El Fratricida: Caín (XXIV)

Representación de la alegoría de la caverna. Imagick
Representación de la alegoría de la caverna. Imagick

Caín cae en trance en y, en una visión, aparece Abel, quien empieza ahora a justificar el fratricidio de su hermano.

El Fratricida: Caín (XXIV)

Caín, en el momento que se disponía a entrar en una cueva rupestre en la zona norte del país, fue presa de una visión o trance en donde Abel, su hermano, se le apareció diciendo: "Yo debería de haber comprendido a mi hermano Caín, él es inocente de la sangre que derramó, porque yo miré a otro Caín cuando él me aniquiló, no era el Caín amable y sincero de siempre. El Caín que me asesinó era el Caín de estos tiempos y de estas tierras que mata y va al entierro. Yo sé que mi hermano era bueno, pero desde que empezaron a llegar las caravanas de tribus nómadas, las caravanas de mercaderes de pueblos lejanos y extraños, fue cuando mi hermano se enredó todo. Él siempre fue desde pequeño muy curioso y estudioso, siempre quería saber las respuestas de todo, siempre quería saber esto y lo otro, y yo también, con la diferencia de que yo no me embrollé en la idolatría de estos pueblo que pasaban hasta a sus hijos por el fuego en ofrenda agradable a Baalzebu, eso era horrendo y abominable para mí y para Caín era más bien algo interesante.  

Yo creo que el instinto filosófico y científico de mi hermano lo llevó a  equivocarse. Empezó experimentando con él mismo, luego con animales y por último terminó experimentando conmigo. Fue poseído por los ídolos de estos pueblos extranjeros. Es importante decir con sinceridad que yo siempre fui el favorito de mamá y de papá, aunque papá lo tratara de disimular siempre, y para colmo, siempre fui el consentido de Dios mismo y de sus ángeles. Todo esto de seguro tuvo que influir en mi hermano para que se dejara persuadir por los dioses paganos, yo eso no lo pude ver desde donde me encontraba, es que yo casi siempre, por no decir siempre, me encontraba encerrado en mi habitación, alabando a Dios, hablando con él, comunicándome con sus ángeles mientras pastoreaba a mis ovejas -que eran muchas por cierto. Los días de descanso me iba a subir solo a un cerro en donde el Señor se me presentaba en una zarza que ardía y no se consumía y me decía que pronto tendría que viajar a donde él. Cuando bajaba del cerro mi rostro se me miraba iluminado como si fuera un ángel y mi hermano se asustaba cuando me veía y yo muy exhausto y lleno de santidad me iba a dormir sin tratar siguiera de hablar con él que había pasado todo ese día buscándome por los cerros y páramos para preguntarme cosas, para saber mi opinión sobre un asunto de los pueblos paganos, o qué sé yo, pero lo cierto es de que yo no le di un espacio a mi hermano por estar muy compenetrado con el Señor de las alturas. Era casi un anacoreta que no supo darle un tiempo a su hermano de sangre.

Quiero que sepan que yo maté a mi hermano con mi actitud, yo lo maté con mi comportamiento, no supe descubrir en él a Dios, me creí mejor que él al ignorarlo sin querer despreciarlo en realidad. Mi aura de santidad egoísta no me dejó ver a mi hermano Abel, y por eso mamá siempre me repetía que Caín mi hermano, que necesitaba hablar conmigo, que le dedicara un tiempo a Caín para hablar con él. En fin, siempre papá y, principalmente, mamá, estaban diciéndome que mi conducta con mi hermano no era la más apropiada, pero yo no les hice caso y ahora me arrepiento por eso. Ahora comprendo que yo tenía que hablar más con él, porque a decir verdad, casi nunca hablé con él cuando más me necesitaba, lo que pasa es que las pocas veces que yo hablé con él no le tenía tolerancia, no lo comprendía, no le respetaba sus ideas y creencias excéntricas o desviadas del Señor de los Ejércitos, lo que pasó con mi hermano es que él fue el creador de la filosofía de su vida, las ideas del mundo enriquecieron su imaginación, surgieron de la mera curiosidad por otras culturas, brotaron de la experiencia de su vida, de su propia estructura psíquica. Es que él tenía y todavía posee una vasta imaginación y experiencia que iba más allá de lo que yo podía imaginar, de por si él era un artista y aventurero innato, la imaginación era la base de todo su conocimiento, sin imaginación el conocimiento se le desvanecía como una bruma a los rayos del sol. La imaginación le fortalecía la sabiduría e inteligencia, las cuales eran más luz que la luz de sus ojos, porque la luz del día se le desvaneció ante la oscuridad de la noche de los ídolos que le robaron el corazón.

De las pocas platicas que sostuve con mi hermano Caín, las que más recuerdo son aquellas acerca del politeísmo como una forma de conocer otros mundos y otros sistema de desarrollo socio-económicos. También la que trataba acerca de los ángeles y sus misteriosos poderes y la del rapto de los elegidos cuyo inicio desde mi punto de vista comenzó con mi mamá y luego con Henoc, el padre de Matusalén, eso sin incluir a Elías. Recuerdo muy claramente que la última platica que sostuve con mi hermano fue acerca de la sangre de las ceremonias que los pueblos extranjeros llevaban a cabo para agradar a sus dioses, yo en este punto discrepé mucho con él y no le tuve paciencia, no lo toleré en realidad. Yo fallé. Por eso les digo que yo lo maté a él primero, debí de escuchar a mi hermano y tratar de persuadirlo para que se alejara de esas prácticas abominables al Señor. Desde ese día, cada vez que pasaba por el viñedo de nuestros padres descubría huellas de sangre y sacrificios de doncellas y niños. Aquello era espantoso: le sacaban el corazón y luego descuartizaban los cuerpos en ofrenda agradable a sus dioses, tal a como hicieron por estas tierras las civilizaciones Mayas, Incas y Aztecas.

Un gélido invierno mientras cruzaba el Tigris a nado, miré en las orillas del mismo: centenares de niños descuartizados flotando a la deriva. Yo salí huyendo lo más rápido que pude de aquella carnicería flotante y cuando llegué a la otra orilla completamente exhausto y lleno de terror, lloré como un niño por los niños muertos. Mis lágrimas se confundieron con el aguacero que comenzó a caer a esa hora; pero no hice nada para hacerle ver a mi hermano que todo aquello venia del fetichismo en el que él andaba involucrado. Sí, claro que sí, yo debí decirle algo, por lo menos advertirle del peligro en que andaba metido. Por otro lado, mis padres, desde el día que sucedió lo que sucedió en el Edén, vivían sumergidos en sus penas y en su labores propias del campo, casi no teníamos tiempo de decirnos algo y si en algún momento lo hicieron, no le tomé importancia. Por un tiempo llegamos a ser como las familias de los tiempos modernos, que viven todos en la misma casa, pero cada quien vive su propia vida y de manera esporádica, si se puede, sostienen alguna breve conversación o sonrisa, mientras Julio -por ejemplo- navega por Internet o María mira su serie favorita por televisión, y la señora de la casa está muy ocupada en sus labores domésticas mientras papá anda trabajando over time o se encuentra relajándose en el bar de la esquina, ¿me entendés?

Mamá era la que más trataba de mejorar la comunicación para que las cosas no fueran tan así. Ella en varias ocasiones nos aconsejó acerca de lo que deberíamos de hacer y de cómo debíamos conducirnos con los pueblos extranjeros que casi a diario pasaban por ahí. "Y tú, Abel, debes de conversar más con tu hermano Caín, él necesita que tú le digas algo", me interpelaba mamá todos los días de descanso. Pero yo hacía caso omiso a sus consejos y lo que hacía, más bien, era desdeñar a mi hermano con mi intachable conducta de santulón ermitaño diocesano.

Mi responsabilidad como hermano era compenetrarme más con él, escucharlo, conocer mejor sus verdaderos sentimientos, sus aspiraciones, sus ilusiones, en fin, conocer su psicología para poder comprenderlo a cabalidad. Es que mi hermano tenía una debilidad por los ídolos, era como un vicio para él, y yo me encerré en mí mismo y me olvide de él. Fui muy hermético, no fui a él a través de él y de mí mismo, sino que intenté llegar a él a través de mí mismo por medio de mi relación con el Señor y también por medio de mi ejemplo, es decir, que mi testimonio de vida tenía que ver mucho también con la relación que debía de tener yo con Caín. Por eso les digo que yo mate a mi hermano conscientemente, yo lo maté primero a él espiritualmente, me equivoqué. Debí de haber interactuado más con él, debí de acercarme más a él con un corazón presto y sincero para ayudarlo, para aconsejarlo, para guiarlo por el camino correcto,  me faltó tener un corazón pobre y valiente, para poder sacarlo del error en que se encontraba. Me faltó saber que la paciencia y la humildad todo lo alcanza y quien tiene a Dios nada teme. Cuánto reniego hoy en día del falso misticismo que yo tenía, es que fui con mi hermano débil, egoísta, egocéntrico, vanidoso y farsante, por causa de mi presunta santidad litúrgica". @mundiario

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