“Hay que disfrutar estos logros de un modo sano y seguir trabajando con pasión”

Marcelo Luján. Crédito: Manu Sevillano.
Marcelo Luján. / Crédito: Manu Sevillano.

La colaboradora de MUNDIARIO, Iris Hernández Robles, entrevista a Marcelo Luján, ganador del afamado Premio Ribera del Duero en su sexta edición, con un jurado de élite con Fernando Aramburú a la cabeza.

“Hay que disfrutar estos logros de un modo sano y seguir trabajando con pasión”

Marcelo Luján tiene mucho por enorgullecerse, recién ganó el afamado Premio Ribera del Duero en su sexta edición, con un jurado de élite con Fernando Aramburú a la cabeza. Uno de sus más importantes galardones, aunque el escritor argentino remarca que lo trascendente es escribir y tocar almas. Tuvimos la oportunidad de conversar amenamente con él sobre esto y más de su ingente carrera literaria:

¿Cómo se sintió al ganar un premio de narrativa tan importante como el Ribera del Duero?

Me sentí muy feliz desde lo personal porque se me ocurre que es un premio al esfuerzo y a todos esos años que ocupé en escribir este libro. No fue nada sencillo sacar adelante una colección de cuentos con la cohesión interna que presenta “La claridad”, sin que esto rasgue la absoluta autonomía de cada una de las historias. Por supuesto, la felicidad es aún mayor cuando pienso en la cantidad de lectores que sentirán atracción por el libro, aunque solo sea por curiosidad. Luego será el texto quien deba defenderse ante el siempre riguroso ojo del lector.

¿Qué significa para usted "La claridad"?

Significa muchas cosas y la primera podríamos encontrarla en el propio título, que es una suerte de juego que se le plantea al lector: mostrar la luz, las concepciones luminosas, el brillo y la pureza, todo esto desde un punto de vista distinto, más o menos único, donde las acciones oscuras de los individuos pertenecen y son completamente inherentes a la cotidianidad, es decir, a los escenarios y a las propuestas humanas aparentemente claras, blancas, nobles. Es un juego que el lector comprende desde el primer contacto que tiene con el libro: la portada, con esa chica de mirada inquietante, rodeada de luz que, sin embargo, muestras cierta hostilidad en el fondo de su rostro.

¿Podría explicarnos un poco más de que va? Los textos complejos tienen muchos matices ignotos. 

Escribir ficción puede parecer un proceso sencillo, pero no lo es. Personalmente, el modo en que las historias están contadas me resulta un aspecto demasiado relevante en literatura moderna. Los cuentos de “La claridad” son cuentos que podríamos denominar como ‘largos’, y esto pone en riesgo la tensión narrativa (otro de los elementos fundamentales del género). Para sostener la tensión utilicé varios recursos que me gustan y funcionaron en otros libros, por ejemplo, el futuro narrativo. Pero lo más importante, siempre, es poner todos los recursos al servicio de la historia que queremos contar. En este sentido el lector se encontrará con seis relatos cuya complejidad los convierte en universos exclusivos: hay oscuridad, pero siempre rodeada de luz. La variable fantástica que recorre las historias también puede ser un ingrediente de interés.

Usted refiere una y otra vez que sus cuentos son sobre la "maldad" ¿En qué sentido debe tomarlo el público?

En el sentido más realista de la acepción. Vivimos en una sociedad violenta y estamos siempre expuestos a casi cualquier situación oscura. Sobre todo, cuando no la esperamos. Esto último tiene que ver con el cono de negrura rodeado de luz: hechos extraordinarios en situaciones cotidianas. Me resulta interesante intentar contar esa faceta de la realidad que muchas veces no vemos o no queremos ver. Y, sobre todo, las acciones malvadas que no acaban en la muerte, acciones simples y del todo cotidianas que, en ocasiones, modifican para siempre la vida de las personas. Sin ir más lejos: la traición (que es el elemento eje del primer cuento del libro).

Antes del premio ¿Quién era Marcelo Luján?

La misma persona que es ahora, tras haber recibido el VI Premio Ribera del Duero. En 2016, con “Subsuelo”, gané el Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón, otro galardón, digamos, de primera categoría. Y tampoco modificó nada porque uno debe ser fiel a los valores esenciales que tiene como individuo y ningún reconocimiento público debería cambiar a nadie. Hay que disfrutar estos logros de un modo sano y seguir
trabajando con pasión (y humildad) en lo que uno confía. Pero es cierto que, como autor, se consigue una trascendencia mayor, no voy a negarlo. Después de todo, lo único que quiero es que me lean.

Cuando un grande premia a un grande genera orgullo ¿Conocía ya desde antes la obra de Fernando Aramburú? ¿en qué coinciden la suya y la de él?

Sí, por supuesto que había leído a Fernando Aramburu. El éxito de “Patria” es abrumador y traspasa las fronteras de España (cuestión más que saludable para cualquier escritor). No sé en qué puede coincidir su literatura con la mía (acaso no sea yo quien deba decirlo), pero hay algo en el punto de vista y en los modos de abordar los conflictos narrativos con los que me identifico. “Años lentos” es una novela extraordinaria y, además, estamos ante un excelente cuentista. Todos los miembros del jurado que premiaron “La claridad” son escritores con mucha autoridad en el género.

¿Qué es lo que más le gustaría rescatara la gente de la lectura de sus cuentos?

Me gustaría, por sobre todas las cosas, que el lector disfrutara en el proceso casi mágico de la lectura. Que sienta el influjo de las acciones, el componente general de la historia y, desde luego, que se acerque lo más posible a los personajes. Antes dije que los escritores escribimos para que nos lean, pero esta afirmación esconde una segunda interpretación (y un segundo deseo): que lo que escribimos conmueva. No alcanza solo con la lectura, con el acercamiento, con el proceso comunicacional de emisor, mensaje, receptor. Hay más cosas en el corazón de toda historia de ficción. Y son todas esas otras cosas las que queremos, como escritores, que lleguen al lector.

¿Cuál es su visión de los tiempos modernos? (Prácticamente apocalípticos)

Espero y confío en que este mal que nos tiene sumidos en la más profunda incertidumbre, me refiero a la situación pandémica, nos abra los ojos y nos ayude a comprender, de una vez por todas, que somos seres minúsculos y casi insignificantes en el contexto universal. No somos superhéroes ni somos los amos de nada, ni siquiera de nuestro planeta. Ahí fuera cualquier cosa puede destruirnos. El elemento de ‘invisibilidad’ que tiene la COVID19, por ejemplo, es una cuestión monstruosa y del todo aterradora: ni siquiera podemos ver a eso que nos pone en jaque y que, en última instancia, nos mata.

¿Cuánto de cultivar el pensamiento, la inteligencia y los libros requiere la gente para mantener la cordura actualmente?

La lectura es algo tan importante para un ser humano que, bajo el más estricto confinamiento, donde no podíamos hacer casi nada, sí podíamos leer. Me resulta maravilloso observar esto sin siquiera la mínima perspectiva temporal. Los libros y la lectura nos han salvado infinidad de veces. También confío en que lo acabemos comprendiendo ahora, en medio de esta locura distópica que estamos viviendo.

¿Qué lee en estos días Marcelo Luján?

Estoy leyendo los diarios de uno de los más grandes cuentistas de nuestra lengua: Julio Ramón Ribeyro. Un tipo sencillo y hermoso. Un grandísimo escritor. El libro se titula “La tentación del fracaso” y abre con un texto sensacional de Enrique Vila-Matas. 

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