“Debo defender la riqueza universal que nos pertenece”, declara J.M. Piñeiro

Portada de Pasajes escritos./ Celesta
Portada de Pasajes escritos./ Celesta

“El universo nos sobrevive y el abanico de enigmas que se nos ofrece para descifrar excede el tiempo que disponemos para emprenderlo”, declara el escritor a Mundiario.

“Debo defender la riqueza universal que nos pertenece”, declara J.M. Piñeiro

La gran capacidad creativa de José María Piñeiro y su desbordante imaginación alumbran un nuevo poemario, Las raíces del velo, que he tenido el placer de leer en primicia y que muy pronto veremos publicado en la editorial madrileña Celesta.

Me consta que José María nunca ha interrumpido su quehacer poético y artístico y que su inevitable pasión por la música, presente en toda su obra, también destaca en su nuevo libro: “(…) Lo único que no renunciaría es a la música/ porque es el signo de la esperanza y del retorno”. Además, quiero resaltar de Las raíces del velo el excelente uso del lenguaje, el dominio de la imagen, la solidez cultural y la exquisita ironía.

José María Piñeiro Gutiérrez nació en Orihuela en 1963. Realizó estudios de Filosofía e Historia del Arte a través de la UNED. Fue miembro fundador de la revista de creación Empireuma.

Ha publicado artículos, reseñas, ensayos y poemas en revistas literarias españolas y extranjeras como Adamar, Baquiana, Poezia y Contemporanul, La Lucerna, Luna de Papel, Salamandra, Portada, o Ágora. La dirección de esta última revista, editada en Murcia, le concedió en 2013 un premio honorífico al fomento de la lectura por su artículo Que no hayan mensajes va la deriva.

Es autor del conjunto de aforismos Hilas de papiro y Ars Fragminis (Celesta, Madrid) En 1999 publicó la separata de poesía El légamo de las estrellas. Sus dos últimos libros de poesía son Margen Harmónico y Profano Demiurgo, ambos editados en Orihuela, previos al último, en proceso de edición por la editorial Celesta, que lleva por título Las raíces del velo (2019)

En 2016, bajo el título de Pasajes escritos, publicó en Celesta una selección de los artículos y ensayos que habían ido apareciendo hasta esa fecha en su blog Micropoesie::Empireuma.

También ha realizado en Orihuela exposiciones de fotografía y pintura.

-José María, ¿Qué fue lo primero que no pudiste evitar, la poesía, la música, las artes plásticas…? ¿Todo a un tiempo?

Recuerdo que a lo que primeramente tendí, desde pequeño, fue a dibujar, haciendo caras o inventándome personajes. Dibujaba por todas partes. En el colegio se hicieron famosos mis libros de texto entre los compañeros, porque estaban llenos de caricaturas y me los pedían para verlos como si fueran cómic. Schopenhauer y Edmond Jabés coinciden en afirmar que antes del discurso filosófico o religioso está la imagen. Para el hombre constituye la referencia más o menos explícita de lo que creará después. Pero en mi caso la música casi convergía con el dibujar. Sentía como un ritmo que me atravesaba el cuerpo. Y es que, en definitiva, creo que todo, escritura, pintura, y evidentemente la música, vienen a ser un solo ritmo pero codificado de modos distintos.

-Tu reciente poemario, Las raíces del velo, lo dedicas a tu madre, “que soñaba con jardines y bodas”. Explícanos esto.

Bueno, la dedicatoria es literal. He estado cuidando de mi madre durante cinco años, hasta su fallecimiento, y por la noche, cuando me llamaba para que la atendiera, me contaba lo que acababa de soñar. Y casi siempre soñaba lo mismo: que estaba en un jardín muy frondoso y luminoso, o bien que se encontraba con mucha gente, parientes y amigos, celebrando una boda. Teniendo en cuenta sus circunstancias y sabiendo ella, porque me lo decía, que la muerte no andaba muy lejos, no sé si el simbolismo de estos sueños es más que obvio. Porque, si creemos en el poder iluminador de los sueños y nos es lícito imaginar mundos después de este, allí, en un jardín eternal lleno de sol eterno, debe estar su alma ahora, junto con los suyos.

-Fragmentado en tres secciones en las que se aprecia un contenido autobiográfico ¿a qué tiempo de tu vida alude cada una de ellas?

Mi último libro de poesía, efectivamente, se titula Las raíces del velo. El velo representa la vida como algo frágil y delicado, como algo que pasa y se desvanece y apenas deja huellas. Las raíces son los episodios de esa vida, lo recordable, lo vivido que constituye memoria. Curiosamente lo etéreo del velo se opone a lo sólido de las raíces. El poemario está divido en tres partes y en realidad casi se trata de tres posibles libros en uno. La primera parte, Biografemas, hace alusión a las experiencias vitales vinculadas a los lugares en que uno ha vivido y convivido con otros: tu ciudad, los amigos, el paisaje que has habitado, los primeros hallazgos literarios importantes, la construcción de tu imaginario. La segunda parte, Confieso que aún no he vivido, - resulta bien evidente de qué epígrafe  de una obra autobiográfica de un famoso poeta chileno hago amarga parodia - alude al ahora, al momento presente que vivo, en el que conviven los deseos no satisfechos con las expectativas soñadoras. Es la parte que ineludiblemente concedo a la neurastenia, sazonada de un cierto humor. Como ya sabemos el humor intenta camuflar la melancolía. 

-Confesó el poeta chileno Raúl Zurita: “Escribo porque es mi ejercicio privado de resurrección”. ¿Sientes tú algo así?

Muy buena definición de escritura como estrategia personal de pervivencia. Yo he ido desechando disciplinas artísticas como profesión, incluso como mera afición, porque carezco de toda disciplina. He tenido vocación para la música y la pintura pero no he tenido la voluntad necesaria para dominar sus técnicas. Esta frustración ha supuesto, íntimamente, bastante dolor. Por sucesiva eliminación me he quedado con la escritura literaria, la más solitaria de las prácticas, en consonancia con mi tendencia morbosa a la soledad. A la escritura le he añadido un auxiliar: la fotografía. En mi blog, Empireuma blog, voy colocando los trabajos de ambas creatividades. Con el tiempo me he dado cuenta de que sólo con la escritura, en sus distintas modalidades, soy capaz de expresar las complejidades en que me voy sumiendo junto a las observaciones críticas que son producto reflexivo de la lectura, la lectura que como tal, es una actividad infinita, no acaba nunca.

- Me llamó la atención esta reflexión tuya aparecida en tu blog: “Para mí el absoluto es una seda que se desliza murmurando magias”.

Bueno, es una suerte de aforismo, de observación imaginaria que no conviene explicar sino disfrutar. La poesía es elementalmente imaginación y nuestro lujo como creadores verbales es ampliar las zonas creativas, afirmar algo insólito que, sin embargo, es cierto en el territorio de la invención y experiencia poéticas.

-En algunos de tus poemas sale a relucir la ciudad de Murcia, en el que dejas constancia de tu “Dulce destino de los sábados”.

He convertido a Murcia en mi pequeño París. Pero ha sido una elección de urgencia. En Murcia oxigeno mi soledad. Para mí, el sábado es un día muy especial y me resulta imposible pasarlo en Orihuela porque no tengo con quien festejarlo. He aceptado mi soledad como un destino, pero también como una condenación. En Murcia ejerzo de flâneur, como diría Walter Benjamin, me transmuto en un modesto Baudelaire y me pierdo por sus calles, admirando la belleza de la gente que vive la vida, el compás de la gente pasando. En Murcia, un sábado por la tarde, asisto in situ, a la eclosión de la imagen poética, llego a sentirme dichoso sentado en el rincón más modesto, andurreo por el tiempo. Paseando, simplemente, por Murcia, he tenido muchas intuiciones que luego, al regresar he anotado y desarrollado. Paseando por Murcia he llegado a imaginar que podría ser feliz… Todo esto puede parecer muy provinciano y cándido, y la especificidad de este sentir en la ciudad de Murcia, ridículo, incluso; pero yo lo vivo con intensidad porque el éxtasis poético también se produce en los lugares más humildes y menos espectaculares. La textura de algunas tardes, una voz que persiste en la memoria y que vela por nosotros y que tú constatas tras haber leído algo iluminador: eso es, a veces, la poesía.

-Has mencionado la candidez. ¿No crees que ante un mundo tan complejo y violento, tan atravesado de injusticias, el poeta debiera no perder el sentido de la realidad,  no perder cierta visión social?

¿Hablas del compromiso, del enrolamiento del poeta en las reivindicaciones de su tiempo?  Para mí la misión del poeta es cantar y defender la riqueza universal que nos pertenece. Toda situación que nos empobrezca moralmente, o violente nuestro legado simbólico propicia la reacción y la condena. Somos los destinatarios del universo, de sus maravillas y de sus mundos ocultos. Lo que hurte injustamente esto me subleva. Cierto es que la palabra puede ser un suculento y equívoco objetivo en sí mismo. Chantal Maillard, por ejemplo, en su obra crítica y en entrevistas, ha denunciado el ensimismamiento del poeta con el lenguaje, subrayando la poca valentía que muestra al no querer distanciarse de su embeleso. Yo creo que esto es así, a veces, pero también es verdad que una vivencia muy intensa o un acontecimiento pueden arrojarnos fuera de ese puro encanto de la palabra, y convertir la poesía en directo y contundente instrumento de denuncia. Cuando hace unos años se produjeron los atentados islamistas en París, me sentí tan violentado y furiosamente escandalizado que lancé por Facebook una invectiva en forma de poema que nunca hubiera imaginado escribir antes. La realidad es prismática y los modos de comprometerse con ella también lo son.

-¿El poeta se distancia del mundo o se aferra a él? ¿En qué confía el poeta? ¿Qué le lleva a persistir?

Creo que el poeta descifra el mundo de un modo específico, es decir, nos dice cosas distintas a las de un químico, un periodista o, incluso, un filósofo. Y creo que si el poeta está comprometido con su palabra, su poética será tanto la forma de aprehender el mundo como el venero de un lenguaje propio. Como recordaba el poeta René Char, la poesía es verdad. En esa verdad residen las raíces de un universo que se dilucida, las raíces, quizás, de una esperanza: la de decir el mundo. El poeta no tendrá otro ideario que este. No se aferrará sino a lo que la imaginación clarifique y especule del mundo y sus pasiones. No sabrá si hay una deidad tras lo que escribe o se siente que debe escribir. Por ello, su estado será un estado híbrido, mezcla de hallazgo y estupefacción, canto desolado que insiste.

-¿Todavía todo está ahí?

Sí, a pesar de la muerte o del azar, todo, la posibilidad de un amor, el tesoro oculto, un probable renacimiento de los espíritus, todo sigue ahí porque el universo nos sobrevive y el abanico de enigmas que se nos ofrece para descifrar excede el tiempo que disponemos para emprenderlo.     

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