La demagogia es una degeneración de la democracia

Adrien Brody en El Pianista. Productora.
Adrien Brody en El Pianista. / Productora.

Tan tensa como humana, El pianista me ha llevado situarme en un mirador que permite contemplar el esperpéntico galopar sobre un jamelgo sin jinete y las bridas para dominar su flojo trote. 

La demagogia es una degeneración de la democracia

La demagogia es una práctica política que apela a los sentimientos y las emociones de la población para ganarse su apoyo. A través de la retórica, el demagogo busca incentivar las pasiones, los deseos o los miedos de la gente para conseguir el favor popular.

La primera figura histórica que se considera que empleó el término demagogia, no fue otra que el gran filósofo Aristóteles. En concreto, utilizó aquel vocablo para referirse a la forma llena de corrupción que había llevado a establecer la República. Y es que él tenía claro que, en absoluto, estaba de acuerdo con ella como forma de gobierno pues consideraba que los gobernantes al final caían en abusos de poder sobre el pueblo.

La demagogia es una degeneración de la democracia. Ciertos gobernantes que acceden al poder a través de elecciones libres (y que, por lo tanto, fueron elegidos por la mayoría de la población) lo hacen a través de concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los votantes.

El pianista, la historia que nos desnuda emocionalmente

Wladyslaw Szpilman, un brillante pianista polaco de origen judío, vive con su familia en el gueto de Varsovia. La cultura baluarte de la palabra escrita es el refugio del ser humano para no caer prisionero de la insoportable mediocridad y otros peligros del conservadurismo y la ignorancia que lleva al fanatismo del ser humano. La literatura rejuvenece el espíritu e invita a la mente hacia el bien y no el mal. Suena la música del poeta.

El pianista es el título de una magnífica película dirigida por el siempre polémico Roman Polanski, rodada en el 2002 con Adrien Brody como actor principal y ganador de un Oscar sin ninguna duda. La película es la historia tomada de la realidad de un pianista origen judío en la Polonia bajo la ocupación de la Alemania nazi, que nos desnuda emocionalmente hasta dónde puede llegar el desatino y envilecimiento degollador de sangrientas matanzas víctimas de la demencial hitleriana en Polonia contra la exterminación del pueblo judío con toda su altura intelectual  y su espacio en Occidente.

Tan tensa como humana, El pianista me ha llevado situarme en un mirador que permite contemplar el esperpéntico galopar sobre un jamelgo sin jinete y las bridas para dominar su flojo trote.

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El pianista. / Productora

Mantener la cultura lejos de los nostálgicos panfletos políticos

El panorama del ultra conservadurismo político, sin sentido alguno del ridículo contenido, presume que el señor Casado, presidente del PP en España, es ni más ni menos que licenciado en Derecho, título que ganó a pulso en un inspirado semestre. Genio y figura entregada a la labor de intentar figurar y obtener poder  en el panorama político nacional, al que se le ofrece en bandeja una nueva prueba de habilidad con el caso Kitsch en pleno candelero. El juez procesa al exministro Fernández Díaz y a su cúpula policial  por el espionaje ilegal a Bárcenas, del escándalo político que ha conocido en nuestra joven y movediza democracia, a la que se le puede sumar la comedia con corona a nuestro emérito monarca, que parece que ha cambiado su corona por el turbante árabe.

Y claro, si toda esta es la comedia humana en la que vive la nación, ¿qué hacer? Deben aquellos que desde unos principios democráticos, por los que luchamos durante dictadura franquista; y que no solamente amamos la cultura sino que igualmente trabajamos por ella, mantenerla lejos de los nostálgicos panfletos políticos de un Casado grotesco y el voxerío amenazador de quienes sueñan con el pasado.

Toda una amenaza que se cierne sobre las cabezas de quienes defendemos la libertad de pensamiento dentro de las reglas constitucionales, frente a quienes se pasean disfrazados de demócratas. Lo primero que vamos a hacer es dejar patente el origen etimológico de la palabra demagogia que ahora nos ocupa. Al hacerlo descubriremos que emana del griego, porque se encuentra conformada por dos vocablos de dicha lengua: “demos”, que puede traducirse como “pueblo”, y “ago.”, que es un verbo que ejerce como sinónimo de “conducir”.

La demagogia es una. En 1939, los alemanes invaden Polonia. Wladyslaw Szpilman consigue evitar la deportación gracias a la ayuda de algunos amigos. Pero tendrá que vivir escondido y completamente aislado durante mucho tiempo y para sobrevivir tendrá que afrontar constantes peligros. Esperemos, como críticos, que este ejemplo que vuela sobre nuestras cabezas sea solo unas gaviotas que van de paso. @mundiario 

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