El Fratricida: Caín (XX)

Uvas. / pqs.pe
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Cain en sus memorias llega a la ciudad de Enoc en donde nos relata que se volvió a enamorar.

El Fratricida: Caín (XX)

Cuando conocí a Noé, mi anatema era un hecho irrefutable,  el aliento del Señor se había apartado de mi pueblo, aunque a decir verdad esto se vino dando paulatinamente desde que mis padres se equivocaron de árbol, pero lo que necesito contarles es algo referido a la ciudad de Nod en donde tuve una angustiante felicidad.

En esas tierra que han quedado sepultadas por el paso de los milenios en mi poblada y colectiva memoria, es que cuando  llegué a Nod, me volví a enamorar otra vez a como lo hice con Évila o Abigail, pero esta vez no como un marinero de los tres ríos sagrados, sino como un hombre responsable, errante, pero responsable, marcado por el destino, pero responsable y prudente, o sea yo me enamoré está vez teniendo ya una vasta experiencia en cuestiones de amor de las que uno en realidad nunca termina aprender, fue una calurosa mañana del siglo dos antes del surgimiento del padre Abram cuando llegué sediento a Nod, la ciudad que se encontraba al oriente del Edén, exhausto, me acerqué a un pozo para tomar agua y cuando terminé de saciar mi sed como un ciervo que brama por agua en el desierto me dormí a la sombra de un sicomoro, la tarde caía en aquellas verdes y montañosas regiones y cuando soñaba con Abigail , una oveja me empezó a lamer el rostro y  creyendo yo que se trataba  de alguna serpiente me desperté muy asustado, y cuán grande fue mi sorpresa cuando al despertar miré el rostro angelical de ella, mis ojos quedaron prendados de su beldad, mi corazón de inmediato se arrodilló a sus pies, mi pensamiento se llenó con su existencia, en fin todo mi ser en breves instantes volvió a conocer la felicidad, su nombre era Selá, una bella princesa de Nod, una doncella que desde ese día y por muchos años me hizo olvidar mis penas, mis heridas y también mis culpas.

Selá me hizo olvidar hasta mi sello, mi marca de judío errante, mi vergüenza y oprobio, cuando Selá y yo edificamos ¨la Gran ciudad de Enoc¨, lo primero que hicimos fue cultivar uvas, cultivamos muchas hectáreas de viñedos hasta donde la vista nos permitía ver, para ese entonces venían grandes cantidades de campesinos a trabajar en nuestras tierras, aunque a decir verdad las tierras eran todas de Selá las que obtuvo en herencia al morir su padre el rey Nod, en fin, los viñedos nos hicieron sumamente ricos y respetables en muchos lugares, los Viñedos de Enoc fueron las delicias de ricos y pobres, la idea fue mía, y conociendo yo que la vid es uno de los frutos preferidos del Señor, trate de agradar a Elohim de esa manera, porque él personalmente venía a beber de la vid almacenada en nuestras bodegas, teníamos casi un millón de trabajadores y nunca nadie se quejó por la paga o el maltrato que recibían los trabajadores de parte nuestra, las caravanas de comerciantes se abastecían hasta más no poder del jugo de la vid, venían nómadas de muchos lugares, razas de todo tipo, pueblos y  lenguas de lugares lejanos, hasta  que un día llegaron unos hombre amarillos, por ser ellos según nos explicaban los primeros hombres en recibir la aurora cuando se creó el sol por sus tierras, y al haber recibido los primeros rayos del alba sus ojos se pusieron por eso chinitos chinitos como ratónes, y todo por causa del resplandor del primer sol naciente, su sabiduría era asombrosa, nos hablaron con símbolos de dragones, de lugares encantados, de sitios lejanos y olvidados, de una muralla china en el cielo, nos hablaron por medio de dibujos plasmados en papel , de sus dioses y creencias, se jactaban además de conocer el origen del fuego y de la luz y nos dieron muestras de sus poderes físicos y mentales a través de sus técnicas de meditación, había uno por ejemplo que levitaba  sobre la flor de los pantanos con la cabeza para abajo, habían otros que derrocaban a los gigantes por medio de sus técnicas de lucha, otros se clavaban cosas en el cuerpo sin sentir ningún dolor y sin que  les saliera ni una gota de sangre, otros  respiraban por debajo de la tierra y en el fondo  del lagar, eran asombrosos estos venerables señores  y habían otros que hasta se mataban con la sola orden del mandarín para revivir luego al cuarto día, todo lo que hacía este pueblo era muy impresionante y aprendimos mucho de ellos, hasta que una noche todos se montaron en un dragón de fuego que bajó del cielo y diciéndonos adiós con las alas desparecieron de Nod, no sin antes dejarnos un libro de cocina que mi mujer guardó siempre y que ella consultaba cada vez que había algún acontecimiento importante que celebrar como por ejemplo la vendimia de fin de año, mi mujer aprendió a leer aquellos signos de arriba abajo gracias a la ayuda que le brindó una linda y sabia señorita llamada Li- Yang que se quedó a vivir con nosotros, recuerdo que de aquel libro salieron platillos tan suculentos como la señorita Li, todavía hoy guardo en mi boca el dulce sabor de la cuchara de la chinita a la que  logré amar furtivamente.

Un día mientras tomábamos el té de la tarde hicimos pues yo y mi mujer lo que se dice hoy en día una fortuna con la venta de la vid, el futuro de mi familia estaba más que asegurado, hasta que una tarde asoleada de vendimia apareció el Señor quien me ordenó sin miramientos partir de nuevo sin rumbo cierto, ese día  sentí que su cruel decisión me arrancaba como un sarmiento de Nob y el corazón se me exprimió como un racimo de uvas,  ¨recuerda que tú eres caminante en el tiempo, idea que se construye en el camino abierto a tu paso, eres la enseñanza del fracaso, la desilusión y la contradicción, eres la esperanza y voluntad que anida en el corazón del hombre por continuar con la búsqueda a las respuestas de sus interminables preguntas por el mundo, debes de continuar tu camino hacia la casa del padre, sin desfallecer a la fe y esperanza de construir un mundo mejor¨, me terminó diciendo, ese día me ofusqué, enloquecí por momentos y muy consternado y deshecho recuerdo que partí el propio día que llegaron los amorreos a comprar vino, mi mujer, mis hijos y mis nietos se quedaron deshechos, mientras el Señor me ordenaba no volver a ver atrás para no quedar tieso en vida como una naturaleza muerta o como una estatua vegetal de sol y sal. @mundiario

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