Hernán Vera Álvarez: "Un librero debe recomendar el libro que la persona quiere"

La librería del mal salvaje. / Eduardo Rubín
La librería del mal salvaje. / Eduardo Rubín

El autor, que también es editor y dibujante de comics, publica La librería del mal salvaje (SED ediciones), novela ambientada en pleno mandato de Donald Trump que cuenta la peculiar historia de una tienda de libros en español.

Hernán Vera Álvarez: "Un librero debe recomendar el libro que la persona quiere"

Hernán Vera Álvarez nació en Buenos Aires en 1977. Algunos lo conocen simplemente como Vera. Estudió literatura latinoamericana y española en FIU (Florida International University) y en la actualidad enseña Escritura Creativa en el Koubek Center del Miami Dade College. Por libros como Grand Nocturno y las antologías Miami (Un)plugged Viaje One Way es uno de los autores más representativos de la literatura latina en Estados Unidos. 

El autor, que también es editor y dibujante de comics, publica La librería del mal salvaje (SED ediciones), novela ambientada en pleno mandato de Donald Trump que cuenta la peculiar historia de una tienda de libros en español y los clientes que la frecuentan –extravagantes, queribles y algo astutos– en Estados Unidos. 

Según pasan los días, el narrador, un escritor expatriado devenido librero, contradiciendo la idea borgeana, sospecha que trabajar en una librería no siempre es estar en el paraíso. Cuando lo invitan de una universidad para dar una conferencia sobre literatura argentina, comienza a elaborar apuntes, datos y listas insólitas que trazan un corpus artístico e iconoclasta como este libro. Entre la biografía y la ficción, con tono desenfadado y tremendamente lúcido, La librería del mal salvaje es un homenaje a aquellas obras y autores que amamos.

Hernán Vera. / Eduardo Rubín

Hernán Vera. / Eduardo Rubín

– ¿Cómo fue el proceso creativo de La librería del mal salvaje?

Los primeros días que empecé a trabajar en una librería tuve ganas de escribir algo sobre esta experiencia. Con las semanas, al ver los personajes que entraban y ciertas historias que vivía, me convencí definitivamente. Así que de los meros apuntes comencé todas las semanas a escribir algunos capítulos. Quería que cada uno de ellos fuera breve, ya que, si hablaba de libros, no quería que se tornara muy pesada la lectura. De vez en cuando, mientras escribía la novela, leía algunos capítulos a mis amigos. Su reacción era muy buena. Creo que esencialmente el ámbito de una librería me llevó a escribir una novela que, si bien tiene mucho de real, hay una cuota de ficción, desde ya. Siempre es interesante cómo funciona la manera en que vienen las historias. Trabajando ahí recordé los años de mi adolescencia en el kiosco de diarios y revistas que tenía mi abuelo. Por ahí pasaba todo tipo de personajes con sus historias a cuestas. Hay algo de todo eso, también. Otra cosa que me parece bueno subrayar: la historia se desarrolla en el gobierno de Donald Trump, cuando los inmigrantes pasamos a ser unos delincuentes. La librería en la que trabajaba vendía sólo libros en español y esa característica a mucha gente, sobre todo a los anglos, les molestaba. A veces, cuando se daban cuenta que todos los libros eran en español no entendían. Miraban todo con desconfianza. El gobierno de Trump no ayuda a despejar los malentendidos. 

–​ En esta nueva novela como en otros libros que publicaste hay una relación con el desarraigo. Hay algo de memoria y construcción de una identidad. 

– Es inevitable, vivo fuera de la Argentina hace 18 años. La mayoría de mis amigos y buenos conocidos no han nacido en este país. Estoy rodeado de muchas culturas, lo que me gusta demasiado. ¡En la Buenos Aires en la que crecí sólo había argentinos! Ahora, me dicen, hay gente de todas partes del mundo. Hay otros matices de la lengua, otros sabores. Buenísimo. En Miami se encuentra todo esto.

–¿Disfrutaste trabajando de librero?

– Claro. Eso se nota en el libro, más allá de cierta ironía que tiene la novela. Era fantástico el vínculo que se armaba entre los lectores y uno. Venían y preguntaban por “el argentino” para que le recomendara un libro. Eso te reconforta: le diste la obra que era para ese lector. Si bien a veces caía algún pesado, algo inevitable, me gustaba ser librero. ¿Sabes? Un librero debe recomendar el libro que la persona quiere. Pero en ese paréntesis o espacio que se da en la conversación, uno puede meterle los libros que disfrutaste. Trabajando de librero aprendes todos los días, aun cuando seas escritor y tengas una formación universitaria y también hayas estado en el oficio del periodismo y la publicidad. 

– ¿Alguna reflexión sobre la literatura latina que se escribe en estos momentos en Estados Unidos?

– Paralelo con el nuevo milenio se fue gestando lentamente algo muy interesante. En los ´80 y mediados de los ‘90, la literatura que se escribía por autores de origen hispano se asociaba al inglés, cuando hubo un pequeño boom con Sandra Cisneros, Esmeralda Santiago, Oscar Hijuelos y otros. Luego irrumpió lo de MacOndo y Alberto Fuguet y Edmundo Paz Soldán, entonces se produjo un espectro más amplio con autores que venían de América Latina o España y escribían en castellano. Ahora, la lista es súper variada en origen y temática, con Valeria Luiselli, Pedro Medina León, Raquel Abend Van Dalen, Liliana Colanzi, Gastón Virkel, Camilo Pino, Anjanette Delgado, Gabriel Goldberg. Hay muchos autores y muy buenos.  Eso da mayor visibilidad, aunque falta un poco más. El gran trabajo se está haciendo desde las pequeñas editoriales, que tienen un exquisito catálogo y forman lectores. @mundiario

      

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