonos y cuidándonos de los peligros de la selva, por otro lado, mi hermano Caín se parecía mucho a papá, tanto en lo físico, psíquico y también en lo espiritual. Yo, por el contrario, salí mucho más parecido a mamá, tanto en lo físico como en lo espiritual. Mi hermano Caín, desde pequeño, era muy inquieto y desobediente, mientras que yo era muy obediente y bastante más calmado que mi hermano. Caín era, además, mucho más fuerte que yo y siempre me estaba amenazando con golpearme si no le daba lo que me pedía. Había ocasiones que hasta el plato de comida me lo arrebataba y me dejaba sin comer, pero yo no le decía nada a nadie, porque además de no importarme eso, él me amenazaba con castigarme si le decía algo a mamá. En pocas palabras, mi hermano Caín y yo éramos dos frutos del mismo árbol con diferentes sabor y color: él era rubio como los rayos del sol, y yo moreno, aunque con el tiempo el pelo amarillo de su cabello se le volvió de color ocre y así se quedó hasta el día de hoy, mientras que yo nunca cambie mi aspecto físico ni mucho menos espiritual cuando mi hermano Caín cayó en el engaño de los ídolos.

Poco a poco mi hermano vino madurando la idea de sacrificar a su ídolo Asmodeo víctimas humanas, además él al ver las imágenes de oro que escuchaban, veían y hablaban por medio de los encantamientos y hechicerías. Su innato arte de escultor se le despertó inopinadamente y se dedicó a crear imágenes que los infieles nómadas consideraron de un gran valor artístico. Él les comenzó esculpiendo a sus dioses y ellos le daban vida a sus obras por medio de sus prácticas abominables y con el paso del tiempo lo fueron envolviendo más y más hasta proclamarlo sacerdote según el orden de la casta amorrea, hasta llegar al día en que debía de mostrar su fidelidad y consagración plena a sus dioses para poder ser elevado a dios mediante el ofrecimiento de la sangre de su propio hermano, o sea yo, como holocausto agradable a Baalzebu. Por eso, el aciago día que el Señor nos pidió ofrendas, él sacó el ídolo de piedra que tenía detrás de la puerta para adorarlo. En realidad, no me acuerdo bien si era de madera o de piedra, pero lo cierto es que con el mismo ídolo que tenía la forma de una piedra de moler maíz ese mismo día al caer la tarde también me mató a sangre fría y luego me destazó a como se destazan las vacas en los mataderos. Yo sabía que, tarde o temprano, eso me sucedería y por eso cuando lo miré venir sediento de sangre y poder me resigné a mi anunciado final. @mundiario

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