Días del confinamiento en que perdíamos la noción del tiempo

Me vuelan las piernas, echo de menos los paseos y a mis amigos de un día. Estamos todos confinados, lo sé, pero siento al Estado en el techo y no siento nada más, enmarañada en recuerdos, el temor por el porvenir, todos los amores frustrados... La soledad.

No relataré la afable convivencia en mi casa, aunque he de decir que algún resquemor está siendo enmendado. Quiero hablar de lo que le pido al verano que aún no llegó: que el calor encienda mi piel, que el mar me reviva los huesos, quiero tener un verano de amor.

¡Quiero tener un verano de amor!, exclamaba anoche mi cabeza, sin dejarme dormir la molestia. Soy joven, joven una vez más, pero ya no demasiado. Aunque nunca dejaré de lamentar mi inocencia interrumpida y el castigo a mi ternura, hoy sigo siendo yo, pero más fuerte. No volverán a dejar de lado mis ojos claros ni a ningunear mi humildad.

En mis pensamientos les estoy pegando a bastantes personas, cada vez que las presiento. Pero me basta con que sigan manteniendo las distancias cuando yo suspiro cardíaca.

Oh, este día de calor, ¡y anoche quería morir! Los pájaros no cesan, ni los árboles frutales, ni mis constantes vitales. He de tener la entereza de sujetar hoy el porvenir, que no se me escape por entre las manos.

Que nadie me lo impida si soy libre, al menos quien ya conozca... ¡Soy libre! Y se abrirán las puertas, sé que habrá quien me abrace... Serán los más bellos momentos desde que perjuré que el 2020 sería mi año... @mundiario