El Fratricida: Caín (XXII)

Egipto. Pixabay.
Egipto. Pixabay.

Caín continua con sus impresiones pos- adámicas, ahora referidas a  las memorables Plagas de Egipto.

El Fratricida: Caín (XXII)

Caín, mientras se dirigía al norte de aquella verde región centroamericana recordó el día que Elohim espiritualmente lo llevó a ser testigo de las plagas de Egipto diciendo, la primera plaga que me llenó a mí de gran horror fue la de sangre; porque como comprenderán siempre asocio la sangre con  la sangre de mi hermano Abel, el agua del Nilo convertida en sangre por medio de la vara que hirió también los ríos, arroyos, lagunas y los lagos me llenó de estupor.

En las vasijas de madera, en los cantaros de piedra estaba la sangre, todos los peces  murieron y los ríos se corrompieron, en fin, hubo sangre en toda la tierra de Egipto, hasta los egipcios cuando iban a orinar orinaban sangre y si escupían, escupían sangre y cuando sudaban, sudaban sangre, y hasta cuando lloraban, lloraban sangre.

Dios tomó mi espíritu por los cabellos y me había llevado a presenciar todo este orgasmo de sangre, pero eso no fue suficiente; porque el faraón hizo venir a los magos quienes hicieron exactamente lo mismo, por medio de encantamientos y al ver el faraón que sus magos podían hacer lo mismo su corazón se endureció de inmediato, y luego de siete días de sangre y hediondez vino la segunda plaga de batracios que inundaron toda la tierra de Egipto, y los hechiceros hicieron también lo mismo por medio de sus encantamientos. Pero está vez las ranas no se iban; sino que el faraón rogó a Moisés para que las ranas se quitaran sobre la tierra de Egipto y así poder dejar ir a su pueblo a ofrecer sacrificio al Señor, Moisés rogó a su Dios y las ranas murieron, tanto las que se encontraban en las casas, como en las granjas y también la de los campos, las recogieron por montones y la pestilencia era enorme en toda la tierra de Egipto, pero el faraón se obstinó más en su piramidal corazón, después Dios les envió la plaga de tábanos y mosquitos, el polvo de la tierra egipcia se convirtió en mosquito y de nuevo los hechiceros hicieron  sus encantamientos pero esta vez no pudieron hacer lo mismo, porque solo Dios puede hacer aparecer vida del polvo, los mosquitos martirizaban a los hombres, a las bestias del campo y los hechiceros reconocieron de que el dedo de Dios estaba ahí, pero el terco corazón del faraón no cedió.

En la cuarta plaga Dios por mano de su profeta les envió unas moscas muy nocivas, eso fue al salir el alba cuando el faraón salía de bañarse, Dios les envió todo género de moscas a las casa de los Egipcios en todo el territorio egipcio, y esta vez exoneró a su pueblo, a la tierra de Gosén, Gosén fue el único lugar en donde las moscas no llegaron, por el contrario lo que les vino fue un aroma agradable a rosas envuelto en mariposas y colibríes de muchos colores, esta vez el Faraón accedió a que el pueblo esclavo sacrificara a su Dios  en su tierra, pero Moisés lo rechazó rotundamente, argumentando de que no podían sacrificar las abominaciones de los egipcios, ya que si matasen en presencia de los egipcios lo que ellos adoran, de seguro los Egipcios los apedrearían a muerte, y luego le agregó, andaremos en camino tres días por las dunas del desierto y sacrificaremos al Señor en el desierto como el mismo lo ha ordenado. pero el faraón les respondió astutamente, yo les dejare ir a sacrificar con tal de que no se alejen mucho y por favor rueguen también por mis huesos, y Moisés armándose de paciencia le respondió, mira zorro del desierto, cuando salga de tu presencia oraré y las mosca se retiraran del faraón y sus siervos, pero deja ya de mentir y deja salir a mi pueblo para que me sacrifique dice el Señor de los ejércitos, le terminó diciendo a la vez que se  retiraba de su presencia junto con su hermano Aarón, y Moisés oró a su Dios y las moscas se retiraron de la tierra de Egipto y no quedó ni una sola mosca en todo el lugar, pero el corazón del faraón se volvió a endurecer y no dejó salir a mi pueblo, yo estaba realmente anonado y sorprendido al ver el corazón del faraón quien realmente creía en sus dioses, igual como me sucedió  a mí en un momento determinado antes de asesinar a mi amado hermano pastor de ovejas, Abel.

Aarón por la noche tambaleó de pronto, pues se encontraba a punto de perder la paciencia, pero un ángel del Señor vino en su auxilio y lo reconfortó diciéndole, la paciencia todo lo alcanza, todo lo espera, nada le es imposible, porque la armadura de la  paciencia es la esperanza, y siguiendo a Moisés por la mañana se presentaron de nuevo al faraón a suplicarle que dejase salir al pueblo para que sacrificara al Señor, pero si todavía no lo reconoces el enviará una quinta plaga sobre todo tu pueblo, le dijo Moisés enfáticamente, una gran peste caerá sobre todos los ganados y animales domésticos, sobre los asnos, los caballos, camellos, bueyes y ovejas e igual que las moscas a mi pueblo no le sucederá lo mismo y nada perecerá de los que les pertenece a los hijos de Israel, le señaló Moisés agregándole, mañana el Señor obrará esta maravilla, tú lo verás y no lo podrás evitar, para que reconozcas que solo el  Dios de Israel es Dios sobre los cielos y la tierra y que no hay otro Dios dado a los hombre como él, pero de nuevo el pecho del faraón se petrificó, y no dejó salir a su pueblo, por lo que el Señor ordenó a Moisés y Aarón que levantaran las manos llenas de ceniza del horno y que Moisés las esparciera hacia el cielo delante del faraón, para hacer venir sobre toda la tierra de Egipto úlceras y tumores gruesos sobre todos los hombres y sobre las bestias del campo, esta vez los hechiceros no pudieron comparecer ante Moisés a causa de las úlceras que había en ellos, y Dios volvió endurecer el corazón del  faraón para seguir probando a la vez la fe de su pueblo, pero tampoco esta vez el faraón los dejó salir a sacrificar a su Dios al desierto.

Moisés volvió a salir temprano y se presentó al faraón y en su presencia le envió una plaga de truenos, rayos y espantoso granizo que destruyó todo lo que había en el campo, el granizo y el fuego caían mezclados sobre los campos, esta plaga fue de tal magnitud que todavía hoy en día no ha vuelto a existir un acontecimiento que se le iguale en esta nación y en el mundo entero, el granizo quebrantó a Egipto y todo lo que se encontraba en el campo fue reducido a cenizas, el faraón está vez reconoció su falta al desobedecer al Dios de Israel y le rogó a Moisés que orara a Dios para que cesaran los truenos y el pedrisco, y Moisés cuando salió de la ciudad extendió las manos al cielo y los truenos y el granizo cesaron, el faraón al ver que ya todo había cesado su corazón se volvió a obstinar y no dejó salir al pueblo a sacrificar a su Dios.

Dios endurecía el corazón del faraón, ¿saben porque? Porque al pueblo que quería liberar, a su pueblo, al pueblo de Israel, ese mismísimo pueblo también tenía lucha contra él, dudaban de Moisés y Aarón, no creían plenamente del tal Moisés, ¿porque no era acaso este Moisés un príncipe de Egipto y un asesino? Y por eso Dios vino tratando con ellos poco a poco desde antes que Moisés fuera sacado de las aguas del Nilo por la hija del faraón.

En la octava plaga de las langostas el faraón fue persuadido por sus siervos diciéndole a Moisés que los dejaría ir con la condición de que dejaran a los niños y a los jóvenes ,ya que a lo mejor los designios de su Dios eran erráticos, y además ¿quién se quedará de esclavo en mi país?, Moisés al conocer que Dios había endurecido el corazón del faraón levantó las manos al cielo y vino una oleada tal de langosta que jamás se volverá a ver en todo Egipto, y todo lo que no había destruido el granizo por ser tardío como el trigo y la escanda o por encontrarse verde fue devorado por la langosta, y otra vez el obstinado corazón del faraón se endureció cuando Moisés al orar al Señor un viento fuerte de occidente anego a la langosta en el mar de las Cañas o mar Rojo y no quedó ni una sola en todos los términos de Egipto, pero el pueblo de Israel había llegado a creer ahora, en verdad Dios está con Moisés y son verdaderos sus designios, se decían entre si, aquella esplendorosa mañana se tornó en una densa oscuridad por espacio de tres días, era la plaga de las tinieblas la que ahora se cernía por todo Egipto y sus alrededores, nadie se podía mover de su lugar, la densa oscuridad no dejaba verse ni siguiera la palma de la mano, nadie se atrevía a hablar, solamente se atrevieron a encender un fogón para darles de comer a los niños y ancianos, mientras los más robustos y jóvenes permanecieron  ayunando tres días y tres noches en las tinieblas.

El faraón atemorizado mandó a sus siervos con antorchas en mano a  buscar a Moisés, Moisés se encontraba orando en un rincón de la casa de sus padres cuando los hombres le ordenaron ir donde el faraón, Moisés al llegar ante la presencia del mismo le dijo: "¿Y ahora qué? ¿Qué prometes ahora? ¿De nuevo vas a engañar a nuestro Dios? ¿No sabes que él es el que se ha encargado de endurecer tu corazón y que tú no eres nada ni nadie? Estás equivocado, con problema y sin autoridad, porque toda autoridad es dada por Dios a los hombres, pero sabés qué alimaña del desierto, ahora nuestro Dios te pide por última vez que dejes salir a su pueblo a sacrificar y que todo el ganado y ovejas y nuestro niños vendrán con nosotros, todo el ganado irá con nosotros. No quedará ni una pezuña en Egipto pues son necesarios para el culto del Señor en el desierto así que di ahora", le terminó diciendo Moisés enérgicamente. Y el faraón, inclinándose en su trono, le respondió amenazadoramente: "Escucha, siervo inútil y bajo, es mejor que te retires de mi presencia antes que mueras, y guárdate de no ver más mi rostro, porque el día que lo veas mirarás a la muerte", y Moisés, tomándole la palabra, le respondió: "Tú mismo has dicho tu próxima plaga, así será como has dicho, no volveré a ver más tu rostro en este lugar, no sin antes cobrar la vida de cada primogénito de los egipcios, dice el Señor, desde tu primogénito hasta el primogénito de la esclava, los primogénitos de las embarazadas y hasta de los animales, pero a mi pueblo no le quitaré nada para que sepan que Israel es mi pueblo elegido", y dando un fuerte golpe con su vara en el suelo se retiró junto con su hermano Aarón.

 Aquel memorable día Moisés ordenó al pueblo que cuando el faraón los dejara libres les pidieran a los habitantes de Egipto joyas de plata y de oro, ya que el Señor les haría  gracias a su pueblo delante de los egipcios, y estos al verlo reconocerían que el Dios de Israel es el verdadero Dios sobre la tierra. @mundiario

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